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Editorial Martes 4 de Diciembre de 2012

Agua y racionalidad

La población mundial crece a mayor velocidad que la extracción de agua, anticipándose que en 2030 habrá serios problemas.

Redacción

Por Redacción

La demanda de agua continúa creciendo a más del doble de la tasa de aumento de población, de acuerdo con un informe de las Naciones Unidas, con lo cual es inevitable que de no procurarse soluciones en forma inmediata, muy pronto se presenten problemas de características explosivas. La cantidad de personas que habitaban el planeta el año pasado superó la barrera de los 7.000 millones, y la aceleración demográfica es más que importante, lo cual lleva a una mayor demanda de agua. Las estimaciones coinciden en que en 2025 los países en vías de desarrollo tendrán un aumento del 50% en la extracción de agua, en tanto que los desarrollados -en los cuales la población crece menos y además tiene la mayoría de sus demandas satisfechas- será de 18%.

A menudo se ha dicho que con el tiempo el agua será un elemento de muchísimo mayor valor que el petróleo, y de tal manera lo aseveran casi todos los estudios realizados sobre el tema. La Organización Mundial de la Salud estima que del 50% de la gente que en 2010 vivía en ciudades, en 2030 se pase al 60%, lo cual agravará más aún la situación ya que todos los grandes centros urbanos se encuentran frente a un estrés hídrico debido a la gran explotación de los recursos de agua dulce contaminada, a la insuficiencia, al mantenimiento deficiente de la infraestructura y a las limitadas técnicas y capacidades de gestión de agua.

También se coincide que manteniéndose el actual ritmo de crecimiento y sin aumentar la eficiencia, la demanda de agua pasará de 4.500 km3 en 2009 a 6.900 km3 en 2030, aunque como para no generar pánico se dice también que la demanda será satisfecha, aunque no se explica cómo se hará para lograrlo, si bien todo se encuentra bajo el concepto de una mayor eficiencia. La cuestión central, que no debe perderse de vista, es la aceleración que van teniendo los nuevos plazos, ya que mientras antes se medían en siglos, ahora en decenas o incluso en lustros para advertir cambios muy importantes, tal como acontecerá en los próximos 20 años.

De todas maneras, hay coincidencia en que "hay mucha agua en el planeta", aunque se convierte en una meta a lograr el poder conseguir un abastecimiento equilibrado tanto en consumo como saneamiento, apareciendo el despilfarro como uno de los mayores y más serios inconvenientes. Es que, en gran parte del mundo actual -y aquí en la Argentina, como nosotros en Rafaela tenemos la prueba- en contraste con los altos costos y las dificultades de obtener el agua, el líquido sale de nuestras canillas a muy bajo costo para los usuarios, y en muchos casos en forma gratuita. Una razón que es mencionada en el mundo, como incentivo para un uso desordenado y con gran nivel de derroche de parte de los consumidores.

Las empresas de servicios públicos, especialmente en los países desarrollados, encuentran como mayor obstáculo para alcanzar objetivos el despilfarro que hay en el consumo, lo cual se transforma en un freno para alcanzar otros objetivos, sintetizando que las tarifas son demasiado bajas para estimular la inversión necesaria. Debiéndose también dejar en claro que hasta ahora las presiones por la demanda de agua motivaron que todos los recursos se volcaran a construir redes de suministro y distribución, aunque en estos últimos años se ha destinado parte de esas disponibilidades en campañas para concientizar sobre el moderado uso del agua.

La necesidad, y también la urgencia para enfrentar estos desafíos, está originando innovaciones en el sector del agua, tal como se conoció merced a una investigación desarrollada en Estados Unidos y rotulada "¿Agua para todos?", donde se muestra que el consumo irresponsable es la barrera más importante para satisfacer la demanda futura. 

Un tercio de los 244 ejecutivos de empresas dedicadas al agua que fueron consultados, declararon que además del derroche de agua les preocupaba el cambio de clima y las tarifas bajas, lo cual desalentaba las inversiones en el sector. La mitad de los encuestados considera que las estructuras de precios necesitan cambiarse para fomentar la conservación, en tanto que la otra mitad estima que los precios deben mantenerse bajos para garantizar el acceso justo de quienes tienen ingresos bajos o directamente no los tienen.

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