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Editorial Domingo 21 de Noviembre de 2010

Agua, eterna ausencia

La administración provincial se comprometió, antes de que termine el año, a licitar la estación de toma de agua que funcionaría en Desvío Arijón. Se trata apenas de un gesto que nadie sabe si efectivamente se plasmará.

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El acceso al agua para el consumo humano es crítico en esta región de la provincia de Santa Fe, donde las napas subterráneas muestran un alto contenido de arsénico. Y si bien en determinadas zonas no existe otra alternativa que beber el agua de pozo de mala calidad, nadie puede desconocer que ese acto implica un riesgo enorme para la salud de la población.
A finales de la década del 70, Rafaela logró que se construya un acueducto de 60 kilómetros de extensión para transportar, desde el acuífero ubicado en la zona de Esperanza, el líquido hacia los hogares rafaelinos. Su inauguración se produjo en 1981 como parte de las celebraciones del centenario de la ciudad.
El progreso constante de la denominada Perla del Oeste, que basa su crecimiento en valores como el esfuerzo, el trabajo, la asociatividad y el entramado institucional, derivó en un aumento de la población que, consecuentemente, consumía mayores cantidades de agua. Paralelamente, las industrias siempre en expansión se convirtieron en grandes demandantes del recurso, principalmente por las necesidades del sector alimenticio.
De esta manera, el acueducto encontró sus límites rápidamente. Se impulsaron medidas adicionales para maximizar su rendimiento, como la instalación de modernas estaciones de bombeo capaces de aumentar el caudal transportado y se incrementaron los depósitos existentes.
El repaso de la evolución de Rafaela en cantidad de habitantes permite dimensionar la magnitud de la problemática. Cuando se habilitó el acueducto, en 1981, debía distribuir el recurso entre 55 mil personas que por entonces residían en la urbe. Diez años después, el censo nacional demostró que ya había cerca de 70 mil personas, mientras que en 2001 la cifra trepó a cerca de 84 mil.
Ahora se estima que la población ronda los 100 mil habitantes, prácticamente el doble que hace 30 años cuando el conducto de agua comenzaba a operar. Las cifras son concluyentes a la hora de dejar en evidencia que esa infraestructura ya es obsoleta, pues no pudo evolucionar al ritmo de la ciudad.
Para reemplazar las napas freáticas como fuente de agua, en los últimos años se diseminaron en la región las plantas de ósmosis inversa, lo que requiere importantes niveles de inversión. De todos modos, el tema es de salud pública y por tanto debe estar en la prioridad de cualquier población. Rafaela también debió instalar una estructura de este tipo para cubrir la demanda insatisfecha.
En la segunda parte de la década de los 90 se modeló el proyecto concebido para abastecer con mayor eficiencia los requerimientos de agua, lo que obliga a millonarios desembolsos por parte del Estado provincial. Ni siquiera se ha dado el primer paso a pesar de que se trata de una cuestión sanitaria de alta prioridad. Sobran anuncios pero no se pueden contabilizar hechos.
El único avance del sistema de acueductos se registró en el centro de la Provincia, donde una obra se habilitó hace unos tres meses beneficiando a doce localidades santafesinas que, en total, suman 75 mil habitantes. Un 25 por ciento menos que Rafaela. Y la inversión corrió por cuenta del Estado nacional.
La administración provincial se comprometió, antes de que termine el año, a licitar la estación de toma de agua que funcionaría en Desvío Arijón. Se trata apenas de un gesto que nadie sabe si efectivamente se plasmará. Después faltará la planta potabilizadora en proximidades de Santo Tomé. Y más tarde desplegar las cañerías en cientos de kilómetros. Es decir, años y años de trabajo que, al parecer, nadie quiere hacer.
Mientras tanto, Rafaela padece los problemas propios porque el agua no alcanza para todos, por lo que el servicio se ofrece con una mínima presión en la red domiciliaria. Y, como si esto no fuera suficiente, la ciudad también se queda sin el recurso ante cualquier corte de energía como sucedió en la última semana.
Una comisión interinstitucional se conformó hace unos meses ante un reclamo de los vecinos. Pero rápidamente encontró sus límites de acción. Nada puede hacer más que examinar periódicamente el problema y sumar un eslabón a esa larga cadena de reclamos que se construyó en los últimos años, sin resultado alguno.



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