Por Néstor Clivati
El próximo domingo, una vez más, los albicelestes cantarán el himno en una final internacional, un hábito poco comparable con otros seleccionados y que nos convierte a los coetáneos de dichas hazañas, en privilegiados testigos y en simpatizantes de un equipo con efectos especiales, trucos que se irán apagando a medida que sus responsables dejen el fragor de los partidos, para convertirse en leyendas de este juego y de estos colores.
Habrá que creer en esa varita mágica, en esa especie de Harry Potter en el que se transformó Ángel Di María, al menos en los últimos años y que lo han convertido en un jugador fundamental al momento de buscarle objetividad a esta ristra de títulos que se trocaron por otra, igualmente frustrante, en aquellos tiempos de esfuerzos no correspondidos
Escribe el periodista Cristian Grosso: ahora que la Argentina aprendió a quererlo, después del próximo domingo nunca más se lo verá a Ángel Di María en la Selección. Resistió cuestionamientos, burlas, lesiones y sesiones de terapia. Hasta que la noche de la redención en Río de Janeiro alumbró al hombre del álbum perfecto. El coleccionista de la Copa América 2021, la Finalissima del 2022 Wembley Stadium en Londres, Qatar eterno 2022, el Mundial Sub 20 de Canadá 2007 y los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Un curriculum albiceleste apenas igualado por un tal... Lionel Messi. Extrañarlo será inevitable… cuando todavía queda un acto final. Buscará retirarse campeón, para reírse de todos los demonios. ¿Cuántos se despidieron con un título? Nadie. Ninguno dentro del selecto club de los futbolistas más representativos de la historia de la Selección.
Es que la Argentina ha retratado con crueldad el último instante de sus protagonistas principales. Envuelta en su espiral de derrotas, socavó hasta la imagen de sus emblemas. El repaso se vuelve desolador al detenerse en el cierre de cada uno. Daniel Passarella jamás se imaginó que la goleada 7-2 frente a Israel, estación previa a México 86, sería su adiós; Claudio Caniggia recibió una tarjeta roja en el banco de suplentes en Japón 2002; a Jorge Burruchaga, el penal de Andreas Brehme en la final de Italia 90 lo licenció para siempre; Mario Kempes ya no jugó tras la eliminación ante Brasil en España ‘82; a Américo Gallego se le acabó su cuerda tres días antes, en la caída contra Italia; Ubaldo Fillol ya no contó con otra oportunidad luego del agónico 2-2 con la arremetida de Gareca ante Perú, en las eliminatorias del 85; Javier Zanetti se marchó con la eliminación en la Copa América 2011. A Juan Pablo Sorín lo sacaron el arquero Jens Lehmann y los papelitos en los penales del Mundial de Alemania 2006.
Bajo la sombra de una decepción tras otra, la Selección presenció la partida de casi todas sus estrellas unidas por la angustia del adiós menos deseado. Juan Sebastián Verón jugó unos últimos minutos decorativos en Sudáfrica 2010; Hernán Crespo nunca más volvió después de un desgarro en la Copa América 2007; Carlos Tevez tampoco regresó tras un 0-0 con Paraguay, en el comienzo de las eliminatorias para Rusia 2018. El ‘Kun’ Agüero, sin saberlo, estuvo más cerca que nadie… Campeón en la Copa América 2021, pero su última intervención fue cuando ingresó en el tiempo adicionado de la victoria ante Ecuador en los cuartos de final. Después, no tuvo acción ni contra Colombia ni frente a Brasil. Un inconveniente coronario, meses después, aceleró el final de su carrera.
Esta disquisición que le agrega valor al editorial, vincula el camino del rosarino con otros mitos sagrados que no tuvieron el beso de la suerte y que al rescoldo de estos últimos 6 años bajo la administración de Lionel Scaloni, parecen haber quedado en ese rincón algo oscuro que el fútbol les tiene reservados a todos aquellos que no consiguieron coronar sus carreras con los honores que los trofeos los jalonan.
Es tan poderoso en estadísticas el ciclo del actual entrenador del Seleccionado Mayor, que por ejemplo a rescatado a figuras que parecían condenadas a un retiro sombrío con la camiseta albiceleste, a pesar de esos compromisos conmovedores y una pertenencia poco usual; podríamos agregar que tanto Di María y Leo Messi, tuvieron el premio de esa reivindicación que no recibieron otros gigantes como Javier Mascherano, Carlos Tévez, Kun Agüero, Chiquito Romero, Gonzalo Higuain y mucho antes, Gabriel Batistuta, Hernán Crespo, Juan Román Riquelme, el Cholo Simeone o Juan Pablo Sorín, con pocos logros pero con una pasión y un talento al servicio de la causa nacional, insoslayable.
Todo indica que Fideo no pasará a un jubileo, sino que todavía, intentará amplificar este fabuloso palmarés en algún equipo que lo contenga de manera amigable y así redondear su retiro definitivo de la actividad que será bajo palio.
Por el momento nos preparamos para que en esta final que se viene en Miami, el oficio y la mística suplan una producción futbolística que fue menguando en los últimos tiempos y que todavía, se muestra ajada en lo que va de este torneo.
La prueba de valentía y coraje que demostró Colombia frente a los uruguayos el último miércoles en Charlotte, abona la expectativa de una final de alto impacto en la afición continental; este equipo dirigido por el argentino Néstor Lorenzo, antes ayudante técnico de José Pekerman en los cafeteros, buscará el 2do título de su historia, después de ganarlo en 2001 en la edición jugada en ese país y en el que Argentina, desertó de disputarlo por temas de seguridad.
Si Argentina tiene el mérito de retener este centenario trofeo, pasará a ser el combinado que más veces consiguió levantarlo con 16 consagraciones, lo que le permitiría aventajar a Uruguay y establecer para La Scaloneta, otro récord en su todavía, incipiente camino.