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Deportes Lunes 15 de Julio de 2024

Nosotros también estamos orgullosos

Lionel Scaloni, el técnico de bajo perfil que gestiona una Selección de estrellas que en tres años se convirtió en la mejor de la historia del fútbol argentino.

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Scaloni, el padre de la criatura. Crédito: X

Por Néstor Clivati

Parece una mirada contemplativa la de Lionel Scaloni, sentado en ese altar de la premiación en el Hard Rock de Miami, minutos después que su equipo derrotara a Colombia y anotará otra marca histórica en el mundo del fútbol y el segundo bi campeonato de América en 30 años, tomando el testimonio de aquella gestión del Coco Basile, que sucesivamente lograra levantar este trofeo centenario en Santiago de Chile y Guayaquil entre 1991 y 93. Parece perder foco esa mirada del santafesino de Pujato y acaso echar el tiempo atrás para revisar esa huella como entrenador albiceleste, tan incipiente como prodiga en frutos, que lo ha consagrado definitivamente con un margen escaso para la discrepancia.

“De vez en cuando la vida nos besa en la boca y a colores se despliega como un atlas” escribe Serrat en uno de sus geniales legados musicales y como no emparentarlo con este tiempo en el cual, las frustraciones se trocaron por triunfos que parecen perennes o las indiferencias en celebraciones populares conmovedoras, si esa línea de tiempo coincide con el comienzo de su era y con el regreso del futbol argentino a un estrado de privilegio.

El poeta alude a la suerte que también es un componente imprescindible en todo acontecimiento de época, pero que explicarlo desde ese impacto de la providencia, resultaría una iniquidad; Scaloni en esta imagen que editorializa un momento imborrable para todos argentinos, busca escudriñar el futuro, ese que ya llegó para quedarse al menos 4 años más, esos en los que deberá revalidar la vigencia de su condición de monarca de la próxima edición de la Finalissima en 2025 ante España, seguramente en nuestro continente, un año más tarde, desafiar al resto del mundo como campeón defensor del trofeo ganado en Qatar y desde ayer, extender ese horizonte hasta el 2028, cuando se dispute el próximo torneo de selecciones de nuestro continente, en carácter de nuevo Rey de Copas.

Una agenda inimaginable cuando le propusieron algo así como un interinato, en medio de las disputas internas en AFA y la debacle deportiva en Rusia, aquel placebo se convertiría en la mas poderosa medicina que se le haya aplicado al futbol de selecciones, comparable acaso, con el salto de calidad que significó la contratación del Flaco Menotti en 1974. No tengo dudas que Lionel Scaloni refundó y agiornó una estructura atomizada y la puso en valor con los resultados que están sobre el escenario.

Su retórica austera casi pudorosa, lo blinda de toda tentación de atribuirse, por ejemplo, lo que este observador le endilga y esa conducta pública, en tiempos de egolatrías, lo convierte en un director sensato y confiable.

Ese futuro está en buenas manos, lo sabemos y por eso todos estamos también orgullosos, en definitiva, marca un rumbo y un estilo que necesitamos contagie nuestro abatimiento social, con gestos donde la solidaridad y el amor propio, complemente al talento, valor que per se, resulta insuficiente en la búsqueda de un camino de grandeza colectiva.

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