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Deportes Viernes 13 de Septiembre de 2024

Los mayores desafíos están por venir

Sin Messi ni Di María, en el último turno de las Eliminatorias la Selección goleó a Chile y perdió ante Colombia en el horno de Barranquilla por un polémico penal. En menos de un mes, jugará en Venezuela y luego de local ante Bolivia.

Agrandar imagen FIGURA. Julián Alvarez realizó un gran desgaste para presionar y forzar el error de Colombia en la salida.
FIGURA. Julián Alvarez realizó un gran desgaste para presionar y forzar el error de Colombia en la salida. Crédito: FOTO X@SELECCIÓN

Por Néstor Clivati

Se va Lionel Scaloni del campo de juego en Barranquilla, sofocado por las inclemencias geográficas de esa olla a orillas del Caribe colombiano y de las otras, esas que las polémicas que muchas veces definen los resultados en este noble juego, provocan sobre todo, cuando tales discrepancias obligan a morder el polvo.

Voy a un archivo que guardo a mano y repaso un video que se volvió viral luego del inolvidable Mundial de Qatar. En imagen, el entrenador le habla seguramente a uno de sus colaboradores, regresando del partido debut ante los árabes e intentando como catarsis, reunir elementos que los fortalezcan para hacerse cargo de semejante fracaso y dar vuelta la página para capitalizarlo rápidamente. Dice Lionel: “vos podes laburar lo que quieras, pero tenemos que acostumbrarnos a perder, lamentablemente es lo que hay, tenemos que saber que podemos perder, primero porque hace mucho tiempo que no ganamos nada y segundo porque forma parte del juego y del aprendizaje, porque si no, es muy fácil, nunca nadie va a jugar tranquilo”.

El entrenador, luego en conferencia de prensa en tierras cafeteras, dejaría algunas otras definiciones sobre las condiciones con las que se juegan determinados partidos en estos contextos sudamericanos y sugerencias sobre alguna modificación en el protocolo del VAR, que evite presionar a los árbitros de campo para rectificar sus fallos, aclarando que su equipo en los últimos tiempos, también fue beneficiado por decisiones controvertidas, por el mismo sistema de asistencia tecnológica.

Pero vuelvo a esa confesión anterior a lo que después sería, el mayor logro deportivo en la historia de nuestro país por el contexto y la jerarquía de los rivales que el equipo albiceleste dejaría en el camino hacia la tercera estrella mundialista. Es probable que se las haya repetido a su equipo técnico y porque no, a los referentes del plantel, como una manera de curarse en salud y proteger la moral blindada que parece tener como un valor supremo este ciclo. Saber que se puede perder, que te pueden superar los rivales, que también la injusticia, indeseado pero frecuente condimento en este deporte, también puede entrometerse en medio de una racha ganadora inédita, es parte de ese aprendizaje a que aludía en esas horas aciagas del inicio del torneo en Doha.

Las derrotas, y sus moralejas, van unidas pero no cualquiera las decodifica o logra interpretarlas; la caída ante Colombia por lo que sucedió en el trámite de juego, no proyecta ninguna preocupación, a pesar del dolor y la impotencia, hay un trabajo por delante que los desafía a todos y esa dinámica ya comenzó a entregar las primeras señales.

Esta ventana de partidos será recordada por siempre, no por los resultados, sino por una efeméride que encontró por estos días, su punto de partida como lo fue: la despedida de Ángel Di María, un anunció que ratificó sin vacilaciones pero que recién se echara de menos para este plantel tanto en River como en Colombia. El otro dato mayor fue somatizar de la mejor manera la ausencia nada menos que de Leo Messi, algo temporario ya que se infiere que estará en condiciones físicas de ser convocado el próximo mes para los partidos de las fechas siguientes de este torneo clasificatorio para la próxima Copa del Mundo, pero con la incertidumbre de su prestación futura y esa fecha de vencimiento, de la cual nadie quiere hablar pero que se presagia.

En seis años del ciclo Scaloni, la Selección se asoma a un balcón desconocido. Nada grave, vale aclarar de inmediato. Podía perder, claro, ante Colombia, hoy, el rival más calificado de América del Sur, en la hoguera de Barranquilla y sin Lionel Messi. Y por un penal muy discutible. Esta vez no es un drama para la Argentina, solo queda una sensación algo extraña porque no tendrá revancha exprés. La Albiceleste siempre se había podido recomponer de inmediato, en días, detrás de las poquísimas derrotas oficiales del mandato dorado.

Con la Colombia de Néstor Lorenzo apenas se trató del quinto traspié por competencias de la FIFA. Hasta ahora, se había sacado la espina casi en un suspiro para aliviarse rápidamente de la desazón que instala una derrota.

Cuando cayó 2-0 en el debut de la Copa América 2019 precisamente con Colombia, a los cuatro días rescató un empate 1-1 con Paraguay –providencial penal atajado por Armani– para mantenerse en el torneo (y sostener a Scaloni). Cuando le ganó Brasil 2-0 en las semifinales de esa misma Copa, cuatro días después derrotó 2-1 a Chile por el tercer puesto y nació el espíritu salvaje de un plantel hermanado y ambicioso. Cuando pareció que se le venía el mundo encima tras caer 2-1 con Arabia Saudita en el debut del Mundial, a los cuatro días superó 2-0 a México y se encendió la mecha hacia la gloria eterna. Y cuando Uruguay y Bielsa le dieron una lección y le ganaron 2-0 en la Bombonera el año pasado, cinco jornadas más tarde la Argentina construyó otro Maracanazo: 1-0 en Río de Janeiro, con gol de Nicolás Otamendi para borrar el invicto histórico como local del Scratch en las eliminatorias.

Pero la robustez del ciclo no se discute. Todos los parámetros lucen confiables: madurez colectiva, crecimiento individual por el desembarco de varias piezas a clubes más competitivos con relación a la era anterior a Qatar, vena competitiva a salvo y una base de jugadores más amplia entre la vigencia del plantel campeón mundial y una crepitante ala renovadora. Simplemente, tocó perder.

No serán semanas de una severa autocrítica ni rotundas reformas para continuar en octubre –Venezuela de visitante, y luego Bolivia en casa– una ruta eliminatoria hacia 2026 que ya se encuentra bien orientada.

Nada cruje alrededor de la Selección. Sí, habrá que asimilar un mal trago y convivir con una sensación de desazón por un período más extenso que el acostumbrado. Perder genera angustia y debe sentirse así. Al campeón del mundo le debe fastidiar una derrota. Eso es orgullo.

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