Por Víctor Hugo Fux
El fin de semana del 29 al 31 de octubre de 1999, el autódromo de Buenos Aires, por entonces llamado "Oscar Alfredo Gálvez", fue testigo de la última visita del Campeonato Mundial de Motociclismo, que luego de una prolongada ausencia regresó a nuestro país en la temporada 2014 para competir por primera vez en el Circuito Internacional de Termas de Río Hondo.
Aquella carrera disputada en el escenario porteño, fue la última del certamen y se destacó por varias particularidades. En la categoría "reina", que se denominaba 500c.c. (la actual MotoGP) festejó la obtención del título Alex Crivillé, con una Honda, siendo el primer español en conseguir ese halago. En la divisional intermedia, la 250c.c., la corona quedó en poder del italiano Valentino Rossi, con una Aprilia, la misma marca con la que concretó una excelente actuación el rafaelino Sebastián Porto, que finalizó en el cuarto lugar, hasta esa prueba, su mejor resultado en el Mundial.
Acreditado por el Diario La Opinión, arribé el jueves bien temprano a la Capital Federal, dirigiéndome al promediar la mañana al Hotel Sheraton, donde funcionaba el Centro de Prensa de la Federación Internacional de Motociclismo (FIM). Hoy, a 25 años años de aquel evento, no tengo presente en qué piso realicé el trámite, pero sí recuerdo que cuando se abrió la puerta del ascensor me generó una sensación difícil de explicar, la presencia del múltiple campeón Mick Doohan, uno de los mejores pilotos de todas las épocas.
Durante la tarde de esa jornada previa al inicio del cronograma, elaboré mi primer informe, respondiendo al compromiso periodístico que había asumido, el que envié por fax desde la recepción del Hotel Hispano.
El viernes, como lo hacía en cada oportunidad que me alojaba en Buenos Aires para cubrir algún evento deportivo, realicé en un taxi el recorrido desde el centro hasta el parque Almirante Brown, donde el escenario del gran acontecimiento vestía sus mejores galas, con centenares de motos ya estacionadas en el lugar asignado por la organización y otras tantas haciendo rugir sus escapes en busca de los espacios habilitados en un predio donde ondeaban miles de banderas de todas las marcas y las argentinas, que marcaban una fuerte presencia en las adyacencias de los boxes.
En ese sector, tuve absoluta libertad de movimientos, gracias a portar una credencial que me permitía acceder a los garages de los equipos y a los pilotos. Desde el primer día estuve cerca de Sebastián Porto, que ese fin de semana hizo vibrar a los fanáticos, quienes a pocas vueltas del final se ilusionaron con un eventual podio de nuestro compatriota, que terminó cuarto, a escasa distancia de quien logró coronarse esa temporada en el cuarto litro, nada menos que Valentino Rossi, en una carrera que ganó el francés Olivier Jacque, con una Yamaha, seguido por el japonés Tohru Ukawa, al mando de una Honda.
En la categoría mayor, el estadounidense Kenny Roberts Jr. (Suzuki) inscribió su nombre como vencedor, escoltado por el italiano Max Biaggi y el japonés Norick Abe ambos con Yamaha), en tanto que con su quinto puesto terminó gritando campeón Crivillé.
Rogelio Cano, un entrañable amigo que me regaló esta profesión, se transformó, en varias ocasiones, en "mi fotógrafo". Al querido "Cholo" le agradezco infinitamente las imágenes que ilustran esta nota, con los campeones Crivillé y Rossi, en un domingo inolvidable en el coliseo porteño.
Con la satisfacción de haber cumplido con la tarea para la que me había distinguido el Diario La Opinión, volví a Rafaela, sin saber, como todos aquel día, que Argentina debería esperar 15 años para volver a tener una fecha en el Campeonato Mundial de Motociclismo, pero ya no en Buenos Aires. Las emociones se trasladarían a tierras santiagueñas, para competir en un trazado excepcional, de última generación, en Termas de Río Hondo.