Sensaciones y sentimientos

Sociales 19 de septiembre de 2023 Por Redacción
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18 sensaciones

FRENESÍ. LA PALABRA OLVIDADA

Por Hugo Borgna

Tiempos, en el apogeo del modernismo y las secuencias siguientes, en que una palabra fue la preferida, aunque aludía a una sensación muy concreta que, además, no aparecía con frecuencia. Aunque no se aplicara para hechos determinados, impresionaba e inspiraba respeto. En buena parte se lo ganó mediante una canción-bolero de Alberto Domínguez Borrás que paseó triunfal en las décadas del 40 y del 50, fue la sobrealimentada de post-modernismo, “Frenesí”.
En esos tiempos los locutores radiales usaban, para presentar algunos temas, textos como “bolero, exaltación del alma enamorada”, y era que realmente había una predisposición al sacrificio por la persona amada. O, al menos, así se proclamaba.
Desde allí quedó corporizada la idea de “frenesí”, con traje a la medida de un impulso muy grande, al punto de que personalidades decisivas del cine la utilizaron como estímulo para que se vieran las películas. Uno de los títulos fue la comedia romántica “Frenesí de primavera”, el otro una realización de 1972 del prolífico Alfred Hitchcock cargando sobre un solo vocablo el suspenso previsible: “Frenesí”.
Fue la música la que logró que la palabra penetrara intensamente en el alma sufrida, enamorada, dolida, triste, acongojada y, además, sin amor (“Bésame tú a mí, bésame igual que tu boca me besó, dame el frenesí que mi locura te dio…quiero que vivas solo para mí y que tu vayas por donde yo voy, para que mi alma sea nomás de ti, bésame con frenesí. Dame la luz que tiene tu mirar y esa ansiedad que entre tus labios vi, esa locura de vivir y amar, que es más que amor, frenesí”)
Hay algo importante y preciso para definir claramente el significado de frenesí, que no es otra cosa que “exaltación violenta del ánimo, especialmente de una pasión”, y otra acepción determina “ímpetu y violencia desproporcionadas con que algo o alguien se mueve”.
Si bien se conecta con la pasión como móvil de los actos, también reduce los límites. Se podrá tener pasión, pero no lo quita del preocupante ambiente que implica el peligroso “frenesí”; con lo que, a pesar de todo, quedamos un poco más tranquilos.
La idea de exceso que expresa “frenesí”, fue absorbida poco a poco por la de “pasión”, que manifiesta un interés mayor sin un peligro hacia otros. La pasión no los justifica, aunque psicológicamente los explique como motivador de actos impropios hacia los demás.
Sea por lo que fuere, “frenesí” fue quedando a lo largo del camino, desprendida del interés de conductores que llevan y deciden sus vidas: no es el frenesí por naturaleza un aconsejable compañero de viaje.
La palabra quedó reducida a ser un resto riesgoso de personalidad que se delega a otros, tal vez porque está al límite de lo que puede ser patológico.
No hubo músicos que la invocaran en los años que siguieron, lo que hace suponer que el propio Alberto Domínguez, o bien consiguió que su amada lo ame con esa intensidad, o también que, aunque no lo haya logrado, habría participado con ella en tiernos encuentros a la luz de la luna, o sensatos momentos de desayuno hogareño donde resolvieran, prudentemente analizado, un presupuesto de gastos corrientes de largo alcance, sin generar difíciles cuotas consiguientes.
Queda otra alternativa, la de que, por el hecho de constituirse en un ícono de la música, haya hecho suyo y conservado el beneficio económico y social de la popularidad.
Que también se consigue cuando se trabaja con amor a su arte y oficio, inspiración y sentido de la profesionalidad.
Y, por supuesto, con frenesí.

Redacción

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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