Sensaciones y sentimientos




LO QUE DEJÓ EL CLUB DEL CLAN
Por Hugo Borgna
Colores múltiples girando hasta el momento en que alguien detuviera su marcha en forma de disco long play, esos que en la etiqueta mostraban un perro escuchando la voz de su amo. Cantos e instrumentos, amablemente presos de la vida circular y de las fotos en tapas de disco donde hasta parecía salir sonido, configurando una notable explosión que puso en movimiento a una generación (no hay en esto exageración, uno de los L P se llamó “99 megatoneladas” y si bien no estallaba el disco, dejaba contentos y bien bailados a todos).
Por los años 60, la música grabada estaba dirigida especialmente a los “teen agers”, manera musical de identificar a los adolescentes. Dos importantes sellos estaban en esa bailable tarea. Columbia (o CBS), con artistas consagrados, competía con RCA Víctor (“el sello del perrito”). Allí desembarcó el ecuatoriano Ricardo Mejía, creando un programa de televisión especial donde fueron protagonistas desconocidos adolescentes que sabían algo o mucho de canto. Tuvo su apogeo entre los años 1962 a 1964 y se llamó… sí, “El Club del Clan”: una década joven desde todos los costados y hacia todos los oídos que quisieran escucharlos.
Con variada calidad individual para el canto, el conjunto ganó el espacio y se conoció a Carlos Alberto, Cachita Galán, Chico Novarro, Jorge Garcías, Johnny Tedesco, Jolly Land, Lalo Fransen, Nena y Terry Morán, Nicky Jones, Paco Amor, Palito Ortega, Perico Gómez, Pino Valenti, Raúl Cobián (Tanguito), Raúl Lavié, Rocky Pontoni y Violeta Rivas.
Todos conformaron el primer grupo seleccionado para dar vida al Club del Clan en Argentina, ya que este proyecto abarcó también a otros países donde se habla también nuestro idioma. Aparecieron generosamente en programas de televisión de un canal especialmente creado para ese fin, siendo el que más llegada tuvo al público; en tapas de long play y en películas.
Con semejante cantidad de cultores dispuestos a dar su aliento y transpiración (el triunfo rápido era algo sumamente buscado) fue natural que, entre tantos, sobresalieran algunos con importante éxito en los tiempos siguientes, y que otros lograran una muy destacada carrera hasta en los días actuales. Puede decirse que no es exagerado nombrarlos como consagrados.
Algunos muy memoriosos podrán rescatar nombres, resonantes en su momento, pero que eran escuchados por estar acompañando a cantantes rescatados, ya inicialmente destacados desde la primera oída, por entusiasmados seguidores.
Brillaron en los primeros momentos Johnny Tedesco, intérprete de rock and roll que lucía coloridos pulóveres que, lamentablemente, no pudimos apreciar porque entonces la televisión era en blanco y negro. Johnny se lució con “Presumida”, y “Vuelve primavera”, entre otros; asimismo, Lalo Fransen cantó como solista fuera del Club y concretó giras por el interior.
Con solo mencionar a Palito Ortega, Violeta Rivas y Raúl Lavié no necesitaremos remarcar su vigencia. Pero hay alguien más, uno que siempre nos fue acompañando, casi discretamente, componiendo en distintos ritmos, haciéndolo siempre con solidez de autor fresco y directo.
Chico Novarro, desde el rítmico Camaleón y El orangután y la orangutana, hasta los tangos emotivos, pasando por boleros con letras llenas de sentimiento y filosofía, terminó de completar su ingreso a la trascendencia.
Ahora nos resulta un poco sorprendente percibir que todo se inició en una abierta idea global, en la que se previó seguramente la acción el implacable filtro, y que de allí hayan surgido artistas hoy respetados, reconocidos o admirados.
Tal vez los creadores de El Club del Clan, no estaban tan equivocados con su propuesta.

Redacción
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