Sensaciones y sentimientos



SEUDÓNIMOS. EL ENCANTO DE LO OCULTO
Por Hugo Borgna
No hay nada más bello que un niño recién nacido. Lo está esperando el mundo para que su nombre brille y reciba aplausos y felicitaciones. En todos los casos, sus ansiosos padres tienen decidido -y desde mucho tiempo antes- cuál va a ser la etiqueta que lo identifique, como un letrero luminoso en su frente, por donde vaya; lo que lo distinguirá definitivamente de todos los demás y deje su sello indeleble: su nombre.
Los papás de Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari le pusieron una sobrecarga de nombres, pero no contaron con que el pequeño Oscar se dedicaría -exitosamente- a una rama del arte de la pintura- De todo ese largo conjunto de apelativos, quedó solo “Xul Solar”.
El objetivo de los seudónimos es hacer que el nombre resulte fácil de memorizar y tenga una sonoridad con valor propio. Muchas veces no llega a ocultar nada, porque así como lo anotaron, es como les gusta ser recordados. Es el caso de Mercedes Sosa (Haydee Mercedes Sosa), Edmundo Rivero (Leonel Edmundo Rivero), Luis Landriscina (Luigi Landriscina), Luis Sandrini (Luis Santiago Sandrini), Tita Merello (Laura Ana Merello), Charly García (Carlos Alberto García Moreno). Luis Miguel usó solo el nombre dejando afuera sus apellidos Gallego Barteris.
Es propio de los artistas. En la mayoría de los casos, no son ellos los que asumen la iniciativa sino quienes los contratan para sus espectáculos o para el conjunto musical para quien van a cantar o actuar. Es el caso de Fernando Soler, quien nació como Carlos Alberto Taccari. En cuanto a Jorge Falcón (Luis Angel Iglesias), también fue rebautizado por Salustiano Paco Varela, quien buscó para sí un nombre bien fácil de recordar: Héctor Varela. Dentro del mismo grupo está Estela Raval, dirigida por su esposo Ricardo Romero. Se llamaba Palma Nicolina Ravallo.
Si no inician sus carreras aportando el canto para un director no familiar ni cónyuge, cuentan con la libertad de usar el propio, cosa que se nota a todas luces (las del escenario y las de la vida). Es el caso de Libertad Lamarque -casada y dirigida por Rodolfo Sciamarella-, que usó su nombre real, y el de nuestra Soledad, quien para completar su nombre artístico le agregó más tarde su apellido: Pastorutti. Es también el caso del tanguero Floreal Ruiz. Por su parte, Cacho Tirao, nació como Oscar Emilio Tirao, y Ginamaría Hidalgo fue anotada como Virginia Rosana Hidalgo.
Otro sector de los artistas que podríamos llamar “independientes” es el que conservaron o modificaron su nombre, su apellido o ambas cosas. Roberto Yanés se llamaba Roberto Cesar Iannacone, Alberto Marino era Vicente Marinaro, Homero Manzi había nacido como Homero Nicolás Manzione, Mariano Mores como Mariano Alberto Gómez, y Raúl Lavié es Raúl Alberto Peralta.
Quedan para casi el cierre, seudónimos que, ahora sí, ocultan nombres de sonido extraño. Nuestro recordado Juan Ramón se llamaba Ellery Guy Rech; el patriarca Atahualpa Yupanqui, nació como Héctor Roberto Chavero, Horacio Guarany era Eraclio Catalin Rodríguez Cereijo. Dentro de las figuras internacionales, Luis Manuel Ferri Llopis cantó como Nino Bravo; Reginald Kenneth Dwight lo hizo como Elton John, y Farrokh Bulsara como Freddie Mercury.
Dicen que los seudónimos pueden ayudar, proteger o proyectar, independientemente de la personalidad de una persona, separando claramente lo artístico de lo estrictamente humano. Todo vale con este frecuentado recurso frente a un público que debe atender al aspecto del arte.
A veces genera situaciones inesperadas. Como la de Sandro, que había llamado a un amigo por teléfono y se identificó como “Roberto”. El amigo preguntó: ¿Roberto? ¿Qué Roberto? La respuesta fue clara y segura: “Pero no, che, Soy Sandro”.

Redacción
Seguinos en Facebook y Twitter