Sensaciones y sentimientos




LA RIESGOSA SIMPLICIDAD
Por Hugo Borgna
Los autores de canciones hablan, como si conseguirlo fuera la cosa más natural, de expresarse con la misma sencillez y naturalidad con que se perciben los sentimientos. Por eso dicen, para completar la inefable receta, que es necesario usar las palabras de todos los días.
Pero están acechando, dispuestos a arruinar la mejor intención poética, los prejuicios. Entonces, para lograr un instantáneo entendimiento, se recurre a los lugares comunes. Es decir que si queremos hablar del sol, no digamos “Febo” ni “astro rey”, sino transparentemente claro, “sol”.
Hay quienes defienden la “sencillez elaborada” que concretaron los autores españoles de la generación del 98, como Pío Baroja. De todos modos hay, a mano, disponibles dentro de nuestra música cotidiana, ejemplos para mostrar de cuando la simplicidad resulta forzada y sin creatividad y, en la situación opuesta, la que suena grata al oído y a los sentimientos.
Siempre se parte del ideal romántico, el que produce placer con solo expresarlo. De Mario Clavell nació, mediante la palabra sencilla, la emoción perenne y profunda.
“Quisiera ser el primer motivo de tu vivir, estar en ti de la misma forma que tú estás en mí, representar en tu vida el sol, la ilusión la fe y esa emoción de amor que se siente una sola vez. Quisiera ser como la canción que te guste más, estar en tu alma y en tu soñar. Tu humilde sombra y el libro aquél que te acompaña desde tu niñez, esa y mil cosas, mi vida, quisiera ser”.
Posiblemente la diferencia esté en el caudal emotivo de cada autor, que percibe y crea belleza al mismo tiempo, inspirando y creando sensaciones al mismo tiempo. Con los mismos elementos que da la naturaleza y el estado de ánimo abierto a las nuevas vivencias, otro autor lo diría distinto.
En “Las olas y el viento (sucundún sucundún) el frío del mar, el frío de tu alma me hace tiritar…es por eso que he jurado no amarte, hasta tanto me devuelvas tu querer” se describe una sensación. En otros versos, también cantables, la letra dice “en una playa junto al mar, a ti te quise enamorar, y al mirarte me di cuenta que te podía besar. En una playa junto al mar a ti te quise enamorar, estando solos nos amamos, era una noche para amar”.
En estos ejemplos (el de Quisiera ser, Tiritando y En una playa junto al mar) la palabra es directa, la vivencia parte de lo hondo y, lo máximo; se comprende cabalmente con la sola percepción, oída o leída. Pero hay elementos que marcan la diferencia. Las imágenes pueden transmitir instantáneamente belleza en un caso y, en los otros, una simple sensación térmica.
Hay otro elemento para analizar y comparar: transmitir o esconder, por un momento, lo obvio. Es cuando se comprende que la simple enumeración que rodea a la situación no aporta la emoción que se pretende transmitir. Si los miembros de la pareja están junto al mar en un momento propicio, concretamente pueden dar y reciben amor. Es evidente que la referencia de que era una noche para amar, no era necesaria.
Mario Clavell lo describe -y no es obvio- cuando dice “abrázame así, que esta noche yo quiero sentir de tu pecho el inquieto latir, cuando estás a mi lado…Abrázame así, que en la vida no hay nada mejor que decirle que sí al corazón cuando pide cariño. Abrázame así, y en un beso te voy a contar el más dulce secreto de amor que hay en mi corazón”
Siempre hay riesgo de sobreinformación cuando se intenta transmitir el mensaje en el estado más puro de la comunicación. Si la idea es provocar la emoción, la mejor alternativa será transmitir la expresión que conserve toda la carga de la belleza.
Y, como en todo escrito, tener presente el efecto beneficioso de sugerir. Despierta la imaginación y la sensibilidad.

Redacción
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