Carta Abierta al Doctor Matías Drivet

Carta de Lectores 21 de febrero de 2023 Por REDACCION

Sr. Director: 

Para empezar, doctor, al tildar de fascistas a las mujeres que se manifestaron en los tribunales de Rafaela, no es usted original.
Algo parecido dijeron de estas y otras mujeres cuando el 9 de septiembre del año pasado algunas de ellas concurrieron al Ministerio Nacional de las Mujeres, Géneros y Diversidades.
Parecido o peor, porque entonces, además de endilgarles una conducta violenta y por asociación, “fascista”, también las llamaron “defensoras de violadores”, mote que puede usted volver a escuchar si revisa las redes en boca de una diputada como Mónica Macha y de la periodista Liliana Hendel.
Entonces, unas 2500 personas nos presentamos en el ministerio para exponer lo que ya ha dejado de ser un secreto a voces y que clama al cielo un poco de sensibilidad: las falsas denuncias, esas por las que se expresaron las mujeres que usted llamó “fascistas”.
Sin embargo, Twitter, esa cloaca donde se vierten sentencias rápidas para convocar voluntades afines, no le fue a usted favorable, señoría, y esto es porque la suerte del movimiento de rasgos autoritarios y fuertemente financiado por el capital financiero global que un servidor ha bautizado femirulismo, empezó a hacer agua, a medida que la realidad lo desborda.
Incómodo ante este vocerío de madres que piden por hijos presos, de hijas que exigen por padres acusados y de esposas que protestan por sus hombres encarcelados, ha dicho usted –como suele hacerlo este sector hegemónico-, la palabra mágica: fascista, santo y seña para que las hordas –que a su ver no son fascistas-, se arrojen contra estas mujeres.
El vocablo a esta altura sirve lo mismo para un barrido como para un fregado, así que como diría el buen libro, por los frutos conoceremos a los que ejercen una conducta autoritaria, intolerante, violenta, que en el diccionario político de nuestros días equivale a resumir en un solo anatema: fascista.
Veamos pues, quién da el piné y pone blanco sobre negro esta definición.
Fascista es la horda que a Miguel Nota rodeó en el camping de UPCN al grito de violador, que lo linchó y que a punto estuvo de hacerle perder un ojo.
Nota fue declarado inocente el año pasado en el primer proceso en el que un hombre no se declaró culpable anticipadamente para que no le tiraran por la cabeza la condena que el femirulismo, a través de una justicia adicta, propina a los hombres en la provincia de Santa Fe.
Nota, representado por el doctor Marcos Barceló, repito, fue el primero que dijo “no”, afrontó la cárcel y demostró su inocencia. El primero ¡entre 96 inculpados!
Fascista, me parece doctor, es esa horda, ese “fascio”, y fascista es que el abogado defensor cumpla su trabajo en medio de este hostigamiento: no bien pronuncia los nombres de las fiscales Del Río Ayala y Minitti, un inmediato amordazamiento seguido de sanciones le llueve sobre su testa.
Fascista es esa otra horda que incendió la casa del profesor Juanchi Trigatti en la ciudad de Santa Fe, asesinando a sus mascotas y golpeando al día siguiente a su mujer y a su hijo mayor.
Eso es fascismo. Es una pena que usted, que tuvo responsabilidades en cargos ejecutivos en la provincia, no se haya manifestado y los calificara así. Podemos tener criterios divergentes frente a un fenómeno, pero que unas mujeres que pegan carteles reclamando a la justicia se lleven el premio a las mejores fascistas de la provincia, parece algo desproporcionado frente a estas bandas de lúmpenes.
Y si hablamos de vulneración de los derechos como síntoma de fascismo, cabría aplicar el mote al caso Céspedes, docente condenado por cámaras Gesell amañadas y videos que sospechosamente desaparecen, para terminar con este dignísimo docente condenado a once años de prisión.
De paso, doctor, ¿no le parece a usted que una verdadera pandemia de docentes acusados en idénticas circunstancias, con procesos igualmente falaces y un clima social de linchamiento que se repite a lo largo y a lo ancho del país, no es un indicio de fascismo?
Desde Roberto Subirá en Santa Cruz a Fernando Rico en Buenos Aires, Trigatti, Céspedes y tantos otros en Santa Fe, todos profesionales dedicados con devoción a su tarea docente, fueron juzgados y condenados del mismo modo. ¿No le llama esto la atención? ¿No le dan ganas de tuitear algo?
Fascista era la horda que en Bahía Blanca acosó cada día del juicio a la madre, mujer y hermana de Juan Matías Bongiovanni, fascista la misma turba que celebró en la puerta de la familia paterna incluso antes de que su padre, con una pierna recientemente amputada, conociera el fallo, fascista fue el modo en que desde mucho tiempo antes los medios lo tildaron de “catequista abusador”, cuando no era ni catequista ni abusador.
Fascistas son los “escraches”, que han terminado con la vida de dieciocho personas, incluida una mujer.
¿No quiere opinar en su cuenta de Twitter sobre esto? Porque a usted, como hombre de la ley debería interesarle que un instrumento que es paralegal, anónimo, masivo, cobarde y por lo tanto, fascista, se aplique indiscriminadamente buscando hacer justicia por mano propia.
Tan fascista es esta herramienta femirula que en el caso Saganías, en la provincia de Córdoba, terminó con el empalamiento de un hombre, concretado por una mujer y dos varones, uno de ellos, sicario que aún está libre.
Vamos, doctor, yo sé que usted puede acceder al proceso, si quiere incluso se lo puedo pasar, y si lo lee, si descubre los detalles que llevaron a los tres ejecutores materiales a incendiar la casa de un hombre, hacer un simulacro de fusilamiento, clavarle un cuchillo en un pulmón, empalarlo y abandonarlo dándolo por muerto, podrá usted calibrar lo que es verdadero fascismo.
Estas mujeres a las que usted tan malamente destrató, preferirían que usted les abra las puertas de su despacho, que departa con ellas, que las escuche, que tal vez admita que algo huele podrido en la justicia, y no que las califique, -para que una horda femirula las agreda-, de fascistas.
Fascista es que Emanuel Suárez esté preso hace dos años, esperando un juicio que se inicia por acusaciones torcidas, por pruebas amañadas y hasta por el prejuzgamiento de un magistrado que asegura públicamente que casi no hace falta juzgar al hombre, porque ya es culpable.
Eso es fascista, doctor.
¿Cree usted que las reacciones que el pueblo ha empezado a tener frente al tema es porque vivimos rodeados de fascistas?
¿Supone que los padres de Junior Cabrera en Santa Rosa se cuelgan de las ventanas de los tribunales porque son fascistas o porque, en una demencial negación, no pueden aceptar que su hijo es un violador?
¿Diría usted que cuando el pueblo de Colonia Barón se moviliza en un porcentaje que supera el veinte por ciento de su población en defensa de Nico Echeveste lo hacen porque son fascistas?
Estas mujeres han contraatacado, doctor, con algo de lo que usted y el movimiento que lo apaña, abusó: su condición de género. Desde su femineidad lo acusan a usted de maltrato, le dan a probar la propia medicina que el femirulismo desperdigó por toda la sociedad argentina, porque así son las luchas, en algún momento, los débiles, los maltratados, aprenden y devuelven el golpe.
¿Sabe usted doctor Drivet que en el sur de nuestro país hay un Eduardo Horacio que para ver a su niña cambió su género y hoy es Eduarda Horacia? Sí, porque este desquicio que usted y sus valedores diseminaron por el país consiguió que cientos de miles de padres pierdan el contacto con sus hijos, de manera que este hombre, preguntó a su abogado “¿me defenderías mejor si fuera mujer?” y procedió.
El nido femirulo se alborotó con la noticia pero ni mu dijo cuando Gustavo, preso de la cárcel de Bouwer, pidió cambió de sexo en su DNI, pasó a una cárcel de mujeres, embarazó allí a una reclusa peligrosa y consiguió prisión domiciliaria para ella, y harén propio para él.
Gustavo está allí por violencia de género.
Como ve, doctor, el desquicio es mucho, y ustedes, los que lo sostienen desde los medios y la justicia, sienten por primera vez la reacción del sentido común de millones de personas afectadas por procesos irregulares, por la censura, la persecución y la muerte.
La cuestión, por si usted todavía no la entendió, en caso de que se trate de un ingenuo y no de alguien que usufructúa estos vientos ideológicos y culturales, es geopolítica, son leyes que vienen del norte, es el diseño de una sociedad de pedazos sueltos donde el varón, “hijo sano del patriarcado”, debe ser domado hasta que ya no sienta el más mínimo orgullo de su condición, hasta que cualquier indicio de violencia imaginada lo convierta en un apestado, y su figura se decolore en el entramado social hasta transformarlo en un pusilánime.
Para ser bien concreto, este mandato es imperial, esta agenda es ajena, estas políticas, que, usando de caballo de Troya a la mujer, incluyen una presunta diversidad, requieren una miríada de géneros (112, según consultor de la ONU); es decir que detrás de fines loables de protección a la mujer, emancipación e igualdad, se oculta una agenda lisa y llanamente digitada.
Doctor, usted fue funcionario público, así que póngase una mano en el corazón y dígame si no es llamativo que en cada municipio del país haya una secretaría de género, programas, subsidios, para atender las necesidades de géneros a menudo inventados que en nuestro país son representados por ¡8293 personas! ¡Presupuestos multimillonarios en un ministerio que supera en partidas al de defensa dedicados al 0.02% de la población!
Que usted no lo advierta lo incluye en tres opciones posibles: un ingenuo bienintencionado que ha creído en la nobleza de la propuesta, un aprovechado que sabe que mostrándose aliado de la causa femirula escalará posiciones en la justicia, o alguien aterrado por este dispositivo disciplinario.
No lo neguemos doctor, usted y yo lo sabemos, en los pasillos de tribunales, medios, universidades, el murmullo por el presunto castigo que recibirá cualquier desviación de la norma, discurre en voz baja.
Tal como el macartismo, otra instancia de carácter fascista, este movimiento hace listas negras, censura, despide, persigue. Es, lo diremos en esta carta varias veces, un dispositivo disciplinario. Así que vuelva a preguntarse, doctor, en qué grupo se sitúa: ¿ingenuo, aprovechado, o -disculpe la grosería- cagón?
Usted, doctor, debería saber, ya que ha tenido responsabilidad en la conducción política de la seguridad en su provincia, que las estadísticas no cierran, que Santa Fe, territorio con un registro de homicidios altamente superior a los del resto del país (alrededor de un 500% más) no puede contar con cárceles como las de Las Flores, donde el 20% de los encausados lo son por cuestiones de género.
Que todos los días ciudades como Rosario se rieguen con la sangre de inocentes, y que usted se dedique a rastrear fascistas, es tan incongruente como perverso, pero nos ilustra cómo opera el femirulismo en términos distractivos: la provincia se hunde por la criminalidad de los narcos pero todas las energías de la justicia se dirigen a los abusadores que caen por pruebas absurdas y a señalar “fascistas”.
Doctor Drivet, en esta carta abierta solo quería llamarle la atención de estos episodios, hacerle saber que, de seguir así, puebladas en todo el país serán inevitables, y que cuando eso ocurra y la justicia se sienta conmovida ante la revisión de procesos y jueces sancionados, no debería considerar esos episodios como revueltas “fascistas”.

Atentamente,

Carlos Balmaceda
DNI 16.275.273

P.D.: téngame al tanto de cómo seguirá la causa iniciada contra usted por todas estas peligrosas e intolerantes “fascistas”.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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