Sensaciones y sentimientos

Sociales 07 de febrero de 2023 Por REDACCION
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SABER SI ESTÁ BIEN ESCRITO

Por Hugo Borgna

La acuciante pregunta no se muestra claramente del modo en que lo dice el título -más propia del comienzo de un sesudo estudio filosófico- y además tiene la calma y todo el tiempo a disposición.
Los que han terminado un texto dicen, alto y claro para oírse mejor: ¿estará bien escrito?
Es legítima esta posición. Más todavía, es aconsejable.
La diferencia más notable entre la idea expresada por escrito y la que se enuncia verbalmente, es que la oral no admite pausa; no acepta otra interpretación que la que ha manifestado. Por eso es que mucha gente que escribe dice que es más fácil “decir” que “escribir”.
Es natural. La duda -frecuente y siempre inoportuna- no había tenido todavía oportunidad de manifestarse. Ahora, cuando se va rápidamente a la revisión del texto, se impone como obligación, en el preciso lugar en que el testimonio gráfico se ha instalado como un monumento a la verdad establecida para todos los tiempos.
Por lo general se trata de un análisis sereno, casi frío, de lo escrito, y desde el punto de vista del lector, antes de dar por cerrada la cuestión: pero es el momento en que surge la cuestión de si el texto está “bien escrito”.
En principio sí, ya que la idea a desarrollar por escrito ya se había adueñado de la voluntad del escritor. Casi palabra por palabra, por lo que hay que entender la duda va en otra dirección.
El “escribidor” se está preguntando si lo que se lee es lo que “quiso” decir. Y ese es un campo donde florecen, oscuras y tenebrosas, todas las dudas.
¿Hasta donde debo mostrar mi intimidad de pensamiento? ¿Es necesario que me defina tan claramente? Entonces ocurre con frecuencia que consulta a otro escritor más o menos en estos términos: ¿está bien escrito?
Para ir limpiando la maleza y al mismo tiempo separando la paja del trigo (no es necesaria la comparación, pero fue tentador poner un ejemplo autóctono del refranero del campo), es bueno respetar la idea original venida de la aérea, indubitable inspiración: ella, con la energía de lo espontáneo, esta diciendo con seguridad qué es lo que el autor “quería” decir, y el punto más cercano entre la certeza de la palabra dicha y la de su similar con destino de papel.
Otra cuestión que tienen las perversas, engañosas dudas es hacer creer a los escritores que la idea que están desarrollando y está a punto de consolidar, configura la última oportunidad de hacer un texto brillante, y al mismo tiempo, la urgencia de terminar ese párrafo o trabajo.
Las palabras tienen una aseveración, una contrapartida y una tentadora variante, todas, siempre disponibles, dando la idea de que las certezas son solo parciales, funciones solo “adecuadas” a cada texto.
Sin embargo, como con la energía, nada se pierde. Las acepciones que han sido obligadas a bajarse del tren, pronto encontrarán otro medio de transporte que los lleve a otra idea igualmente aceptable y eficaz. En otro texto, por supuesto.
Escribir es el acto más libre. Por otra parte, abre alternativas a cada momento. Siéntanse libres, escritores, la esencia de la creación está esperando por ustedes. Vivan, escriban. Expresen la alegría de ser propia de los saltimbanquis de la palabra.
Queda claro que la duda ayuda y, en muchos casos, dejar reposar un escrito puede ser útil, pero también esa habilitación de camino no siempre es buena idea; puede llevar a que ese texto no se resuelva nunca. Es bueno hacerlo en el menor tiempo posible. Si es ahora, mejor. En especial para la idea que espera en el aire, veleidosa e impaciente, posarse en el texto que está por nacer.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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