La elevada presión tributaria se ha convertido en una piedra muy difícil de cargar en la Argentina, con estados municipales, provinciales y el nacional demasiados costosos, anchos, voraces, ineficientes y poco transparentes que se aprovechan una y otra vez del esfuerzo de los contribuyentes. Con todos los fondos que ingresan a las arcas públicas, se financian la salud, la seguridad, la educación, la obra pública, la asistencia social y las políticas de fomento a la producción entre otras tantas acciones. Pero también una parte se deriva a actos de corrupción o al pago de asesores de asesores de diputados y senadores ya sea nacionales o provinciales que nunca se transparentan. 
De acuerdo a la plataforma Cálculos más Impuestos (Calim), Argentina cuenta con 167 impuestos vigentes en 2022. Si bien el mayor porcentaje de recaudación tributaria proviene de los impuestos nacionales (se estima que alrededor de un 80%), el monto restante surge de las provincias, de los municipios y las comunas. 
En un documento elaborado con tono pedagógico, Calim explica que los impuestos son tributos que los ciudadanos pagan al Estado para que luego se retribuyan en forma de bienes y servicios. En Argentina, existen tres niveles distintos de impuestos: nacionales, provinciales y municipales, administrados por los correspondientes organismos recaudadores. Para 2022, y gracias a los tributos que surgieron debido a la situación excepcional de pandemia, la suma total de impuestos asciende a 167. De este total, 43 son de carácter nacional, 39 provincial y 85 pertenecen al ámbito municipal.
En la industria automotriz queda en evidencia el impacto de la aplicación de tributos. De acuerdo a un informe de la Asociación de Fabricantes de Automóviles (Adefa) de 2021, cerca del 54% del valor final de un auto son impuestos. La larga lista de tributos que se pagan en toda la cadena de producción y venta contempla desde el IVA hasta algunas tasas municipales que concesionarios pagan y, finalmente, trasladan al valor de venta. Así se observa una significativa diferencia de precio respecto al exterior. La excesiva presión tributaria encarece los precios.
En el ámbito de la producción de alimentos también se advierte que el entramado tributario infla los costos y se trasladan al valor que pagan los consumidores. Uno de cada cuatro pesos del valor del pan, la carne y la leche son impuestos, de los cuales el 75% corresponden a tributos nacionales. Así lo señaló un informe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) que puntualizó que el trigo representa sólo el 13% del precio del pan. A tal punto que del trigo al pan el precio se multiplica más de siete veces, graficó la entidad.
En el reporte se afirma que en la última campaña de trigo, la Argentina produjo 23 millones de toneladas y se espera que este verano, como consecuencia de la sequía, se cosechen apenas 11 millones de toneladas, menos de la mitad. En consecuencia, vaticinó que se registraría una suba en el precio del trigo, pero no impactaría de lleno en el valor del pan.
El pan termina subiendo por otros factores, más ligados a la inflación general que al trigo. Un ejemplo de ello se ha visto entre febrero y agosto de este año. En esos seis meses, el trigo subió 59%, esto quiere decir que, el pan francés no debería haber aumentado más de $16 por kilo (8%) por efecto del trigo. Sin embargo, el pan aumentó $118. Es decir, aumentó por efecto del trigo $16 y por otros factores $102. La entidad puntualizó que el consumidor pagó en promedio $320 el kilo de pan, de los cuales $80 corresponden a la carga tributaria. Al analizar la composición de ese importe, en el estudio se detalla que el 57% son costos, el 25% impuestos y el 18% ganancias. De los impuestos que paga la cadena, el 79% son nacionales, 19% provinciales y 2% municipales; Ganancias e IVA concentran el 70% de los impuestos pagados por el sector.
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