Sensaciones y sentimientos

Sociales 16 de agosto de 2022 Por REDACCION
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sensaciones y sentimientos

UNA PAUSA EN JARRITA

Por Hugo Borgna

La vida, como todos los fenómenos indescriptibles, indefinibles y no punibles, transcurre a su medida (no son los límites que muestran los relojes y los almanaques), desvergonzadamente libre y volando, a pesar de no tener alas. Siempre, siempre a la misma velocidad, aunque hay algo que consigue detener su paso.
Es cuando un elemento líquido con pico blanco arriba, como un Himalaya a la medida, se instala en medio de un grupo humano con mucho para decir. Y como lo dice, ese líquido negro escucha.
La palabra café genéricamente sugiere mucho más que lo visible a simple mirada. Y la imagen de la jarrita no refiere al sonoro “porroncito marrón” que alegraba el ánimo Glenn Miller mediante (recuerden, lectores, que en la película “Música y lágrimas” se ve el emblemático “porroncito”: resulta ser un diminuto pote de cosmético que tiene en su dormitorio la mujer del músico).
Café es mucho más de lo que se ha nombrado.
La jarrita, como el cortado -mediano o chico- y la poco concurrida lágrima, son casi todo el menú contenido en grupos “de café” donde se lo posa con cuidado artesanal en mesas habitadas por un respetuoso e interesado silencio, a fin de poder gozar con los comentarios de los humanos asistentes a la humeante ceremonia, esa que por lo general envuelve y aviva el ánimo más que un negro spiritual cantado en el Harlem.
Pero vamos a detenernos en los dichos de los caféparlantes asistentes a la reunión comunitaria, elástica como pocas, cuando se presentan más participantes de los que previstos por la, o las dos mesas previa y sabiamente puestas juntas.
Con solo pasar por el costado de esas células de conversación, el casi siempre expectante oído se aguza. No se ha llegado todavía a la mesa propia, pero ya trabaja el interés por saber de qué habla esa otra gente. Llegando, ahora sí, a la bien identificada mesa, aparece la silla disponible, amable como un trono. De poca ceremonia, pero trono al fin.
Nunca la conversación está hegemonizada por un solo participante. No se espera ser invocado para intervenir, y la mayoría participa espontáneamente. Siempre surgen los corroboradores y los que aportan ocasionales variantes. Si se advierte que alguno está “demasiado” tiempo en silencio, es mirado para asegurarse de que está atendiendo al tema instalado. O, al menos, respirando.
Estas mesas son ricas, además de cafeína, en personalidades diferentes. Si abordan el mismo tema, cada uno lo hace con un enfoque diferente. Se aconseja que haya siempre cantores, bancarios, músicos y especialistas en diversos temas. Como el campo, por ejemplo.
Los hay que analizan el estado de la economía –propia y del país-, hablan de viajes y lugares, aportan concepciones filosóficas o evalúan así la realidad social. También, sorprendiendo a los demás, dan información detallada de algo de que se conoce poco. Por supuesto, no faltan los que frecuentemente buscan la frase pícara o picante, buscando con la mirada apoyo de alguien (siempre disponible) en ese corte del tema. Por supuesto lo encuentran.
El clima estará así de sorpresivo y variable, hasta que alguien (siempre es uno distinto) mira la hora en un reloj o en la pantalla del televisor comunitario. Es cuando se toma conciencia de que ha transcurrido demasiado tiempo y que carroza ha vuelto a ser zapallo común y corriente.
Se podrá decir, con la mejor intención, que el momento del café es una pausa. Y, compensatoriamente, “necesaria” por la sentida, casi tangible, comunicación que genera.
¿Se dan cuenta, unos y otros, de que existe una sensación de tiempo suspendido?
¿Y que, por eso, habría que revisar la idea de que es una simple pausa?

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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