Sensaciones y sentimientos

Sociales 09 de marzo de 2021 Por Hugo Borgna
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BEST SELLERS, NOBELES Y DEMÁS
Los libros son libres y abiertos, con toda libertad y apertura; sus mensajes son claramente definidos y, por eso, están grabados en el confiable, inalterable papel.
Todos están a la vista. Disponibles para ser interiormente conocidos por lectores que -como ocurre en todos los órdenes- previamente han establecido pautas de acuerdo a su gusto, y categorizaciones según los comentarios de amigos o de influyentes críticos mediáticos.
Por eso tienen vida y autoridad propia las etiquetas. Son las que, con la seguridad de responsables agentes de tránsito, anticipan por qué vía cultural transitará el ya predispuesto lector.
La expresión “best seller” tiene fuerte poder de convicción. Indica que un libro es de amplia preferencia en el ámbito de los lectores, esos que se han dejado impresionar con números de muchos ceros de ejemplares vendidos y, en muchos casos, de múltiples traducciones.
En otro sector, admirados como productos de culto, se hallan las obras de quienes han ganado un premio Nobel. Son textos que, aún antes de ser abiertos, ya gozan de una buena (¡qué digo buena, excelente!) predisposición de lectores que ya los aplauden desde la presentación formal (incluidos el tipo de letra y calidad del papel. Todo, mucho antes de interiorizarse del contenido.
Ya se está notando a esta altura del texto la presencia de veredas bien separadas y definidas entre sí; pero para completar el generoso panorama de lectura, pide atención una tercera vía de tránsito que ganó indiscutible respeto y admiración: la que circula soberana, orgullosa y laureada por la avenida de los clásicos.
En este momento se nota el reclamo silencioso -no por eso menos efectivo- de dos importantes grupos de lectores: los seguidores de novelas de autores consagrados como especializados en libros más vendidos, los que esperan y siguen –muy ansiosos- a los escritores argentinos y, finalmente, los muy atentos a autores de libros del (¿nuevo?) estilo periodístico-literario, desarrollado por periodistas e investigadores de hechos de muy estricta actualidad.
Se imponen dos preguntas inquietantes ¿Se justifica clasificar como superiores a algunas categorías? ¿Existen lectores de nivel más alto que otros, por la especialización que eligen?
Todos los libros tienen por sí mismos un alto valor de calidad. Por la investigación que supone crear un libro, sea la que fuera o asunto o época determinada. La edición de un libro reclama abundante tiempo de elaboración de los textos, y su siempre prolija escritura, incluyendo además el sacrificado esfuerzo de corrección, en lo gramatical y lo estético.
Por todo eso, iniciar la lectura de un libro -cualquiera sea el gusto e interés del lector- es de por sí solo un acto positivo. Leer es más que tomar información, emocionarse con la historia relatada o gustar la profundidad de una poesía. Es un diálogo con el interior de cada lector, una necesaria introspección para entender mejor a los demás y a uno mismo.
No estamos escapando, lector atento, de la cuestión que hace a la diferencia de calidad.
Cada libro responde cabalmente a la formación cultural, a la originalidad en la presentación, a la profundización de los temas y, decididamente, al manejo del lenguaje.
Si el lector lo advierte preciso y equilibrado, será un buen libro.
Si percibe que el texto fluye naturalmente y lo invita a seguir leyendo, será un buen libro.
Si nota un natural calor humano en sus frases, seguramente constituirá un buen libro.
Y si siente el lector que lo ha logrado conmover y que él podría haberlo escrito igual, será entonces y sin ninguna duda escondida entre las hojas, la obra ideal.

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