Genética Albiceleste

Deportes 18 de enero de 2021 Por Néstor Clivati
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FOTO ARCHIVO NA ESTRELLA. Di María en uno de los entrenamientos de su vuelta reciente a la selección argentina.
FOTO ARCHIVO NA ESTRELLA. Di María en uno de los entrenamientos de su vuelta reciente a la selección argentina.

(Especial para LA OPINION). - Todavía recuerdo a ese desgarbado y ágil delantero (hoy lo llaman “picante”) que Rosario Central presentó en un cuadrangular de verano en el estadio Monumental de Rafaela allá por 2005 y esa sensación inequívoca de estar ante un crack en ciernes.
No fui el único en echarle el ojo ya que sus cualidades rompían el promedio del resto de los futbolistas y en los palcos de prensa, no se hablaba de otra cosa, mientras se pedían los primeros datos del tal Flaco Di María.
Ángel Zoff, viejo lobo de mar, antes que nadie, lo apuntó en las formativas Canallas y lo subió, precoz todavía, a un escenario del que nunca se bajaría hasta nuestros tiempos.
El fútbol globalizado y la necesidad vendedora de la época, impidió que los simpatizantes auriazules, dejaran de verlo frecuentar el Gigante de Arroyito, rápidamente; Di María apenas completó una temporada de primera división con esos colores, para comenzar con tan solo 18 años, a convertirse en una referencia en las principales ligas europeas.
Su historia es cautivante y vale la pena repasarla en los umbrales de los últimos y nuevos desafíos que llegarán con la Selección Mayor en un par de meses.
Desde que empezó a cargar bolsas de carbón en su infancia, Ángel Di María supo que siempre le tocaría el trabajo sucio. Pero un día fue el número 1 del mundo. Cuando lo compró París Saint-Germain se convirtió en el futbolista que más dinero había generado por transferencias en la historia del fútbol: 179 millones de euros. El mismo pibe que pasó del club 'El Torito' a las divisiones inferiores de Central por 26 pelotas nuevas. Es un buen resumen para una vida de contrastes. Nadie tan despreciado, nadie tan imprescindible.
Completó el álbum antes que nadie: también jugó con Wayne Rooney, con Zlatan Ibrahimovic y con Lionel Messi, claro, con el 'Enano', como él lo llama. Entre los 1350 millones de euros que invirtió el qatarí Al-Khelaïfi cuando en 2011 compró PSG, pensó en él como refuerzo. Antes y después también corrió por... Rui Costa, Kaká y por Cavani. Por Xabi Alonso y por Falcao. Por Gareth Bale y por Robie Van Persie. Por Benzema y por la 'Perla' Reyes. Por Özil, Sergio Ramos y Dani Alves... Pero ellos no entienden que es un fracasado.
Contra las sospechas, contra la maldad. Rocky Balboa lo convenció a Di María de seguir peleando, por eso el futbolista repite esa frase que se robó del primer capítulo de la saga cinematográfica del boxeador de Filadelfia: "Seguir cuando no puedes más es lo que te hace diferente a los demás". No son los millones, si ya ni sabe cuántos tiene. Es ambición, venganza también. Si el próximo domingo conquista la Champions, este actor de reparto, discutido y despellejado en la Argentina, atrapará otro registro casi sin antecedentes.
Entre compatriotas, sólo Fernando Redondo alzó la 'Orejona' con dos equipos diferentes: fue inmenso en Real Madrid, pero apenas decorativo en la conquista de Milan 2002/03. Por cierto, en aquella definición el 'Príncipe' ni estuvo en el banco. A Di María lo eligieron el MVP de la final de 2014 con el Real Madrid de Carlo Ancelotti porque llevó al alargue un clásico que ya disfrutaba Diego Simeone.
Todo lo que remite a nuestro país, le duele. Después de la Copa América pasada, Lionel Scaloni pareció jubilarlo. Los medios ya lo habíamos descuartizado. Nunca más lo citaron para la selección, pese a que desde entonces Di María ofreció una temporada 2019/20 de alta rentabilidad: 12 goles, 22 asistencias y cuatro títulos después, otra vez toca a la puerta de la gloria europea. Parece que volvió a engañarlos a todos.
Y aún en Pandemia, con calendarios deformados y escuetos, marcó un promedio de un gol cada dos partidos, ratificando su chispa que no debe ser desdeñada por ningún entrenador y esto, naturalmente, incluye al actual responsable del equipo mayor albiceleste, que, con buenos reflejos, se curó en salud y volvió a convocarlo para la ventana de noviembre pasado, dejándole en la misma, un mensaje de motivación y expectativa.
El Fideo Di María, esta en el parnaso que integran aquellos que se calzaron la camiseta argentina en mas de 100 ocasiones; también es cierto que, para los rigurosos biógrafos, este rosarino está en la bolsa de las frustraciones que esa generación dorada, carga desde hace mas de una década, por no poder levantar un trofeo internacional significativo.
Un karma que ni siquiera el fulgor de Lionel Messi ha podido revertir, como insignia de este grupo de geniales atletas que el futbol de nuestro país ha ofrecido generosamente, al resto del planeta.
Di María todavía tiene algunas cosas para decir en la cancha, lo intuyo, lo presiento; es probable que no haya demasiado sustento objetivo para tal corazonada, pero, tratándose de la Selección y de un hombre predestinado a los grandes momentos, por qué no…
¿O no te brotaron las lágrimas junto a los gritos y abrazos, cuando metió ese zurdazo frente a Suiza en el mundial de Brasil y el partido expiraba?
O no te levantaste como eyectado, después que la pelota viajo hacia el fondo del arco francés, para empatar parcialmente aquella serie en Rusia hace un par de años?
Un hombre que suele reinventarse, un tipo inoxidable, un ariete de los viejos tiempos que todavía pide un lugar, una consideración y que con tales avales, habrá que concedérsela. Me parece…

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