En busca de… Mariana Occhiuzzi, artista

La Palabra 09 de enero de 2021 Por Raúl Vigini
Feliz itinerancia Nacida en Jesús María a fines de los setenta, radicada en la ciudad en Córdoba en su juventud, participó de numerosas propuestas con la música, el teatro, y demás disciplinas artísticas, que le permitieron ir definiendo su abordaje profesional. Vivió en la capital del país, y actualmente decidió su radicación en Estados Unidos. Con decidido ímpetu llevó su alforja cultural por el mundo, y en este animado encuentro lo relata para LA PALABRA.
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archivo Mariana Occhiuzzi Colaboraciones: Música y video para su amiga Lili Zavala que reside en Suecia

LP - Los recuerdos de tu ciudad natal.

M.O. - Jesús María siempre tendrá los recuerdos de la infancia: casa de los viejos, el jardín con las flores y los árboles de mi mamá, las idas a las sierras en bicicleta, el río, las y los amigos del pueblo, los primeros enamoramientos, el Festival de Doma en enero, los salames de la Colonia Caroya, algún cuarteto sonando en la radio, las primeras incursiones artísticas con el teatro y la música, y la Clínica donde trabajaban mis viejos, con la sensación de familiaridad y naturalidad de ese universo cotidiano.

LP - Los incentivos de la gran ciudad mediterránea. Formarte en música. La experiencia en La Colmena y el Teatro espontáneo.

M.O. - Desde chica sentí que quería ser médica. Pero al llegar a los exámenes de ingreso de la Universidad Nacional de Córdoba me abataté, y “fallé con todo éxito en el examen de física”. Quedé afuera de la carrera y la mezcla de sentimientos fue grande, pero había algo que me decía que mi camino era a través del arte. El tiempo, las experiencias y las vueltas de la vida darían luego las pistas sobre cómo unir el arte con mi vocación de servicio. El camino fue, te diría, poco ortodoxo, pero igualmente bonito.
Me mudé a Córdoba y empecé a estudiar flauta traversa, instrumento que confieso no había tocado en mi vida, pero que me hipnotizaba. En la escuela La Colmena tenía compañeros muy talentosos, tocaban desde pequeños y entendían la música desde las tripas. Yo en cambio, tenía que estudiar muchísimo para estar al nivel. A pesar de lo mucho que me gustaba y el esfuerzo que conllevaba meterme en el mundo del arte, sentía que estudiar música no me era suficiente en términos académicos, y combiné entonces con el Profesorado para Sordos… Sí, una mezcla rarísima, pero en ese momento tenía sentido. Con el tiempo abandoné el profesorado y seguí con la música.
Intenté luego entrar a Psicología a la par de mi hermano Santiago, pero abandoné tempranamente y seguí con música. Hice un curso de Acompañamiento terapéutico y, luego de las prácticas en el Hospital Neuropsiquiátrico, abandoné esa labor y seguí con música. Como ves, tenía una fuerte costumbre de “picotear” actividades, y esto daba la característica de poco ortodoxa a mi manera de buscar. Sin embargo, ahora y a la distancia, siento que nuevas formas de mirar, de escuchar y de sentir fueron posibles gracias a ese andar multifacético y un tanto desorganizado. Además de la música, el teatro también persistió los avatares del picoteo. En el 2000 entré a formar parte de El Pasaje, una compañía de teatro espontáneo de Córdoba capital. El teatro espontáneo es un teatro de improvisación donde la compañía, formada por actrices, actores, músicas y músicos, iluminadores y una directora o director, pone en el escenario lo que le pasa a la gente, lo que no sale en los diarios ni en la tele, lo de todos los días, las verdades cotidianas. Durante estos últimos veinte años, con diferentes colectivos teatrales -de Argentina y otros países- fui aprendiendo el oficio de ser música de teatro espontáneo, acompañando con sonidos las escenas de la gente. Para esto, fue necesario aprender a tocar otros instrumentos que me permitieran expresar y expandir las sonoridades que yo entendía, la escena necesitaba. Así, la percusión entró a mi vida y algún que otro instrumento como el acordeón y el ukelele que uso muy esporádicamente. Este mundo del teatro espontáneo, muy cercano al psicodrama también, me posibilitó viajar para capacitarme y dar clases en Chile, Cuba, México, USA y Canadá. Temas abordados por el teatro espontáneo. Como este teatro le da voz a lo que le pasa a la gente común, las temáticas son infinitas ¡y la riqueza incalculable! Debo decir, que muchas veces hemos llorado y reído en una misma función. La profundidad de una función seguramente se dará por la magia que logre la compañía en la conexión con el público de ese día.
Para darte ejemplos de temáticas, dentro de instituciones de salud, hemos abordado temas específicos como la ética, la violencia obstétrica, el duelo, la omnipotencia del médico, el poder. En funciones abiertas hemos hablado del amor, del desamor, de política y grietas, de sexo, de diferencias generacionales, de despedidas y encuentros. En las escuelas hemos hablado de feminismo, de machismo, del dolor, de la muerte, de la alegría. Ninguno de los temas que te nombre son o fueron exclusivos de un ámbito… El teatro espontáneo es así, inclusivo, amplio y sobre todo, desobediente. De las funciones más fuertes que viví en mi vida, recuerdo una de las que hicimos para el ciclo Teatro por la identidad en Córdoba con la compañía El Pasaje. Por lo delicado del tema nos habíamos preparado por meses, ensayando con nuestras propias historias sobre la época del proceso. Habíamos compartido vivencias de esos tiempos, o de nuestras familias -para quienes como yo, que nací en el 78, no la viví en carne propia-. Trabajamos la metáfora y la poesía para cuando la muerte y la tortura aparecieran en los relatos de la audiencia: cómo mostrar el horror sin el morbo, cómo ser fieles al relato y permitir vuelo artístico y que pudiera traer nuevos significados. Incluso pensamos en que quizás la gente no querría hablar y hasta elaboramos nuestras propias “escenas temidas” para las noches de función. Lo que nunca nos imaginamos sucedió. Alguien, en medio de la función se paró y opinó a favor de los milicos. Recuerdo sentir mi corazón galopando y pensando: “¡¡¡Quién es este tipo!!! ¡¡Está loco!! ¡¡¡Venir a decir esto acá!!! Esa noche nuestra ética se puso a prueba… la directora manejo la situación de manera magistral, con respeto y cuidado por ese hombre y por el resto de la audiencia.  

LP  - Proyectos concretados en tierra cordobesa.

M.O. - Córdoba fue un espacio muy fértil para aprender y probar cosas nuevas, conocer gente, caerse, levantarse y así crecer. Los proyectos musicales han sido muchos y he ido picoteando entre estilos como folklore, jazz, y música brasileña, latinoamericana y hasta música y teatro para niños. Armamos “La Chunca” junto a Mariano Clavijo, Ignacio Freijo, Pablo Dolisnki, Marco Martina;  “Caixa da musica” con Juan Iñaki, Pablo Rojas, Adriana Celiz, Cecilia Fandiño, Rodrigo Toledo; acompañé a Las Pacheco, Mery Murúa, Eduardo Negro Sosa, Analia Vega, Yenny Nager, Las Tamvos, Paola Bernal, Guillo Bonaparte, Lili Zavala y Miguel Rivaynera y mucha gente querida más…  ¡increíbles artistas! En guitarreadas y a veces en escenarios, por esas casualidades y regalos de la vida, tuve el privilegio de tocar con músicos reconocidos como el Chango Farías Gómez, Marta Gómez, Fandermole, Juan Quintero, Carlos “el Negro” Aguirre, Carnota, Lito Vitale, Baglietto y otros. Esos son detalles para “engolosinarse” y contarle a los nietos, pero creo que lo más importante es, que de mi vida en Córdoba tengo amistades que veinte años después siguen fuertes, a pesar de las distancias y el paso del tiempo. 

LP - La docencia como proyección de uno mismo.

M.O. - Descubrí la docencia en Jesús María. Empecé con talleres para niñas y niños pequeños, pero poco a poco tuve un abanico etario gigante que me brindó aprendizajes hermosos. ¡¡Mi alumno más grande tenía setenta y cinco años y empezaba a estudiar acordeón, era un señor con una fuerza de voluntad envidiable del que aprendí más de lo que yo podía enseñarle!! ¡A la docencia le tengo mucho respeto! Ser maestra de alguien es mucha responsabilidad, e implica niveles de dedicación y mucha humildad. Buscar siempre nuevas formas de transmitir saberes y el amor a través de ese intercambio.   Confieso que como tengo “hormigas en las sentaderas”, nunca estuve demasiado tiempo en ninguna institución educativa, pero agradezco inmensamente cada espacio en el que tuve la oportunidad de dar clases y aprender.

por Raúl Vigini

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