Sensaciones y sentimientos

Sociales 24 de noviembre de 2020 Por Hugo Borgna
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VIVA LA GENTE FRONTAL
Es difícil serlo, ya se sabe. Por lo menos, siempre y ante todos; pero aun así les proponemos, lectores atentos y sagaces, ver juntos la posibilidad de ser frontales.
Hay que admitir que la posibilidad de encarar públicamente este tema provoca incomodidad, y eso es un contrasentido: si se quiere premiar la frontalidad, no debe existir lugar para la duda. Pero nos atrevemos y, en primer lugar, vamos a destacar los argumentos que hay contra la limpia y transparente frontalidad, que viene a ser hermana gemela de la actitud espontánea.
María Elena Walsh, en su modo particular de cantar las cuarenta (“Lengua filosa”), hace un aporte que da pie y hace caminar la cuestión; “Parece que están diciendo / por toda la vecindad / que tengo lengua filosa…”.
En la canción destapa la necesidad de lavar el “trapito sucio” que se oculta “tras el postigo”. Dice “pa’ la tijera / hay sastre y hay peluquera / yo soy honrada / no corto ni agrego nada”. Finalmente deja una conclusión para pensar y opinar “Y tanta sinceridad / quién me la agradecerá / digo siempre la verdad / y así me va”
Toda la problemática empieza con la búsqueda de la popularidad, premio buscado intensamente mediante la palabra a medio camino entre el elogio y la crítica.
No se trata del objetivo de ser amigo de todo el mundo -eso es otra cuestión- sino de algo paralelo y aparentemente más fácil: ser aceptado y caerle bien a todos. Para ser persona bien apreciada y recibida por todos, el trato debe ser siempre amable, omitiendo comentarios u opiniones porque pueden lastimar eventualmente alguna susceptibilidad.
Como efecto no buscado, se percibe como gente molesta a quienes expresan los conceptos con claridad. Se dice que su “falta” (a nivel de pecado) es “dividir” a la gente, ya que generarán automáticamente un sector de opinión a favor y otro en contra, cuando en realidad lo más cómodo -y que hace quedar bien- es la indefinición como sistema.
Cuando nos expresamos ambiguamente -porque no queremos que “por ahora” los demás sepan nuestro modo de sentir o pensar-, actuamos escondiendo gustos y objetivos, esperando que los demás se definan primero. Se genera así una especulación que puede durar toda una vida (o dos , si la otra parte hace el mismo juego que nosotros).
Una histórica revista de tamaño de bolsillo, que “selecciona” artículos de diferentes publicaciones, aconsejó hace mucho tiempo la necesidad de expresarse con franqueza. Porque así se sabe desde un primer momento si se va a congeniar. Asimismo, se sabe si el contacto será de oposición o de trato indiferente, y el beneficio sería entonces no haber perdido tiempo en una relación inocua, ya que lo ocuparíamos en tratar con gente de más afinidad.
Las personas que por naturaleza son sociables e integradas a los que las rodean no necesitan pensar antes de hablar qué se debe decir y qué no. De hecho, esa prevención sirve solamente para transmitir una imagen propia que no siempre se corresponde con el ámbito interior.
La gente frontal no teme que su mensaje pueda herir; su naturaleza es compartir. Al ser positivas se expresan siempre con libertad y amplitud de criterio. Se sienten transparentes y saben leer el interior de los demás: cuando intentan el acercamiento muestran claramente su mitad del puente.
Como una medicina que se genera sola, la gente frontal sana y transmite confianza; facilita el entendimiento y entreabre ventanas al conocimiento y apreciación mutua.
Y también -¿por qué no?- hace ganar tiempo y buenas relaciones.

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