En busca de… Irene Pena, médica pediatra

La Palabra 06 de noviembre de 2020 Por Raúl Vigini
El juramento de no dañar Nacida en La Plata a comienzos de los ochenta, egresada de la UBA en Medicina con Especialidad de Pediatría en el Hospital Interzonal Especializado Don Victorio Tetamanti de Mar del Plata. Su interés por el mundo saludable la orientó a participar de Cursos de Postgrado dictados por la Asociación Latinoamericana de Fitomedicina: Fitomedicina y Nutrición Orthomolecular. De todo su aprendizaje, que no se detiene en el presente, ofrece su servicio profesional así como charlas y conferencias presenciales o mediante recursos virtuales. Experiencia que comparte con LA PALABRA en este encuentro.
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archivo Irene Pena Consultorio: Irene Pena acompaña desde su profesión a quienes necesitan de su aporte

LP - Inquietudes de la niñez. 

I.P. - Mi niñez fue muy sencilla, soy hija de médicos, mis dos padres terminaron su carrera con mucho sacrificio criándonos a mí y a mis cuatro hermanos en la ciudad de La Plata, luego nos mudamos a Vicente López, Gran Buenos Aires y ahí continué mi vida hasta los veinticinco años. A esa edad me mudo con mi familia a la ciudad de Mar del Plata y comienzo mi especialidad de Pediatra, luego conozco a quien es mi marido e inicio un camino de descubrimientos en la medicina a raíz de mi fe cristiana. De niña crecí en el seno de una familia cristiana, y siendo muy pequeña, un día le dije a Dios que quería servirlo, no sabía mucho de qué forma lo haría, pero si sabía que quería hacerlo. A la edad de diez años comienzo a asistir a una Escuela Adventista del Séptimo Día en la localidad de Florida, Vicente López, donde tuve la oportunidad de realizar muchas actividades de ayuda al prójimo y también exponiendo mi fe a mis compañeros y amigos. Me gustaba ir a ayudar en un merendero en la localidad de Tigre, los sábados de tarde, donde enseñábamos la Biblia a niños de un barrio muy humilde y les llevábamos algo de comer. Yo admiraba a las personas que dedicaban su vida a ayudar a esas personas. Así fue creciendo en mí el deseo de dedicar mi vida a viajar y ayudar a otros a conocer a Dios. Cuando cumplí los diecisiete años y terminando la escuela secundaria tuve que decidir qué iba a hacer de mi vida, sabía que quería estudiar una carrera, pero no sabía qué estudiar, no quería ser médica, era lo último que me interesaba. Di muchas vueltas, hice muchos cursos de orientación vocacional, pero nada servía. Seguía en mí el deseo de servir a Dios. Un día hablando con Dios, él me dijo que me anote en medicina y así fue como empecé mi carrera, tomada de su mano.

LP - Desde cuándo la mirada orientada hacia la naturaleza.

I.P. - Siempre tuve la inquietud de cuidar la naturaleza, de no contaminar, de no comer carne, pero no comprendí realmente por qué hacerlo, es decir la verdadera motivación, hasta entendí que lo haría para agradar a mi buen Dios. Ese fue el click en mi cabeza, la ficha que entró y me hizo comprender que cuando uno hace las cosas por amor, entonces tienen un sentido y son duraderas.

LP - La compatibilidad entre lo estudiado y lo adquirido. Cómo resolverlo.

I.P. - Al principio me costó encajar las dos visiones, pero con el tiempo comprendí que la medicina que se enseña en la Universidad salva muchas vidas, especialmente ante las urgencias, pero en cuanto a las enfermedades crónicas, las que son el resultado del estilo de vida y la alimentación, hay mucha ignorancia. Solo una búsqueda personal de cada médico va a lograr llegar al conocimiento de la medicina que cura y previene. Entonces solo así se lograra no violar el juramento Hipocrático de “no dañar”.

LP - El estado de la salud pública. 

I.P. - Yo hace muchos años que no formo parte del sistema público de salud, pero veo las eternas falencias que hay en nuestro querido país y el esfuerzo sobrehumano de los médicos argentinos, que están preparados para hacer frente a cualquier cosa, me atrevería a decir, hasta en las peores circunstancias. 

LP - La realidad de “que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento” de  Hipócrates.

I.P. - Este principio es básico, es el ABC de la salud, hasta que no comprendamos que los virus, bacterias o cualquier germen no anida con facilidad en un cuerpo limpio, por una buena alimentación, nutritiva, un intestino sano con bacterias equilibradas y benéficas en su correcta proporción, tomando agua y no gaseosas, café, mate todo el día, usando suplementos y plantas medicinales adecuadas para fortalecer nuestro sistema inmune; seguiremos teniendo miedo de agresores externos sin saber cómo defendernos realmente. De la misma manera, si nos alimentamos con una dieta equilibrada basada en plantas, y limitamos los productos de origen animal, tendremos menos predisposición a virus, bacterias, parásitos, y de destruir nuestra flora intestinal con la cantidad de hormonas y antibióticos a los que se exponen estos animales. Equilibrar y comprender que la salud comienza en los intestinos es lo primordial. Y esto se obtiene en un noventa por ciento de una dieta equilibrada y saludable basada en plantas, un desayuno importante, tres comidas, y cenas livianas y tempranas u omitiéndolas, tomar agua entre las comidas y no con las comidas, evitar el alcohol y los estimulantes, la cafeína y las gaseosas, harinas refinadas y azúcar en exceso. El diez por ciento restante es la actividad física diaria, la Vitamina D, el agua, el descanso, el equilibrio, y por sobre todo, la confianza en Dios.

LP - Tu experiencia con la fitomedicina siendo pediatra.

I.P. - El uso de plantas medicinales en pediatría está poco difundido en nuestro país, pero no es así en Europa y países anglosajones, de donde provienen la mayoría de los estudios controlados y aleatorizados que aprueban su uso. Digamos que a partir de los cuatro años uno puede utilizar plantas en niños, pero siempre debe ser guiado por un médico. Tengo fabulosas experiencias y resultados. La caléndula es excelente en cremas y ungüentos para las dermatitis atópicas, el ambay, una planta oriunda de Misiones, es excelente para catarros y cuadros de asma y es infalible, a partir de los siete años de edad. Hay muchos padres interesados en el uso de productos naturales y eso es muy satisfactorio. Así como cada vez más profesionales que se interesan en la materia.

LP - Tus logros como madre en la salud de tu bebé.

I.P. - Yo no tengo palabras para describir la felicidad que me da ver a mi hija de tres años comer palta en el desayuno, pan integral, leche de almendras. Ella es sanísima, inteligente, y no lo digo porque sea mi hija, sino porque veo los resultados de una buena alimentación y la importancia de que los padres sean los que se alimenten de esa manera, porque entonces sus hijos van a imitarlos. Animo a cualquier lector a que haga cambios y los fomente en sus hijos, en lo posible a edades tempranas y no va a arrepentirse de los resultados. Si es posible criarlos en lugares naturales o llevarlos regularmente a que pasen tiempo en la naturaleza, gastando sus energías. Mi hija juega con sus gallinas y gallo, ayuda al padre en su huerta y a cocinar pan. Hace trabajo al aire libre, y eso es impagable.

LP - ¿Comer sano es cocinar complejo?  

I.P. - Para nada, el mejor ejemplo soy yo, nunca me destaqué en la cocina, ¡todo lo contrario! La cocina saludable es súper sencilla, pero requiere de un poquito de esmero, no desanimarse si nos sale mal, la primera o la segunda o la tercera vez, sino ser perseverante y no rendirse. Hoy en día hay muchas recetas en internet para poder ir probando. Y también está el hecho de aprender a ser sencillos cuando uno come, frutas, ensaladas, siempre están a la mano y no requieren ser muy especialistas para prepararlas. Cuanto más sencillos seamos al comer, tanto más sencilla nuestra digestión. Esto es también un aprendizaje.

LP - ¿Qué te proponés como médica?

I.P. - Poder ser útil para aquel que se acerca a mí con algún problema de salud, con esto me refiero a poder ir más allá de resolver el problema inmediato, sino que aprenda esa persona a ser la dueña de su salud, que aprenda a cómo resolver las cosas sencillas en casa, que tenga su propio botiquín “natural” de primeros auxilios, y que sepa determinar cuál es la causa de la enfermedad, así poder ir a tratar eso, y no el síntoma. Por ejemplo, si alguien padece de infecciones recurrentes en la piel y ve que al consumir lácteos, esto aparece, que sepa que la causa no ha sido solo una bacteria que se aloja en su piel, sino que si evita ese alimento las infecciones van a ser seguramente poco frecuentes o no darse más. Y por sobre todo poder dar testimonio de lo que Dios hizo por mí, que otros puedan conocerlo y amarlo y entregarles su vida. Esa creo es la mayor fuente de felicidad y salud. “Amado, yo deseo que seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma” 3 Juan 2. Ese es mi mayor deseo.

por Raúl Vigini

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