Membresía política, crisis y consecuencias

Notas de Opinión 23 de octubre de 2020 Por REDACCION
La hiedra de la corrupción se ha ido propagando en distintos grados, a todos los niveles y poderes públicos cual contagio incurable.

Por Roberto F. Bertossi *

Una estirpe política en crisis por su déficit de membresía, tiene jaqueada nuestra democracia, nuestro estado de derecho, nuestras libertades individuales, nuestras garantías constitucionales y hasta la confianza sobre nuestras expectativas internacionales.
Calidades y condiciones (vg., idoneidad, honestidad, digna trayectoria, diálogo, respeto, confianza, coherencia y básica solvencia intelectual, etc.) que implicaba, mínimamente, una membresía política vg., fue reemplazada cambalacheramente por enroques, nepotismo, fama, listas sábanas con fichas sucias, financiamientos espurios de campañas electorales, testaferros, corrupción e impunidad; todo lo cual centrifuga, explica y predice la crisis y consecuencias actuales de tal membresía política argentina.
Todavía ignoramos que la inejecutoriedad de la ley cuestiona su propia eficacia. Baste consultar nuestra Constitución Nacional (C.N.) en sus artículos 1, 14, 14 bis, 16, 17, 18, 28, 29, 31, 36, 40, 75 (insc.17, 18, 19 o 22 y cc.), puntualmente en nuestro “la inermidad” de su artículo 38 C.N.: “Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático. Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Constitución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas. El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes. Los partidos políticos deberán dar publicidad del origen y destino de sus fondos y patrimonio”.
Notoriamente el poder político, se viene manifestando y entrometiendo desde su complejidad y “vulnerabilidad” funcional, en la pretensión de controlarlo “todo”, no solamente agencias, entes u organismos y servidores públicos que llevan hasta el último rincón esa presencia del poder coactivo y seductor del Estado sino, hasta las propias libertades individuales con eufemismos y excusas (vg., hoy, la pandemia del coronavirus).
Históricamente y de alguna manera, siempre el Poder ha querido ser el “Gran Hermano” de George Orwell, con pretensión y ostentación de omnipresencia, de control absoluto. Su existencia es enigmática para ser utilizada como arma propagandística e infundir a la población confianza a la vez que temor y respeto.
Este “Ministerio de la Indiscreción” se encarga cínicamente de cambiar a su antojo según sus conveniencias, la historia y el presente, según las circunstancias, no solo por la fuerza, sino por la domesticada adhesión a su propia naturaleza superior, contando para ello con la complicidad u obsecuencia de algunos medios de comunicación que `pifian´ todo orden real con repudiables tramas comunicacionales.
A propósito, Mariano Moreno, fundador de La Gazeta entendió como imperiosa necesidad, el valor comunicacional político de dar a conocer la verdad para que todos podamos descifrar la información adecuadamente, antes que se convierta en errónea y lo peor, en ”credo” de muchedumbres.
Como concepción, fundamento y horizonte de un gobierno republicano, el fin último del orden constitucional pretendía ser la salvaguardia de derechos y libertades de los ciudadanos, esto es del “bien común” como fin y límite del Estado. Sin embargo, con esta membresía política en bancarrota, cada desigualdad, conforma el camino empedrado de falsas promesas electorales según cada “mentís” institucionalizado, lo cual canalla e injustamente, depositó a la mayoría de los argentinos no solo en sus ascuas actuales sino exponiéndoles a “campo orégano” para tentaciones totalitarias.
La enrevesada sistematización de la burocracia y el fortalecimiento de los cuerpos profesionales de funcionarios y asesores -no reclutados por pruebas objetivas de mérito, capacidad y trayectoria-, obviamente nos desguarnecieron al desmantelar y desactivar garantías constitucionales básicas de contar con la actuación y la presencia oportuna de servidores públicos idóneos en un Estado al servicio de la ley y de la sociedad. La hiedra de la corrupción se ha ido propagando en distintos grados, a todos los niveles y poderes públicos cual contagio incurable.
Conforme Lord Acton, “todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre hombres malos, incluso cuando ejercen influencia y no autoridad; más aún cuando sancionan la tendencia o la certeza de la corrupción con la autoridad”.
Tal teología y teleología políticas vernáculas viene produciendo gravísimos desequilibrios a partir de la prepotencia sin escrúpulos de los gobiernos de turno para influir decisivamente en el reclutamiento de los miembros de los otros poderes del Estado, legisladores y agentes del Poder judicial (también en sindicatos, clubes, etc.), asegurándose así, viles servidumbres clientelares hacia quienes los han designado.
Entonces, si la crítica es el momento de debilidad de las cosas, la membresía política parece no tolerar ni querer saber ni conocer, menos admitir,, su propia trama de fragilidad.
Es del todo necesario recrear cultura política ante el hartazgo de voces, palabras y figuras políticas que respiran inadvertidamente su fractura esencial, su origen sospechado y el ocaso de su casta; una casta al margen de la ley, de la ética, de la sobriedad y responsabilidad social.
Cabalmente, cuando casi cuatro décadas en democracia, como ciudadanos estamos obligados, perentoriamente, a exigir la regeneración salutífera de toda membresía política para, finalmente, transparentar, defender, consolidar y encarnar, fraternalmente, libertades, deberes, derechos y garantías constitucionales y así, desprendernos definitivamente de tan cruel oxímoron como sentirnos forasteros en casa.


(*) Investigador del Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales (Cijs) UNC. Experto CONEAU en Cooperativismo.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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