El dólar no es un problema cultural

Notas de Opinión 14 de octubre de 2020 Por REDACCION
Argentina se enfrenta nuevamente a lo que ya a esta altura es su eterno dilema. Comprender que es de índole económico es el primer paso para encarar una solución tanto de corto como de largo plazo.
Por Emmanuel Álvarez Agis *

NOTA I

Se estima que el mes pasado unas 5 millones de personas sacaron un turno, fueron hasta un banco y compraron sus 200 dólares. La mayor parte de ellas, no contenta con eso, se llevó esos billetes a su casa. Y se estima que la inmensa mayoría lo hizo para hacer puré. No, no es que con esos 200 dólares compraron papa, la hirvieron, le pusieron un poco de leche e hicieron puré, sino que vendieron esos dólares en el mercado ilegal -el blue- y se hicieron con una diferencia nada desdeñable: unos $5.000.
Pero ¿tanto lío para ganar “nada más” que $5.000? Bueno, tal vez si a usted le toca leer esta nota en la comodidad de su casa o departamento de 4 ambientes, en alguna zona acomodada de CABA o el norte de la provincia de Buenos Aires, la suma le podrá parecer menor. Pero si usted es una de las 4 millones de personas que se quedó sin empleo a causa de la crisis del COVID-19, $5.000 no son poca cosa. Máxime si se toma en cuenta que es lo mismo que puede recibir esa persona por el subsidio que el gobierno nacional decidió otorgar en el marco de pandemia. El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) es de $10.000, pero hasta el momento, el Gobierno lo otorgó 3 veces, con lo cual el beneficiario recibe un IFE aproximadamente cada 60 días, es decir, $5.000 por mes. Para muchos argentinos, la única alternativa para poder comer durante la pandemia fue “hacer puré”.
Sobre la clase media cipaya y los empresarios garcas. A las personas que empezaron a “hacer puré” a causa de la diferencia entre la cotización del dólar oficial y el paralelo hay que sumarle, claro está, a todas las personas con capacidad de ahorrar que eligen al dólar como vehículo y también a todas las empresas que deciden dolarizar sus excedentes. El diagnóstico “cultural” ve a esas personas de diversas formas. Serían algo así como una clase media que no solo vota, sino que ahora también, “ahorra en contra de sus propios intereses”. Algunos directamente optan por diagnósticos más sintéticos: cipayos. Para el empresariado, los motes van desde “fugadores seriales” hasta “garcas”, en el mejor de los casos.
Personas y empresas con mayor o menor capacidad de análisis financiero llevan en su experiencia algo que los números muestran de manera contundente: si cualquiera de ellos hubiera decidido vender 100 dólares en el 2010, por ejemplo, pasarlos a pesos y dejar esos pesos depositados en un plazo fijo tradicional, hoy tendría nada más que 50 dólares. No solo habría perdido sus dólares, sino que ese rendimiento habría estado muy por debajo de la inflación.
La consistencia interna de la tesis cultural: la alegría siempre fue brasileña. Así y todo, y a pesar de que los números le dan la razón a los compradores de dólares, no son pocas las voces que siguen insistiendo con el “problema cultural”. La tesis cultural se impone a fuerza de repetición, porque mínimamente analizada nos lleva a conclusiones ridículas.
Muchas veces esta irritante tesis viene de la mano con un ejemplo no menos irritante: el de Brasil. Al parecer en Brasil no tienen este problema, porque tienen otra cultura. El brasileño no piensa en el dólar, ni siquiera sabe cuánto está el tipo de cambio. La tesis cultural dice entonces que la razón por la cual Brasil no tiene un problema con el dólar es, básicamente, porque está llena de brasileños. Y, por tanto, que Argentina tiene un problema con el dólar porque está llena de argentinos. Si la tesis fuera correcta, en breve Uruguay estaría por enfrentar la mayor devaluación de su moneda de la que el país tenga memoria.
Un experimento para contrastar la tesis cultural. Acompáñeme usted a ver si la tesis cultural tiene algún sentido. Tratemos de realizar el siguiente experimento mental: piense en un país “serio”, donde las cosas funcionan, en el que la gente respeta los semáforos y no tira la basura en el piso, donde el transporte público da gusto y los ricos se atienden en hospitales públicos. Un país en el que los ricos pagan más impuestos que los pobres, pero los hijos de ambos se encuentran en la misma escuela pública. Piense en unos de esos países donde daría gusto vivir, tanto en lo que refiere a indicadores sociales, económicos, de igualdad, etcétera. Déjeme adivinar: pensó en los países nórdicos, ¿no?
Bueno, hagamos el siguiente experimento: vamos a someter a una sociedad nórdica a las mismas condiciones que la argentina se vio sometida en muchas oportunidades con el dólar y ahí vamos a ver si los nórdicos siguen siendo tan nórdicos como dicen, qué tanto. Vamos a someter a prueba la tesis cultural: si hacemos que una sociedad nórdica se tope con una mega devaluación, una crisis cambiaria, una aceleración de la inflación, una suba del desempleo y un mega cepo, y aun así sus personas y sus empresas se siguen comportando como “nórdicos”, entonces pediremos perdón y le daremos la razón a la mayoría: el problema del dólar será cultural. Veamos.
El experimento, o cómo volver argento a un nórdico en unos pocos meses. Los países nórdicos constituyen una región geográfica y cultural que comprende cinco Estados: Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia. Los nórdicos son conocidos entre otras cosas por sus altos estándares de vida para ser economías comparativamente pequeñas. En el año 2007, medidas por el Índice de Desarrollo Humano, esas economías se ubicaban en la siguiente posición en el ranking que lleva adelante la ONU sobre un total de 186 países: Dinamarca (8), Finlandia (10), Islandia (13), Noruega (1) y Suecia (7). Solo para tener una referencia, durante ese año Argentina se ubicó en el puesto 46.

(*) Economista. Fue viceministro de Economía de la Nación entre 2013 y 2015. Actualmente es Coordinador de la carrera de Economía de la UNAJ y director de la consultora PxQ. 

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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