En busca de… Soledad Sales, emprendedora

La Palabra 03 de octubre de 2020 Por Raúl Vigini
Ayudar, regenerar y contener Nacida en Salta Capital a mediados de los ochenta, es Licenciada en comercialización y a su trabajo actual de consultora independiente de pymes, se suma el de emprendedora de Moneda Verde, una original propuesta que lleva adelante con Rosana Ely Carabajal. Con intenciones precisas para cumplir sus objetivos propuestos suma proyectos para la comunidad. Y de ellos nos cuenta en esta charla con LA PALABRA.
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archivo Soledad Sales Socias: Soledad Sales y Ely Carabajal compartiendo felices

LP - Tus recuerdos de los mejores momentos de la infancia.

S.S. - Soy la menor de cinco hermanos, por lo que la atención y la compañía siempre estuvieron presentes. Tuve la dicha de compartir  momentos importantes con toda la familia “siempre unida y numerosa”. Uno de los mejores recuerdos son los viajes que hacíamos en familia al campo, el Dique Cabra Corral. El aroma del pasto y el agua, las tortillas a la parrilla y el mate, son de esos olores que se quedan impregnados en la memoria y que siguen vivos a pesar de los años. En la naturaleza, con sus sonidos, colores, formas y aromas, es donde me sentía y me siento plena; como cobijada en los brazos cálidos de mi madre. Escribiendo esto me doy cuenta que desde ese entonces me enamoré perdidamente de lo natural y la Madre Tierra, por eso me propuse cuidarla y mimarla, desde mi lugar, con mis recursos. Otro recuerdo, más citadino es ese que me lleva al trabajo de mi viejo. El era decorador en el emblemático súper Casa Tía -mi parque de diversiones-. Ese lugar me llevó a crear miles de fantasías y de alguna u otra manera a delimitar mi vida profesional. Todos los días papá pasaba a buscarme por el colegio y me quedaba allí hasta las trece o catorce  horas… era como una eternidad para mí, en una hora podía hacer de todo en el salón de ventas, en la vidriera y en la oficina. Amaba crear y diseñar, jugar con frasquitos, papeles, cartón, pedazos de maniquíes y los millones de cosas que allí se guardaban. Obviamente mi padre es un artista y mi gran inspiración. Aún con sus setenta y ocho años y la vista ya gastada lo sigue siendo. De él aprendí a valorar lo que nadie valora y a dar segundas oportunidades. Porque en su gran repertorio de obras de arte, priman los árboles; pero no árboles frondosos, cargados de vida, florecidos, sino majestuosos árboles que llegaron a la vejez, esos árboles secos ya marchitos, esos que si observás bien podés ver sus caprichosas formas y nudos, las raíces bien agarradas al suelo como aferrándose a la memoria. Una vez le pregunté por qué los retrataba y me contestó que es su modo de homenajearlos y agradecerles por todo lo que dieron. Y los comparó con los ancianos, que están olvidados, esas personas que llegaron a cierta edad y supuestamente ya no tienen nada más que ofrecer. No corro con el mismo don del arte, pero de algún modo busco hacer mi aporte, tomar esas cosas que muchos ven como basura y darles una segunda oportunidad.

LP - Las inquietudes que tuviste como adolescente.

S.S. - De adolescente estaba en un colegio católico solo de chicas. Allí, tuve la oportunidad  de conocer diferentes realidades, en hospitales, comunidades y familias, en situaciones vulnerables, porque nos llevaban de misiones. Al crecer en una familia numerosa, sostenida solo con dos ingresos, tres estudiantes universitarios, una secundaria, dos nietos y sumando, fui entendiendo que cada casa es un mundo y una carga. El recuerdo más vívido de esta etapa es ver / no ver a mis viejos, ellos trabajaban hasta treinta horas en ciertas temporadas. Es en esta adolescencia que comienzo a entender y a valorar a mi madre. Luchadora, incansable, siempre presente y atenta. Aunque tenía el cargo de jefa de taquígrafas en el Concejo Deliberante, nunca entendí por qué no delegaba, la pasaba mal porque le dedicaba la mayor parte de su tiempo al trabajo, perdiendo y dejando de lado su salud. En parte, es esta situación la que despertó el instinto emprendedor. El arte seguía siendo la inquietud priorizante. Intenté dedicarme a la música… no funcionó. Papá siempre me motivaba, así que me regalaba libros de dibujo, de técnicas, decoración, también herramientas, entonces me ponía a producir, a veces vendía lo que hacía sola y a la par de él. Una vez se nos ocurrió sacar una mesa a la calle y levantar un stand… ¡¡¡vendimos como locos!!! me encantaba eso. También busqué participar en eventos solidarios y evangélicos, allí reforcé la necesidad de ayudar a las personas, hasta entonces no sabía cómo. El cuidado del ambiente no pasaba de ser un slogan, solo me bastaba con no tirar los papeles al suelo o no romper las carpetas a fin de año. Después, con el tiempo vería el modo de aportar y cuidar a mi Mama Tierra.

LP - El fundamento de elegir los estudios superiores.

S.S. - No fue fácil encontrar mi lugar. Entre los deseos y aspiraciones tenía: periodismo, abogacía, medicina, carreras que me llevaría a otras provincias o a la universidad privada. Insisto, los ingresos venían ajustados. Así que fui por lo que tenía a mano: Tecnicatura en Comercio Exterior. Después hice una Tecnicatura en Diseño Gráfico -eso sí me gustaba de verdad-. Como no eran carreras de grado, tuve la obligación de buscar algo como tal, en la universidad pública. Elegí nutrición, duré tres meses. En una clase de alimentación normal, hicimos un práctico en el que debíamos motivar a los pacientes de una clínica a comer “su dieta”. Obviamente no toqué para nada la receta, solo le cambié el estilo a la bandeja -la puse bonita y apetitosa-. Tras mi justificación, la profe me mandó a estudiar marketing… y le pegó en el blanco. En el año dos mil cinco ingreso a la Universidad Católica de Salta -Escuela de Negocios- Comercialización. Lo escribo con mayúscula y con orgullo, pasé mis mejores momentos. Aquí, aprendí, conocí, descubrí y entendí… el maravilloso mundo del marketing y a mí misma, que ya lo tenía incorporado de chiquita. Si bien el marketing y las ventas son vistos con cierto recelo y frivolidad, es mi obligación personal cambiar esta concepción. Por eso busco, esté donde esté, trabajando, ayudando o colaborando, promover un marketing responsable, un marketing empático y humano, en el que entendemos a las personas, las conocemos y buscamos la mejor manera de hacerlos felices, solucionando sus problemas o satisfaciendo sus deseos.

LP - Otras actividades de Ecofullness.

S.S. - La Fábrica de Ecojuguetes. A partir de la reutilización y reciclaje de distintos materiales hacemos juguetes que son donados a merenderos, instituciones como La Casa Cuna y comunidades del interior. Las ecocaminatas y próximamente el proyecto de “plantá tu sombra”.

LP - Lugar que ocupa la comunidad virtual en ustedes.

S.S. - Es muy importante el contacto virtual, porque nos permite llegar a lugares donde físicamente no podríamos. Conocemos emprendedores, fundaciones y personas con el mismo ideal. Nos inspiramos mutuamente para “hacer” tomar acción y transmitirlo.

LP - ¿Es un medio de vida Ecofullness?

S.S. - Más que un medio es un estilo de vida. Ahora está generando ingresos que nos permite paliar el día a día y poder sumar para desarrollar las huertas solidarias.

LP - Una anécdota de este tiempo de gestión.

S.S. - Lograr el padrinazgo de Mayma y el contacto con la embotelladora nos permitió optimizar nuestro sistema de producción. Y por supuesto, el apoyo de los medios locales y nacionales. 

LP  - Balance de lo desarrollado hasta hoy.

S.S. - Positivo. Lo que hemos logrado hasta ahora supera ampliamente las expectativas. Moneda Verde es aceptado y pedido por la comunidad de Salta y otras provincias.

LP - Algo más que desees agregar.

S.S. - Ponete en acción, buscá aliados y salí adelante, siempre con la premisa de ayudar, regenerar y contener.

por Raúl Vigini

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