La vanguardia y la palabra

Información General 27 de septiembre de 2020 Por REDACCION
La escritora Liana Friedrich avanza en un proyecto de futuro, con un trabajo a la altura de su capacidad y talento. “El enviado”, una novela que marcará los tiempos de las letras y su relación con los nuevos caminos de la literatura.



Por Edgardo Peretti



Liana Friedrich es escritora y docente. Para lo primero cuenta con talento, imaginación, sólida formación intelectual, técnica, buen gusto y corazón. Para lo segundo agrega a las virtudes enunciadas una profunda vocación. El resultado es, claramente, de alto valor y contenido.
Mi humilde mención no hace más que enaltecer y catalogar a la autora de este producto que nos expone desde un plano, novedoso para algunos, como es la magia inescrutable de la letra virtual.
Por ello, con “El enviado” encara una labor que técnicamente expresa sus enunciados y sus recorridos por el espacio literario: no hay una sola palabra de más; todo fluye en el camino de lo que quiere decir y las puntuales maneras a las que recurre para ello.
Por eso es menester para quien no es un crítico, sino un lector y contador de historias, tratar de separar las aguas, aunque el objetivo sea poco menos que imposible.
¿Por dónde empezar? Iremos por el factor tecnológico, por el devenir de las formas que nos ubica en un contexto que a muchos asusta y a otros no les permite aventurar un juicio, aunque solo por imperio de la ignorancia.
Este trabajo se muestra como un desafío, una vanguardia sin barandas de contención y – claramente- ante un lector que desconoce: ¿serán los mismos de siempre? No hay respuesta. Aún, agregamos.
Lo virtual está entre nosotros. Instalado y en marcha. Nadie sabe si algún día terminará por destronar al milenario papel o quedará en aventura. Calendarios es lo que hace falta.
Claro que en el mientras tanto, en este tránsito de tiempo que se menciona como vida, el autor no cuenta con mayores plazos para algún tipo de disquisiciones; dudas, quizás, pero en algún momento tiene que decidir por que el reloj no acompaña sus decisiones.
Y el autor no puede dejar de crear.
Y aquí arribamos a la obra. La autora, que también se maneja con especial soltura en el espacio de la poesía, emprende un tour hacia el relato, a decir cosas. No faltarán los puristas que se detendrán en el insípido planteo de definir entre cuento extenso o novela corta. La lengua francesa, su “nouvelle” sirve de ayuda para superar el trance, pero no cambiará nada.
En “El enviado” hay abundancia de citas de nombres (y apellidos) propios, pero no por ello sobran; son las justas y necesarias, las que hacen falta, todo en un orden que no expone fallas técnicas (jamás las esperamos de esta autora), pero que sirve para desandar un relato que viaja por el tiempo, entre la vida y las mística. Entre la muerte y lo que no conoceremos.
Los especialistas en definiciones harán de las suyas, quizás algún día; para el lector, que debe adecuar su ego, sus ojos y sus hábitos al nuevo formato, no hay lugar para la pausa: este trabajo se debe leer de corrido. Aseguro que tiene otro sabor.
Y es muy bueno.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
Seguinos en Facebook y Twitter

Te puede interesar