SENSACIONES Y SENTIMIENTOS

Información General 11 de agosto de 2020 Por Hugo Borgna
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RICO TIPO Y SU TIEMPO
Guillermo “Willy” Divito (según su documento José Antonio Guillermo Divito) lanzó en 1944 “Rico Tipo”, de aparición semanal que, según crónicas de la época, fue un desprendimiento de la editora de Dante Quinterno (Patoruzú). Agregan además que Divito tomó esa decisión “cansado de que Quinterno le alargara las faldas o les achicara el escote a sus chicas de tapa”. Rico Tipo, que había llegado a vender 350.000 ejemplares por semana, dejó de aparecer en 1972.
Claramente se nota cuáles eran los moldes que regían la idea de moralidad y el reflejo de costumbres por los años 50 y 60. Rico Tipo, diferenciándose del modelo “Patoruzú”, profundizó y mostró nítidamente actitudes y tipos humanos que no disimulaban las verdaderas intenciones. Dicho más nítidamente todavía, ejemplificó el espíritu y las acciones mediante el emblemático personaje del “Dr. Merengue”, que exhibía con enérgica verdad su “otro yo”.
La televisión, como si fuera una criatura, recién estaba aprendiendo a hablar y a caminar. No había llegado aún a hacerse protagonista de los hogares; en éstos reinaban todavía las emblemáticas revistas de entretenimiento e información, surgidas de Dante Quinterno y Willy Divito.
En las familias la organización de las funciones era tácita, incuestionable, eficaz, previsible, segura. Los insobornables horarios para las comidas y tareas específicas de hacer las tareas para la escuela no pesaban. Dejaban reservado un espacio para que se conversara de la actualidad, reflejada en esas revistas que proveía el padre (era el que estaba más tiempo “afuera”).
Si. Esas en que ustedes, lectores, están pensando.
“Patoruzú” era la aceptada por toda la familia. Defendía las bondades de las buenas costumbres y convivencia hacia las personas mayores y vecinos (de puertas adentro y exteriores), todo con una verticalidad indiscutible hacia las figuras de padre y madre. Pero “Rico Tipo”…
¡Ah, Rico Tipo! Más que una revista, implicó una voz de alerta ante el peligro.
No se la podía nombrar en la casa abiertamente. Para la figura materna era algo como el pariente atrevido que mostraba en nuestra casa el yo interior de “la gente”. Y además lo hacía: era una imprudente apertura de ventanas a las ideas contaminantes.
En verdad reflejaba más al porteño que al argentino. Incorporó costumbres y expresiones que se hicieron populares. Fue transgresora con límites; no se usaban entonces con habitualidad las “malas palabras”. Una con muy agresiva carga de insulto, fue decir con desprecio “¡melón!”
A las mujeres bellas se las nombraba “leona”, “pantera”, “budín”, (“budinazo” si superaban esa marca), “bombón” (o, cariñosamente, “bomboncito”); a quienes vivían del dinero prestado se les decía “mangueros” o “garroneros”, el hombre que intentaba permanentemente conquistar mujeres, era un “lancero” y si se tenía fe, era considerado un “tiburón”. El ventajero sistemático era “falluto” o “avivado”, según las circunstancias. Para algunos era reconocido como un ser, si no superior, al menos respetable.
Y ¡las chicas! Creación exclusiva de Divito para el ámbito de la historieta y de la vida, fueron dibujadas más altas que las demás figuras, generalmente en bikini, con mínima cintura y piernas perfectas; algunas bien tostadas, pero todas mostrando una frescura y un modo de vida “liberal”, ácidamente críticas a otras chicas o a los hombres en general; era posible imaginarse que representaban el ejemplo de pensamiento y acción de las vedettes.
Queda prometido hablar más de las “chicas” y de los personajes típicos -tomados de la vida diaria por Divito- en el próximo contacto. Tómenlo, lectores, solo como eso y no como “avivada”.

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