Cuando la distancia acerca

Notas de Opinión 04 de junio de 2020 Por Ricardo M. Fessia
En nuestro país la incorporación de tecnologías en las aulas es todavía muy incipiente, pero confiamos que esta particular situación de aislamiento, que nos ha hecho ver otras cosas, definitivamente cambiará esta realidad.
Si bien teníamos noticias de la difusión de un virus por oriente, desde el primer caso el 31 de diciembre, y que ello provocaba muertes que generaba aprestos para enfrentarlo, debió esperarse a mediados de marzo para que las autoridades nacionales decidan un abrupto aislamiento que muchos llaman cuarentena en forma poco acertada. En ese breve interregno intermedió alguna calificada voz que sostenía “es imposible que el virus llegue a la Argentina”.
Lo cierto es que de pronto nos vimos tras la puerta de casa en cada día más largas jornadas de aislamiento obligatorio. Es posible que estemos en la mayor pandemia de la humanidad y por ello nos vemos de pronto utilizando la tecnología, entre otras cosas, para la enseñanza. Esa misma tecnología que permitió la difusión casi relámpago del virus, es la que también presta sus cualidades para dar continuidad a la educación.
Según datos de la UNECO, 1200 millones de jóvenes dejaron las aulas y están en sus domicilios dando continuidad al proceso de formación en las distintas etapas -las tres clásicas- por medio de la educación a distancia de forma remota. Claro que esto se deben observar las distintas situaciones en donde importantes sectores no tiene acceso a la tecnología o a las redes. Durante este tiempo con estudiantes a distancia, que se presenta como extenso, es breve para hacer evaluaciones, pero nos permite aventurar algunas opiniones a partir de la observación.
En muchos casos, de manera voluntaria, como aquellas empeñosas maestras de la juventud, se advierte que cada operador lo hace de acuerdo con su leal saber y entender, de modo autónomo, a partir de propias iniciativas en donde el Estado se ausenta, siendo que al menos debería “tomar nota” para el futuro.
Es dable percibir cierta lasitud en los padres que tienen todo el día en casa a sus hijos, que les hace olvidar algunas peripecias y adversidades del trasporte mañanero y se comienza a poner en dudas sobre si la escuela hace lo mejor por
educar. Se ha podido leer en los periódicos o redes que algunos padres relatan sus experiencias diciendo que sus hijos les comentan que “este video es mucho más claro que cuando la maestra me lo enseña en clase”. 
Debemos anotar la parte buena de la experiencia diaria que pone en escena el insustituible rol de los padres en la enseñanza; para el caso por imperiosa necesidad que de las circunstancias. Para el caso de extenderse en el tiempo y con
distinta intensidad, muchos padres se involucrarán en la educación de sus hijos. Así que los padres juegan un rol fundamental en que esos aprendizajes se den. “Cuando los niños dejan de ir a la escuela, el “efecto par” -la influencia de
los compañeros- pierde preponderancia, mientras que el “efecto padres” gana”, advirtió Luis Felipe López-Calva, director regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para América Latina y el Caribe.
Aquel docente abnegado puede ser que encuentren más goce enseñando de esta forma, recurriendo a su creatividad para usar materiales nuevos, en videos, e innovadoras formas de comunicarse con sus alumnos. Para los docentes 
comprometidos e imaginativos esta situación puede ser motivante, ya que encontrarán más libertad para crear y, en paralelo, menos dependencia de la jerarquía, en un sistema educativo que es todavía bastante burocrático y repetitivo.
Es posible que el aprendizaje se pueda dar en todo el tiempo y en todos lados, ya no en el limitado horario escolar. Eso podrá observarse con más claridad luego de esta pandemia. Se llegará a una mayor comunicación directa entre el Estado y los padres. Serán ellos un actor más con un lugar en la mesa educativa.
Claro, también avizoramos, esto ya sin dudas, una reacción de los gremios. Si bien atienden otros intereses, en forma muy legítima, no faltarán los que “vayan por todo”, pero también ellos deberán cambiar.
En nuestro país la incorporación de tecnologías en las aulas es todavía muy incipiente, pero confiamos que esta particular situación de aislamiento, que nos ha hecho ver otras cosas, definitivamente cambiará esta realidad. Será más asequible, sin dudas, para los que estén en la franja que tienen las necesidades básicas satisfechas, como siempre ha ocurrido, pero el desafío es acercar a los que ahora no acceden a la tecnología.
Para el caso que se entienda que la educación es la base del desarrollo de una sociedad mejor, el lance es incorporar a todos con un piso aceptable para sobreponerlos del desafío actual y doblegar al nuevo coronavirus que generará
mayor desigualdad educativa junto a una profunda crisis social. Estoy persuadido que este será el mayor desafío que deben asumir las autoridades, los maestros y las familias.
La distancia impuesta, por estas circunstancias, aplicada a la educación, en definitiva, nos permitieron allegarnos de manera algo escabrosa y despareja hacia un futuro del que ya sentimos su aliento.
El desafío está lanzado, de nosotros depende.

* El autor es profesor titular ordinario en la UNL y en la Escuela de Comercio N° 46 de la ciudad de Santa Fe.

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