¿"Justicia popular" o un crimen político?

Nacionales 01 de junio de 2020 Por REDACCION
Montoneros, junto con sus estructuras de superficie, constituyó sin dudas la organización numéricamente más importante y con mayor anclaje social que actuó en la Argentina en la etapa previa y posterior al regreso de Juan Domingo Perón desde el exilio en España.
Por Fernando Aguinaga

(Especial para NA). - Dos hechos políticos marcaron a sangre y fuego el lapso que va de fines de mayo a julio de aquel 1970 en ambas márgenes del Río de la Plata, fruto del accionar de organizaciones guerrilleras, forjadas a fragor de una época en la que las vanguardias armadas fueron la respuesta a una sucesión de sangrientas dictaduras en toda Latinoamérica.
El cinematográfico secuestro del ex dictador y general Pedro Eugenio Aramburu, su juzgamiento por un "tribunal revolucionario" y ejecución dos días después, en un campo de Timote, un ignoto pueblo del oeste de la provincia de Buenos Aires, constituyó, si se quiere, la presentación en sociedad de Montoneros.
Montoneros, junto con sus estructuras de superficie, constituyó sin dudas la organización numéricamente más importante y con mayor anclaje social que actuó en la Argentina en la etapa previa y posterior al regreso de Juan Domingo Perón desde el exilio en España.
También, y sin distinción entre estructuras legales e ilegales, fue la que sufrió la mayor cantidad de desaparecidos y muertos antes y durante la posterior dictadura, a partir de 1976.
En Uruguay, un mes después de la muerte de Aramburu, Tupamaros secuestra y ejecuta al agente de la CIA Dan Mitrione, dejando marcada así la presencia de las organizaciones guerrilleras urbanas, que paralelamente reclamaban la participación política negada y prohibida por las dictaduras cívico militares, bajo el amparo de los Estados Unidos. De ambos hechos se están cumpliendo 50 años.
Para esta fecha, también se cumple un aniversario más del Cordobazo, la gesta de lucha popular más recordada de la segunda mitad del siglo pasado, y semillero donde abrevaron los jóvenes que luego conformarían las lides guerrilleras, con amplia adhesión de las masas populares, en la mayoría a través de sus organizaciones de base.
De aquellas revueltas, en las que los caminos se bifurcan, surgen las organizaciones foquistas y militarizadas de izquierda, mientras que Montoneros reconoce como antepasados la Resistencia peronista y al general Perón en el exilio como su referente político.
Aramburu, junto con el almirante Isaac Rojas, habían constituido el ala dura de la autodenominada Revolución Libertadora que en 1955 derrocó a Perón y eran la máxima expresión del "gorilismo" vernáculo, aliados a la UCR y sectores de la iglesia, contra el gobierno de las mayorías populares que sufrieron las consecuencias de aquel golpe que intentaba perpetuar en el poder a las castas militares.
El ala blanda del golpe estuvo encabezada por el primer presidente impuesto por la Libertadora, Eduardo Lonardi, quien habló de "ni vencedores ne vencidos". Lonardi también fue derrocado.
Entre los 108 cargos que en la estancia La Celma de Timote se le achacaron a Aramburu por los Montoneros figuraban el bombardeo a la Plaza de Mayo, con centenares de muertos inocentes; el secuestro del cadáver de Eva Perón; el fusilamiento en 1956 del general Juan José Valle y otros militares, en un frustrado intento de alzamiento; y los fusilamientos en José León Suárez de militantes peronistas que se sumaron al mismo, hecho del que da cuenta en su obra Operación Masacre el periodista e investigador Rodolfo Walsh.
Sin dudas, Aramburu había tenido injerencia y responsabilidad, dado su protagonismo en aquellos hechos ocurridos quince años antes. Junto a Rojas habían gozado de la gloria mientras duró.
Del grupo que participó del secuestro, diez de sus integrantes provenían de la provincia mediterránea y se sumaron a quienes luego serían las caras más reconocidas de Montoneros: Mario Eduardo Firmenich, Fernando Vaca Narvaja, Norma Arrostito, Carlos Maguid, Carlos Capuano Martínez, Ignacio Vélez y Carlos Ramus.
Aquel grupo proveniente de Córdoba, estaba encabezado por Carlos Maza, único miembro de la conducción de Montoneros y probablemente el autor del tiro de gracia de Aramburu.
Está claro que, pese a tratarse de una acción clandestina o por la edad de sus protagonistas, quienes actuaron en el secuestro no pretendían permanecer en el anonimato indefinidamente. Prueba de ello fue que tanto el campo, como uno de los vehículos utilizados en la acción pertenecían a la familia de Ramus, y dos de los autos estaban a nombre de Firmenich y Arrostito.
Cuatro años después, el 3 de septiembre de 1974, Firmenich y Arrostito cuentan en la publicación de la organización "La Causa Peronista" detalles sobre el secuestro y ejecución de Aramburu. Allí se puntualiza que de los doce miembros que conformaban el grupo de movilizados, diez tuvieron participación directa.
La ejecución de la sentencia estuvo en manos de Abal Medina, y el ocultamiento en el sótano bajo una capa de cal a cargo de Firmenich y un tercero, a quien el periodista Juan Gasparini llama Manuel.
Salvo Firmenich, cuyas decisiones en la conducción de Montoneros lo llevaron a gozar de una impopularidad por parte de propios y ajenos, la mayoría de quienes participaron del secuestro y fusilamiento de Aramburu murieron en acciones o en los campos de concentración de la dictadura. "El Pepe", como lo nombraban sus seguidores, habría sido destinado a martillar un yunque para ocultar los disparos que dieron muerte al militar.
Arrostito, "La Gabi", fue secuestrada y utilizada como rehén en las mazmorras de ESMA hasta 1978, cuando Jorge "El Tigre" Acosta decidió su ejecución mediante la inyección de veneno en sus venas. Cuentan los sobrevivientes que el jerarca de la ESMA tomó esa decisión enojado, por no haberla podido quebrar políticamente.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
Seguinos en Facebook y Twitter

Te puede interesar