Los sonidos del silencio

Sociales 28 de mayo de 2020 Por REDACCION
El antes y después de la cultura

Por la psicóloga Cristina Terragni

Durante estos días, largos días, hemos escuchado el sonido del silencio. A ciertas horas, todo parece paralizado, casi dormido, como una ciudad en un silencio misterioso. Es el preanuncio de cambios muy grandes en nuestra manera de comunicarnos y en nuestra cultura en general.
La pandemia es una guerra sin enemigo a la vista.
Mientras la guerra estaba lejos de nosotros, podíamos sentir curiosidad y compasión pero no sufrimiento. Sin preparación previa, sin saber cómo ni cuándo, llegó a nuestras casas.
Pasamos de la incredulidad al asombro, de las bromas al miedo, del contacto con gente al aislamiento. Todo es nuevo, sin preparación previa.
El encierro no sólo es físico, también es emocional. La ansiedad, madre de muchas patologías, se fue adueñando de nosotros..
Las emociones fueron mutando, como el virus. La necesidad de estar aislados, nos enfrentó con nuestro propio contexto, nuestra casa, nuestra familia, nuestros amigos y lo peor o mejor de acuerdo a los casos: nos puso frente a nosotros mismos.
No sólo se pusieron a prueba las defensas que tiene nuestro organismo, sino nuestra capacidad para resistir en la adversidad.
Todos pasamos a ser sospechosos y el abrazo tan deseado, símbolo de protección y cariño, pasó a estar estrictamente prohibido. Las muestras de afecto no son las mismas.
El tiempo completo con nuestras relaciones más cercanas, descubrió nuevos aspectos de las personas que antes veíamos sólo algunas horas por día.
Estar juntos sin salidas rompe muchas veces ese ideal de pareja que se enriquecía con las experiencias laborales o recreativas fuera de la casa. Aparecen las “personalidades ocultas”. Los aburrimientos y las peleas entre los más chicos y no tan chicos. La tolerancia con el otro es más débil y aparecen agresiones o “ micro agresiones”, esto es críticas, molestias, demandas inusuales, etc.
Luego de limpiar la casa, la ansiedad se localizó en cocinar y por supuesto comer todo aquello que llevo tanto tiempo eliminar de la dieta. Cuanto más calorías, mejor. Pero también, mayor la ansiedad para volver a comer.
El aislamiento, produjo grandes desafíos, pero el mayor de todos es el de ¡estar con nosotros mismos! cara a cara con nuestras debilidades, nuestros conflictos, con la soledad o con las ausencias pero también con nuestra creatividad. Como nos “reinventamos” después de vivir aislados, inestables o deprimidos, ansiosos o impotentes frente a la realidad.
¿Podremos ser diferentes? ¿en qué sentido? ¿para qué? La familia tiene que lograr un nuevo equilibrio. Una nueva cultura. ¿Cómo lo hacemos?
La palabra resiliencia, es el término preferido para mostrar que tenemos esa capacidad de que la adversidad de cualquier tipo, nos haga más fuertes y capaces para enfrentar el nuevo mundo, la nueva vida.
No necesitamos grandes cosas para reinventarnos. Tenemos que detenernos a observarnos. Nos vamos a dar cuentas de nuestras debilidades pero también de nuestros puntos fuertes. De quiénes somos en realidad y de lo que podemos.
¡Dejemos de lado el gasto de energía que hacemos al buscar culpables de lo que nos pasa y busquemos soluciones!
No vale llorar lo que perdimos, sino construir sobre nuestras capacidades un modo de vida diferente. Sin la dependencia que nos hace sentirnos más débiles.
A veces tomamos las cosas buenas que nos pasan, como si vinieran solas, sin buscarlas. Todo lo que somos y lo que hacemos, lleva el sello de nuestro esfuerzo, de nuestra dedicación, desde los pequeños detalles de la vida hasta los grandes logros que forman nuestro destino.
Dicen que para estar sano mentalmente, hay que tener buen humor y reírse mucho. Esto también implica un esfuerzo. Ser optimista es poder ver la vida como una gran oportunidad de conocer, de explorar otras posibilidades, de saber que se puede transformar una realidad. Ver el vaso medio lleno y no medio vacío.
Empezar por nuestras circunstancias, por verlo en nuestro lugar, en nuestra vida. Siempre hay un recuerdo, un objeto, una foto, un llamado, de un amigo que nos pueden hacer reír o revivir momentos en que fuimos felices y fuertes.
La crítica, el resentimiento, el enojo encumbren miedos. Miedos a vivir más plenamente cada momento, miedos a saber que podemos cambiar, sin culpas y sin culpar a otros. Es el momento de transformar nuestra cultura en una cultura del hacer, de buscar soluciones. No vale la pasividad de la espera. Aun en aislamiento, las posibilidades de disfrutar de las pequeñas cosas, depende de nosotros mismos. Somos los hacedores de una nueva cultura.
Siempre vamos a encontrar en nuestro interior la posibilidad de fortalecernos y comenzar a armar una nueva cultura con nuevos paradigmas que sirvan para mejorar el mundo que compartimos.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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