Lo que no se cuenta del viernes 25M/1810 y alrededores

SUPLEMENTO ESPECIAL 25 de mayo de 2020 Por REDACCION
Centenares de historiadores y cronistas de la Patria nuestra y de otros horizontes contaron a lo largo de dos siglos lo que pasó en aquella histórica jornada de Mayo, pero con el correr de los siglos queda claro que, sin exagerar, cada uno cuenta lo que quiere, lo que le gusta, lo que le conviene o lo que tiene ganas. La hora de una nueva versión. Humilde homenaje al maestro Fortunato Nari.
FOTO ARCHIVOS// EL CABILDO.- La imagen sólo es para la ocasión; no era así en 1810. la última restauración fue en 1940. JUAN JOSÉ CASTELLI.- Uno de los próceres con menos marketing.
FOTO ARCHIVOS// EL CABILDO.- La imagen sólo es para la ocasión; no era así en 1810. la última restauración fue en 1940. JUAN JOSÉ CASTELLI.- Uno de los próceres con menos marketing.


Por Edgardo Peretti
(Patriota de la primera hora)


“La libertad
vuela a puertas cerradas
con alas vivas”.
(Fortunato Nari, “De fácil alma” Haikus: libro tercero)

Desde hace más de dos siglos la argentinidad ha tratado de saber qué pasó en aquella semana de mayo de 1810 y, especialmente el día 25, más lo que vino después; o sea, la Patria. Argentina, la cual – como se sabe- está bastante llena de argentinos. Que no es poco.
Esta historia, fragmentada y agringada, que se cuenta en diversas etapas nos llega mediante un material de cuya existencia aún se duda; es más, nadie lo vio. Cuenta la leyenda popular que un envase de vidrio rotulado como “Indian Tonic” fue hallado con un manuscrito que nadie ha podido descifrar, cuando se construyó el subte de la Avenida de Mayo en la hoy CABA. Si bien antropólogos, historiadores, periodistas militantes, servilletas y otros abonados a los medios como panelistas han opinado, no hay que mucho que dudar en el tema, ya que en 1810 ya se conocía el vidrio (por ende, las botellas y su uso) y el papel estaba inventado . Como nadie se pone de acuerdo, apelaremos a una franja que defiende los derechos de los aborígenes locales (mal llamados indios) quien considera que es muy probable que la salida del closet de estos secretos tenga que ver con una acción revanchista y punitiva de un grupo de pampas que tenían una cuenta pendiente con el Cabildo.
La situación se dio con las primeras (o segundas) invasiones inglesas, cuando un cacique de la zona se acercó a la sede del gobierno local ofreciendo el servicio de 30 o 40 mil de los suyos para enfrentar al invasor. Este hecho no es parte de ninguna ironía, al contrario, hay documentos al respecto (aunque no se ponen de acuerdo en la cantidad final, que era importante), como así también que el jefe fue despachado sin mayores protocolos por las autoridades de entonces que, al parecer hinchaban más para los hijos de la Rubia Albion que para el rey de España, que en ese momento, estaba a cargo. Muchos años después, el hecho habría sido el punto inspirador del dramaturgo Agustín Cuzzani con su obra “Los indios estaban cabreros”.
Estas vendrían a ser, más o menos, las causas externas de lo que se vendría.

“Desde los sueños
me he dejado tentar
por lo visible.” (op. Cit. y sgtes.)

Empezando por el exterior, si hay dos personajes que han sido criticados son los famosos French y Berutti, quienes – al parecer eran dos muchachos de la pesada revolucionaria y estaban muy comprometidos en ello, más allá de andar repartiendo escarapelas, gorritos, escudos y gallardetes (como diría el Gordo José María Muñoz). Curiosamente, las crónicas de época destacan a un señor del mismo apellido que – se dice, pero no hay pruebas- se pasó la noche del 24 arengando al vecindario para que vayan al Cabildo a apoyar a Cisneros a quien, como se supo, le querían dar una patada en el traste.
Volviendo a la dupla técnica de French-Berutti se los ha querido ensuciar en muchos aspectos, como que tenían concesionada la venta de empanadas, mazamorra caliente (para las viejas sin prepaga odontológica), pastelitos (de arrope, porque membrillo estaba fuera de temporada), incluso de los baldes con agua del río que se vendían en la plaza. Esto último, poco probable habida cuenta que los señores que allí estaban llevaban sus esclavos que, ante la necesidad de ingerir el vital líquido, lo iban a buscar en un balde a sus aljibes caseros. O sea, el agua del río ya estaba contaminada por entonces.
También es menester redimir a la juventud sobre esas hermosas láminas que vemos del Cabildo todo colorido y esa Plaza de Mayo plena de mujeres muy bien vestidas y caballeros de bastón y levita, todo ello matizado con todos los vendedores ambulantes que se conocían (sin volver a vitar el asunto ese de la concesión). La verdad – histórica e irreprochable- es que el edificio (donde funcionaba la intendencia de la ciudad, la justicia y hasta la cárcel) era mucho más chiquito, menos impactante y no se sabe de qué tamaño, que el actual, que fuera restaurado tal como lo vemos ahora, en 1940.
Mejor nos quedamos con el otro. Respecto a los vecinos, los que decidían, los que cocinaban el locro, estaban adentro. Afuera estaba la hinchada, pero de platea, porque de popular no estaba ni el Abuelo.
Y los paraguas que Ud. habrá visto en Billiken o Anteojito, todavía no se habían inventado o, al menos, no habían llegado a estas playas barrosas.



“Qué soledad
la del viejo caballo
bajo la luna”.

Otro factor que está aún a oscuras es el climatológico. Se insiste en la versión liberal de la historia con aquello de que “el 25 de mayo amaneció frío, gris, con posibilidades de precipitaciones moderadas, mejorando por la tarde/noche”. La verdad, quienes detentan esta teoría se basan, únicamente en un parte de prensa emitido por el Servicio Meteorológico Virreinal en su sede de Villa Obtúzar. Falacia total; todos sabemos que en ese tiempo aún no existía ese barrio.
Cien años después, en los festejos del centenario, Domingo Lombardi y Santiago Roda blanquearon el asunto componiendo el gato folclórico “El sol del 25”, que da por tierra con lo antes expresado y, además, fue un éxito interpretado por un morochito francés que se llamaba Carlos Gardel y que iba a la escuela con otro morocho, que no era francés, sino mapuche que pasaría a la historia por su santidad y se llamaba Ceferino Mamuncurá.


“Todo el planeta
es la casa del viento
que el hombre usurpa.”

De lo que pasó ese día en el interior del glorioso (de alguna manera hay que llamarlo) Cabildo fue que de Abierto no tuvo nada, ya que estaba todo cerrado, que se instauró una Junta de Gobierno que actuaría en nombre del rey de España (que estaba encanado por Napoleón y su pariente Pepe Botellas), que le dieron el retiro no voluntario al amigo Baltazar Hidalgo de Cisneros y que se repartieron los cargos, como corresponde a toda rosca política que se precie. Como presidente no podía haber dos (una secretaría para Paso – español- y la otra para Moreno – criollo-) se la dieron a Cornelio Saavedra, que era español pero laburaba acá, era conocido en el ambiente y, por las dudas, tenía a cargo a los fierros de la milicia por si alguien se descarriaba.
Un inoportuno como sorpresivo paro dispuesto para ese día tanto por el sindicato de los taquígrafos como de ordenanzas y limpieza nos impiden acceder a un dato crítico:¿quién se quedó con la caja de la Junta? Porque,¿ quién hace política sin caja?

“No es mera forma
el vacío del templo:
allí late el Todo”.

Sucedido lo que sucedió, el país , que aún no era eso, siguió adelante. En esa ocasión se sacaron fotos a cuenta del futuro (cuando las inventasen, mientras tanto pintaron cuadros a toda velocidad) se hicieron largas declaraciones y se vio el origen de todos los males de este querido país, esa antinomia que nunca aflojó y que por estos tiempos denomina “la grieta”, o el abismo, según el lado que la exprese.
Sin embargo, la historia se tomó más libertades que Alberto Migré y estableció una dicotomía clásica de este tiempo: había buenos y malos. Blanco o negro; si hacía falta grises, bueno, los fabricamos.
Manuel Belgrano, Juan José Castelli (su primo) y Mariano Moreno, lucharon tanto o más que millones de compatriotas en doscientos años. Pero en un momento molestaban al poder y este actuó en consecuencia: a Belgrano, que era abogado, lo remitieron a misiones militares casi suicidas. A moreno lo mandaron de viaje y en alta mar el misterio lo mandó al otro mundo; eso sí, en todos los casos había un cronista dispuesto a tomar sus últimas palabras para después volcarlas en los libros que educarían a muchas generaciones.
Pobre Belgrano, uno de los más grandes patriotas que dio nuestro suelo. Ni la bandera le perdonaron y hasta alguna vez le robaron los dientes, pero sigue siendo ejemplo de tipo que dejó la vida para que siga la vida.
A Moreno –númen y estratega ideológico de Mayo- lo relegaron a un lugar de nombre de calles y bibliotecas (merecido, por cierto) ,pero siempre ubicándolo caprichosamente como el joven kilombero de la clase, no como el pensante que era. Igual, no pudieron borrarlo.
Con Castelli fueron más crueles. Lo mandaron al Norte al matadero donde los realistas tenían un temible poder militar, pero el tipo era un revolucionario y un americanista que incluyó a los pueblos originarios como parte de la nueva Patria y para demostrar lo que se estaba haciendo y por lo que se moría tenía siempre listo el paredón. La falta de palabra de un general del Rey lo llevó a perder una batalla en Huaqui (o Guaqui) y sus enemigos porteños no lo perdonaron y lo mandaron a llamar a Bs.As. para juzgarlo. Un cáncer de lengua le impidió defenderse y falleció en 1812.
Sin lugar a dudas, fue un auténtico revolucionario. Pero tiene poca prensa y nunca tuvo marketing. Cosas de la historia nuestra; siempre tan argentina.


“Día tras día
más luminosamente
nos salva el alba”.

Pese a todo y a todos: Viva la Patria!


(Gracias, maestro Fotunato Nari por dejarme divagar la historia con sus palabras. Perdón por el atrevimiento.)


Autores consultados: Ricardo Levene, Ernesto Palacio, Felipe Pigna, José María Rosa, Felipe Pigna, Fabio Wasserman, etc.


REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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