Amor odio por Samantha Jones su personaje en “Sex and the city”

Información General 06 de abril de 2020 Por REDACCION
Descarada, segura, sexual y exitosa, el rol encarnado por la actriz fue amado por sus seguidores pero no tanto por su intérprete.

Por Susana Ceballos

A 16 años del último capítulo de Sex and the city y con la objetividad que otorga el paso del tiempo, el cierre se ve demasiado “cuentito con final feliz” y lejano a esas mujeres que parecían dueñas de su destino. Carrie Bradshaw termina en pareja con el hombre de su vida, Mr Big, pero también un señor egoísta, displicente y con el que mantiene una relación bastante tóxica. La romántica Charlotte York logra su sueño de “Susanita”, es decir casarse y tener hijitos y la racional Miranda Hobbes pasa de detestar a su suegra en tres temporadas a cuidarla amorosamente en una jornada. Solo Samantha Jones parece lograr el ideal de mujer independiente. De novia con un modelo publicitario 20 años menor, crece aún más en su trabajo y asume su no maternidad sin culpas. Kim Cattrall, la actriz que fue Samantha asegura que en nada se parece a su personaje, pero en su vida hay mucho más que un guión que las une.
Cattrall nació el 21 de agosto de 1956 en Liverpool, Inglaterra. Su mamá trabajaba de secretaria y su padre era ingeniero de construcción. Pero la que acaparaba la atención en las reuniones familiares era la tía Jean. Todos le pedían anécdotas de cuando fue niñera de Richard Starkey, rebautizado Ringo Starr y megaídolo con The Beatles.
Kim pasó su infancia en Canadá. Creció entre la naturaleza y con un padre algo peculiar que solía olvidar buscarla a la salida del colegio. Esto le desarrolló un fuerte temor a ser olvidada no por el público pero sí por las personas amadas. Un temor que enfrenta cada vez que llega a un aeropuerto. Si no ve a alguien de producción esperándola entra en pánico porque cree que otra vez se olvidaron de ella.
A los 11 volvió a Inglaterra. Extrañaba, y para sacarla de la melancolía, cierta tarde su madre la invitó a ver una obra de teatro. Quedó tan fascinada que al salir pidió que la anotaran en la Academia de Música y Arte Dramático en Londres. Todo iba bien, pero la familia regresó a Vancouver. Terminó el secundario y su vocación seguía firme, por eso ganó una beca en la Academia de Artes Dramáticas de Nueva York.
No había cumplido los 20 cuando le ofrecieron un papel en la película Rosebud. Fue en ese rodaje que conoció a Isabelle Huppert y comenzaron una amistad que todavía persiste. También consiguió un contrato con los estudios Universal por cinco años que le garantizaba un pago de... cien dólares semanales.
Siguieron otros papeles en Locademia de Policía y su primer protagónico en una comedia bastante exitosa: Manequin. Para el papel más que talento, demostró una gran paciencia. Pasó seis semanas sentada delante de un escultor para que lograra replicar su figura en los seis maniquíes utilizados en el film.
En 1981 rodó Pasaje al cielo, un drama que la llevó a estar nominada como mejor actriz de los premios Gennie, los más importantes del cine canadiense. Como la vida suele ser “una de cal y otra de arena” también la nominaron a los Razzie por Turk 182. Otro gran desencanto fue el film francés Asalto al banco de Montreal compartió set con el gran astro galo, Jean Paul Belmondo pero casi no tuvo espectadores. Participó en Rescate en el Barrio Chino con Kurt Russell, que con el tiempo se transformó en una película de culto. Brian de Palma la convocó para La hoguera de las vanidades. El film tuvo varias nominaciones pero a los premios Razzie, entre ellos el de Kim como peor actriz de reparto. En Star Trek VI, Cattrall tuvo su pequeña revancha cuando encarnó a la teniente Valeris. Propuso el nombre en honor a Eris, la diosa de la discordia.
Entre comedias livianas, fracasos de taquilla y algún protagónico cumplió 40. Fue entonces que la llamaron para una serie sobre cuatro amigas solteras en Nueva York. Le proponían ser Samantha Jones, una relacionista pública exitosa, segura y que vivía el sexo sin compromisos afectivos y con el placer propio como única obligación. La británica escuchó la propuesta, leyó el guión y respondió “no”. Samantha más que una mujer increíble le resultaba poco creíble. Los productores insistieron para que se sumara y dos veces más escucharon “no”. La cuarta vez aceptó. Mostrar la vida de cuatro amigas que podían comportarse como familia entre ellas y que no necesitaban convertirse en hombres para sobrevivir podía ser interesante… y lo fue.
Cuando le presentaron a las actrices que se convertirían en sus amigas de ficción se saludaron con cordialidad. Cynthia Nixon sería Miranda y Kristin Davis encarnaría a Charlotte. Como ella, eran conocidas pero no muy famosas aunque tenían diez años menos. Distinta era la situación con Sarah Jessica Parker. No solo contaba con diez años y dos talles menos -algo que no parecía muy saludable- también mostraba un reconocimiento mayor por haber actuado en varias comedias románticas, y con Tim Burton. Por eso sería Carrie, la protagonista.
La serie se estrenó y Samantha comenzó a calar fuerte entre los seguidores que amaban a esa mujer que vivía el sexo sin cuestionamientos morales ni represiones, solo como un espacio de disfrute y diversión. Se convirtió en referente. Muchas mujeres veían una reivindicación de su sexualidad y también una cierta revancha porque trataba a los hombres como algunos hombres las trataban a ellas, es decir como objetos de placer descartables.
Cattrall reflexionó en una entrevista con Vanity Fair: “Samantha es Afrodita. Es la resurrección de un mito, de alguien que realmente no existe. Los tiempos actuales necesitan un punto de vista mucho más realista, tanto en el sexo como en todo lo demás. Y que no solo entretenga, sino que también eduque”.
A medida que Samantha crecía, también crecían las internas. Esas cuatro mujeres que se mostraban amigas incondicionales fuera de pantalla, a veces eran compañeras de trabajo y otras, rivales.
Parker contaba con un salario superior a sus compañeras. Pero con el correr de los capítulos y la aceptación cada vez mayor de su Samantha, la británica comenzó a expresar su enojo por esa brecha. Al comenzar la segunda temporada, Darren Star, el guionista estaba abiertamente a su favor, pero en el bando Parker estaba Patrick King director de algunos capítulos y los productores ejecutivos.
Los defensores de Parker argumentaban que era más famosa, protagonizaba más campañas y toda la ropa que lucía se convertía en tendencia. Cattrall replicaba que el público prefería a su desprejuiciada Samantha antes que a la romántica idealista Carrie y terminaba con una pregunta: Si los protagonistas de Friends cobraban exactamente lo mismo: ¿Por qué Sarah gana tres veces más?
Las diferencias se acrecentaron. Parker logró convertirse en productora ejecutiva. Ya no solo ganaba más, también determinaba las promociones, metía mano en los guiones y hasta decidía cómo se desnudarían los personajes. Así fue que todas sus compañeras hicieron alguna escena de desnudez y ella, jamás. En la guerra Parker vs. Cattrall, Nixon y Davis se mantuvieron neutrales. Hasta que el delicado equilibrio se rompió.
Por indiscreción o no, en una entrevista Cattrall reveló que Cynthia Nixon había sufrido un aborto y planeaba volver a quedar embarazada. Sus compañeras lo sintieron como una traición y se lo hicieron sentir. A partir de ese momento no compartieron más almuerzos ni camarines. En las campañas de promoción, la producción debía ubicarla en un hotel diferente y era frecuente que maquilladores y técnicos la encontraran llorando.
A la tensión con sus compañeras se le sumó las agotadoras jornadas de grabación que duraban hasta 19 horas. Esto provocó consecuencias en su vida personal. Con su esposo Mark Levinson querían encarar un tratamiento de fertilidad, pero con filmaciones tan extensas era imposible. Cattrall remarca que fue su decisión personal centrarse en su carrera y no ser madre.
Hoy no se arrepiente de lo que eligió y reivindica su derecho a la maternidad de otro modo que el biológico: “Fue una cosa del destino, el tiempo, la suerte, no sé... Comencé a ser mentora de actrices jóvenes, especialmente. A ser como una madre para algunas, no una biológica sino una que puede ser madre, tía o amiga. Y eso realmente me ha dado tanto”. La serie además terminó con su matrimonio. “Nunca estaba en casa. Nunca estaba ahí y mi esposo estaba solo y muy molesto, fue realmente duro”.
En 2004, Sex and the city terminó. El último capítulo se rodó en el Central Park y ante la prensa. Al terminar Sarah, con lágrimas en los ojos, dijo que extrañaría mucho a sus compañeras. Pero Cattrall prefirió la sinceridad. “Si las echo de menos, siempre puedo ponerme el DVD, como hará todo el mundo”.
Finalizada la serie y ante la presión de los seguidores, se filmaron dos películas. La primera no fue muy buena y la segunda fue pésima. Hubo tratativas para hacer una tercera y Cattrall dijo no. “Creo que la serie tuvo su momento y las dos películas fueron un bonus. Así que hoy vuelvo a repetir y a jurar que no voy a volver a interpretar a Samantha nunca. Se acabó, y de verdad que lo hago sin ningún resentimiento” explicó y desmintió versiones “No pedí dinero, que me tachen de diva es ridículo”.
La pelea con Parker siguió. Cuando falleció el hermano de Cattrall le escribió. “Querida Kim: mi amor y condolencias para ti y los tuyos. Buen viaje para tu amado hermano. Besos” y recibió una respuesta categoría misil: “No necesito tu amor o apoyo en este trágico momento, Sarah Jessica Parker” y siguió: “Mi madre me preguntó hoy: ‘¿Cuándo te va a dejar en paz esa hipócrita de Sarah Jessica Parker?’ Tus continuos inventos de contactar conmigo son un doloroso recuerdo de lo cruel que fuiste y eres. Deja que te lo deje muy claro (por si no lo he sido ya). No sos de mi familia. No sos amiga. Te escribo para decirte por última vez que dejes de explotar nuestra tragedia para recuperar tu imagen de niña buena”.
Con 64 años, Cattrall no siente nostalgia de ese personaje al que no mató pero sí dejó atrás. Integra ese cada vez más numeroso club de actrices que no se obsesionan con su imagen. “Las revistas tratan a la mujer que envejece como si tuviera una enfermedad. Por nada del mundo se me ocurriría obsesionarme con la cirugía estética. No quiero convertirme en una bolsa de plástico“. Por eso admira a Helen Mirren y Judi Dench.
Conocedora de las reglas de juego sabe que el cine y la televisión no dan mucha oportunidad a las mujeres reales de más de 50 por eso se volcó al teatro. “En el cine quedo relegada a papeles secundarios y es algo que no me importa, pero en el teatro puedo hacer de Cleopatra. ¿Qué más se puede pedir?". Realizó obras en el West End londinense y proyectos cinematográficos arriesgados como El escritor, de Roman Polanski, o Meet Monica Velour, en la que fue una exactriz porno acabada y reciclada en madre soltera.
Si le preguntan en qué se parece a Samantha dice que en poco. Ella es más reservada y selectiva con los hombres y bastante tímida. Aunque lo niegue también tiene otro punto en común con su personaje: son fuertes, autónomas y con vidas más que interesantes. Por lo que se sabe Samantha fue un gran personaje, pero la Kattrall parece una gran persona.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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