Mensaje del Obispo Fernández para la Semana Santa

Sociales 06 de abril de 2020 Por REDACCION
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En las redes de la Diócesis se difundió el mensaje del obispo Luis Fernández con motivo de la Semana Santa, texto que reproducimos a continuación.
"Queridas amigas y amigos, queridas familias, queridos hermanos: quiero llegar a ustedes, en estos tiempos que no son los mejores, ante la realidad de un mundo que sufre esta enfermedad del Coronavirus. Nadie queda de lado. Es uno de los momentos de la historia humana, donde todos vivimos una “experiencia única”; donde nadie es ajeno o distinto, porque nos cabe a todos por igual.
¡Qué dura y difícil se nos hace la vida cuando se experimenta tan de cerca la fragilidad y el desamparo de toda ciencia y técnica humana! Donde pareciera que las fuerzas de todos juntos no alcanzan para superar el mal y, al escuchar a los mismos científicos y expertos que todavía no se ha encontrado la solución, debemos confiar y saber esperar.
Como nos dijo el Papa Francisco, citando el evangelio de San Marcos (Mc 4,35-41): “Maestro no te importa que nos ahoguemos”, ante una furiosa tempestad, nosotros somos como aquellos apóstoles que le suplicaron a Jesús “¡Salvanos!”, porque se hundían con la balsa llena de agua. Hoy es el sentimiento, el grito de toda la humanidad, la súplica por la necesidad de Salvación.
Una salvación que no es el “sálvese quien pueda”, ni es el quedarte “viendo el partido desde la tribuna” y, que nos provoque la tentación de la indiferencia y del individualismo; o que creamos que es cuestión de dinero o de poder, pensando que solo se salvan algunos…
¡Con qué claridad ha iluminado el Papa que en “esta realidad”, estamos “todos metidos”, y que “entre todos tenemos que luchar”, que tenemos que poner cada uno nuestro “granito de arena”, porque las cosas menos visibles también son importantes para el bien del conjunto y en especial a los ojos de Dios!
Por eso, ¡qué bueno y qué bien nos hace mirar hoy la realidad y ver tantas mujeres y hombres, niños y ancianas que “aportan” con su entrega generosa al difícil momento que nos toca vivir! Desde los que están en el frente mismo de la batalla, como son los agentes sanitarios, enfermeras, médicos, científicos y todo personal abocado a la salud, como también los que tienen que tomar decisiones que miran al bien común y aquellos que nos cuidan y salen de sus casas siguiendo el trabajo diario para abastecernos de alimentos, cuidar el orden, ayudar a los más desprotegidos.
Así también, cuánto ayudan los que respetan la cuarentena: las madres y padres que siguen formando a sus hijos, niños y adolescentes quienes en las casas se adaptan con alegría y sencillez a las nuevas circunstancias; que no abandonan los estudios, ni se “las pasan de vacaciones”, sino que se muestran activos, creando, imaginando y no dejando caer el ánimo ni la “mística de la cultura de un pueblo sacrificado y entusiasta”, que aprendió de la sabiduría de los abuelos que , ante los grandes desafíos de la historia, hay que saber sacar lo mejor del corazón y de la vida. Esas son las verdaderas fuerzas que llenan de esperanza y confianza a la gente, poniéndose al hombro la patria, la nación que nos identifica.
La vida, cuando es ofrecida con amor y humildad, es la que contribuye y hace la salvación de todos; nos fortalece ayudándonos a no bajar los brazos, a sabernos todos importantes, sacando la vida adelante y, no vivirla de arriba o abusando de los otros, alimentando corrupciones que, a la larga, cuestan superar tanto a los pueblos.

Nuestra vida toda es como una “Semana Santa”
Lleno de alegría cantó el “alma y el corazón” en aquél primer “Domingo de ramos”, cuando aquellos niños y el pueblo salió a recibir al Señor allá en Jerusalén y “arrancaban ramas de los árboles” para vitorear y alabar. Se sentían amados y cuidados, respetados y escuchados, todos con dignidad, bajo un mismo cielo y cuidando esta tierra, donde hay “trabajo, techo y pan para todos”; y una FE que no se puede ocultar, que sale como grito del corazón agradecido por tanto amor. Porque si los niños callaran, ante Jesús montado en un burrito, “gritarían hasta las mismas piedras”, la bondad de Dios, cuando vivimos en justicia, verdad y paz.

El “Jueves Santo”
, nos encontrará en familia, ante ese hermoso y bello gesto de Jesús, de lavar los pies a sus discípulos, que este año omitiremos en las Iglesias, acomodándonos a la emergencia sanitaria, pero que lo escucharemos como nunca en el Evangelio, porque es tan necesario cuando tenemos esta fuerte experiencia de vivir en casa, por la cuarentena. Desde lo más profundo del corazón aceptar con humildad y dejarme lavar el alma y el cuerpo, cuando vemos que somos capaces de ofrecernos el perdón entre nosotros y aceptarnos más como somos, abriendo también cada uno de nosotros la posibilidad de llevar a todos la reconciliación, la alegría y fraternidad, de saber vivir con mansedumbre, capacidad de escucha y ofreciendo el perdón. Cuando vemos la humildad de Jesús, su abajamiento y haciéndose el último, poniéndose como servidor y amigo de todos, sin discriminaciones, sin avasallamientos o imposiciones, sin soberbia ni prepotencia, sino compartiendo y asombrándose de lo bello y grande que es el corazón humano cuando deja lugar a lo espiritual y más profundo de su vida, como estos tiempos lo posibilitan.
Tomaremos fuerza desde la eucaristía, que esta vez recibiremos solo en el espíritu, pero que se convertirá, por la fuerza del Espíritu Santo, en presencia que invade con ternura y delicadeza nuestra vida. Es la presencia de Jesús que, como nunca, entrará en nuestras vidas, en nuestras casas, para consolar, animar y proteger, preparando el alma para cuando podamos recibirlo sacramentalmente en esta Pascua y a lo largo de la vida.

“El viernes santo”,
será un día ´para ofrecer una vez más la sobriedad y la abstinencia de este tiempo de cuarentena que ha hecho cambiar los hábitos de la cotidianeidad. Dejaremos un poco más de tiempo para entrar en nuestra interioridad y, al no poder confesarnos para esta Pascua, poner nuestra conciencia a los pies de la Cruz, para que sólo la misericordia de un Dios que muere por amor, hasta entregar Su Vida en la Cruz, nos haga experimentar en lo hondo de nuestro ser, que el poder de Dios es esa misericordia que perdona de nuestros pecados. Y esta vez, como lo ha dicho el Papa, no dudemos de sentir la alegría del perdón, la Vida Nueva que trae la Reconciliación, de sentirnos, puros, limpios, verdaderos hijos de Dios, amados por el Padre y hermanos para siempre de Jesús, sin el peso de los pecados y las culpas que entristecen el alma. Es empezar a vivir la Pascua de Jesús, el Hombre Nuevo, que trae la Vida Nueva, y esta es la Obra más grande del amor de Dios, que es la Pascua de Jesús. Esto lo logró su Muerte en Cruz y su Gloriosa Resurrección.
Esta vez no tendremos el perdón dado por el sacerdote. Llevaremos en el alma el perdón y la misericordia de Dios, y cuando podamos y se levante la cuarentena, no dejaremos de recurrir al sacerdote para recibir como siempre la absolución y la comunión Pascual.
Por el Vía Crucis, andarán nuestros pensamientos y nuestro corazón, como todo Viernes Santo, conmovidos ante tanta misericordia, ternura y entrega del mismo Dios por todos nosotros y sintiendo este año que no caminaremos por las calles de nuestros pueblos y ciudades, precedidos por la Cruz Bendita del Crucificado.
Esperaremos durante el Sábado Santo, como esperó con paciencia y una fe inquebrantable la Virgen Dolorosa, que así como fue capaz de recibir la Vida del Hijo de Dios en su seno bendito, no temió recibirlo muerto en sus brazos cuando lo bajaron de la Cruz.

“VIGILIA PASCUAL – DOMINGO DE PASCUA”
¡CRISTO HA RESUCITADO!

Trae la Salvación que esperaba desde siempre la humanidad. Es Él quien nos dice, “no teman, no tengan miedo, yo estoy con ustedes, no duden, ni se inquieten, les daré la fuerza para que vivan como hermanos, y puedan hacer el bien, trabajando por la justicia la verdad y la paz”.
“Daré la sabiduría necesaria para que superen los males, sigan con audacia haciendo cada día un mundo nuevo, donde el diálogo, la participación entre todos, contribuya a superar la indigencia, la pobreza, los conflictos sociales”.
“Les aseguro”, nos dice Jesús Resucitado ”que el que vive en mí, no tendrá jamás angustia o desesperanza y vivirá para siempre, porque la muerte ha sido vencida”.
Nuestra Señora de La Pascua, la que también sufrió los dolores de la Pasión y Cruz, nos invita a saber sobrellevar estos tiempos difíciles llenos de esperanza, poniéndonos en las manos de Dios como se puso Ella, con fe y confianza. Y llenos de humildad y ternura, sigamos caminando con alegría construyendo todos juntos, como nos decía San Juan Pablo II, “la civilización del amor”.
A todos les deseo felices pascuas en la vida nueva de cristo resucitado.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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