Su majestad, el excusado

Sociales 02 de abril de 2020 Por REDACCION
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Fascículo 5 – Orgullo y prejuicio


Por Edgardo Peretti


Hemos llegado hasta aquí con una voluntaria y caprichosa dirección en el tema que no es otra cosa que la visión rural, aquella que muchos no conocen y otros ni siquiera imaginan. Si siempre fue duro vivir y trabajar en el campo, hay que pensar que las necesidades básicas se suplían con mucho de ingenio y muchísimo más de valentía. Hombres y mujeres. Jóvenes y viejos.
Por eso dejamos para el final para irrupción urbana del asunto. En la ciudad, no fueron pocas las viviendas que contaban con un “fondito” o un excusado; y no por decisión, sino por necesidad.
Cuando el ámbito sanitario llegó a la urbe, ya se hablaba de “pozo ciego” o “pozo negro”, donde además iban a descartarse los restos de la limpieza y de la ducha. Los detergentes y los químicos hicieron un trabajo tan metódico que, por obra y gracia de los usuarios, que el llamado también “pozo absorbente” se convirtió en una trampa. Y pronto. Comenzaron a rebasar y había que cavar otro.
La llegada de las cloacas solucionó muchas de estas cosas, pero aún se puede apreciar en muchas casas que el “fondo” sigue firme, sin uso, es cierto, pero como un síntoma de otro tiempo.
No fue fácil arribar a esta situación. La gente grande se negaba a tener el baño dentro de su casa, al inodoro a pocos metros de la mesa. Fue una lucha cultural muy grande, terrible y donde muchos jamás se rindieron, haciendo que sus días finales continúen el tránsito por el patio, sin importar el clima o la hora.
Se contaba en el interior con una palangana, muchas veces colocaba en un pedestal metálico de hierro artesanal y – a veces- con una precaria ducha y hasta con un modesto calefón a alcohol o kerosene para la higiene corporal, pero el resto: afuera!!!
Alguien me hizo notar la enorme contradicción que significaba contar con la “bacinilla” (o taza de noche y “escupidera”) dentro del dormitorio toda la noche (que se usaba sin distinción de sexo ni materiales) y la negación del “baño instalado”, ya que a la mañana había que ir hasta el excusado a descargar el contenido. Hay que decir que, luego de ello, se rociaba con un poco de lavandina (o “Agua de Jane”) y se dejaba al sol hasta la noche en que sus servicios eran requeridos nuevamente.
Muchos secretos han ido a parar al fondo del pozo. Muchas historias (¿y vidas?) terminaron en esa oscuridad que marcó tendencia y generó polémica, al menos hasta la llegada del bidet.
Pero eso es otra historia.

(Final)

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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