Su majestad, el excusado

Sociales 31 de marzo de 2020 Por REDACCION
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Fascículo 3 – Higiene

Por Edgardo Peretti


A esta altura de nuestras módicas exposiciones no son pocos los lectores que nos aportan todo tipo de circunstancia allegada al tema central de esta sobria disciplina que estamos exhibiendo a la población. Hay que destacar que solamente aquel (o aquella) que ha tenido que recurrir a colocarse en cuclillas para su función natural sabe de lo que estamos hablando.
Citábamos en el inicio un detalle importante como lo es la higiene. La existencia del excusado y todo lo que ello representaba no fue un impedimento para que la familia le dedicase un espacio importante en lo que tiene que ver con la salubridad.
No hacía falta demasiada sapiencia para saber que eso era un foco infeccioso y que había que controlarlo. Lo primero, lo básico, lo más lógico era andar con un balde de agua a cuestas, casi como un depósito (o mochila) para arrojar sobre el piso, para que la pendiente del piso hiciese el resto.
No señor. Con eso no alcanzaba. Y para ello estaba el mayor amigo de la casa y del baño y el mayor enemigo de las infecciones: la siempre vigente y contundente “creolina” (SIC).
Esta era, al menos por estos pagos, la mejor manera de identificar al producto que se conocía comercialmente como “Fluido Manchester”, que se presentaba en una lata de 350 cc, color roja y negra y con forma triangular.
Para acceder al líquido se apelaba a tres perforaciones, una en cada vértice, y se manipulaba con sumo cuidado . No era para jugar, afirmaban los mayores.
El caso es que este noble colaborador aún se fabrica, y aunque se ofrece en una lata cilíndrica (de 350 CC), continúa presentándose como un “poderoso desinfectante”, fabricado por Feit y Olivari SA en la Capital Federal. También tenía una leyenda en francés que recordaba al dios egipcio Sethon que desinfectaba todo lo que le pasaba cerca.
Obviamente, que esta referencia adaptada ficcionalmente, es una licencia del autor.
En el caso que nos ocupa, el líquido compuesto terminaba en el pozo y mantenía un cierto grado de tolerancia ante el aroma que siempre salía de allí y que se volvía molesto los días de viento norte.
Quien esto escribe ha tenido oportunidad de apreciar algunos otros agregados de confort, como por ejemplo una estructura de silla (en realidad, para los mayores que no podían agacharse) y uno con manguera conectada a la bomba del molino, con una canilla a mano.
Sin embargo, siempre hubo casos extremos. Es una verdad a gritos aquella historia que cuenta el accionar de un esposo a quien la dueña de casa (la señora) no solo lo tenía loco con el olor, sino que sostenía que las cucarachas que asolaban su hogar provenían del sanitario.
Lo había repetido cientos de veces, hasta que un día, el tipo llegó medio mal pisado y se decidió a tomar el toro por las astas, o – mejor dicho- las cucarachas por el ala.
Fue al galpón, buscó un bidón de cinco litros de nafta y una bolsa de arpillera. De allí continuó hasta el excusado, donde masticando venganza y algún otro improperio, vació parte del combustible en el pozo, embebió la bolsa con otro poco que le quedaba y al grito de “Attenti, cucaracha!!!” le prendió fuego.
Los gases allí acumulados hicieron el resto.
El excusado desapareció y al tipo lo fueron a buscar del vecino, donde había ido a parar tras la explosión, más precisamente, en un nido de loros. Nada se dijo del destino de las cucarachas.

(Continuará)

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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