Sensaciones y sentimientos

Sociales 25 de febrero de 2020 Por REDACCION
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DE UN HOMBRE Y UN PIANO
¿Alguna vez se preguntaron, viendo a un ejecutante en piano, dónde está el límite entre las manos y el teclado? ¿No parecen una sola cosa hombre e instrumento? ¿Cuál de los dos es el que impulsa y origina la música?
¿Nunca se preguntaron si Billy Joel existe o es la prolongación del instrumento?
“El hombre del piano” debe ser unos de los temas que han dado la vuelta al mundo, y si no es así, merecería serlo. De su recorrida por el mapa de Europa de norte a sur, “El hombre del piano” encontró, en la expresiva Ana Belén, una versión distinta de la traducción literal. Vamos a conocer las dos, y primero la española.
“Esta es la historia de un sábado de no importa qué mes, y de un hombre sentado al piano de no importa qué viejo café. Toma el vaso y le tiemblan las manos apestando entre humo y sudor, y se agarra a su tabla de náufrago volviendo a su eterna canción. Toca otra vez viejo perdedor, haces que me sienta bien, es tan triste la noche que tu canción sabe a derrota y a miel. Cada vez que el espejo de la pared le devuelve más joven la piel, se le encienden los ojos y su niñez viene a tocar junto a él. Pero siempre hay borrachos con babas que le recuerdan quien fue: el más joven maestro al piano vencido por una mujer. Ella siempre temió echar raíces que pudieran sus alas cortar y, en la jaula metida, la vida se le iba y quiso sus fuerzas probar. No lamenta que dé malos pasos aunque nunca desea su mal, pero a ratos con furia golpea el piano, y hay algunos que lo han visto llorar. Toca otra vez viejo perdedor (…), sabe a derrota y a miel. El micrófono huele a cerveza y el calor se podría cortar, solitarios oscuros buscando pareja apurándose un sábado más. Hay un hombre aferrado a su piano y aún no ha salido ni el sol. Toca otra vez viejo perdedor (…) sabe a derrota y a miel.”
La versión de Ana Belén conserva el drama de la original, pero el dolor de la de Billy Joel, literalmente traducida, llega a ser hasta físico.
“Son las nueve de un sábado, la multitud de siempre entra arrastrando los pies, hay un hombre mayor sentado a mi lado haciéndole el amor a su gin tonic. Él dice: hijo, ¿puedes tocarme un recuerdo?, No estoy realmente seguro de cómo suena, pero es triste y es dulce y me la sabía completa cuando vestía ropas de hombre joven. Cántanos una canción, eres el hombre del piano, cántanos una canción esta noche; bien, todos estamos de humor para una melodía y tú nos haces sentir bien. Ahora John, el de la barra, es un amigo mío. Me consigue bebidas gratis y es rápido con un chiste o para encender tu pitillo. Pero hay un lugar donde (él) preferiría estar. Me dice cuando la sonrisa desaparece de su cara: Bill, creo que esto te está matando. Entonces estoy seguro de que podría ser una estrella de cine si pudiera salir de este lugar. Cántanos una canción (…) y tú nos haces sentir bien. Ahora Paul es un novelador que nunca tuvo tiempo para una esposa. Está hablando con Davy, que aún está en la Marina y probablemente lo estará de por vida. Y la camarera está haciendo política cuando el hombre de negocios se emborracha poco a poco. Comparten un trago al que llaman soledad, y eso es mejor que beber solo. Cántanos una canción (…) y tú nos haces sentir bien. Es una buena cantidad de gente para un sábado y el gerente me dedica una sonrisa porque sabe que es a mí a quien han venido a ver, para olvidarse de la vida por un rato. Y el piano suena como un carnaval y el micrófono huele como una cerveza. Se sientan en la barra y ponen pan (dinero) en mi frasco y dicen “Chico, ¿qué estás haciendo aquí? Cántanos una canción…y tú nos haces sentir bien.”.
Hasta aquí la seductora melodía de El hombre del piano (O Pianoman, como les gusta decir a algunos pianistas). Queda prometido volver sobre el tema de la profunda relación entre hombres y pianos, compinches y unidos por la belleza inasible de la música.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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