“Arbolito”, de indio justiciero a rockero

Información General 22 de febrero de 2020 Por Edgardo Peretti
Fue un ranquel que ajustició al líder de la matanza indígena en la provincia de Buenos Aires durante la primera campaña del desierto, contratado por el gobierno de Rivadavia. Dos versiones parecidas, pero muy diferentes. Homenaje a Osvaldo Bayer.
Esta historia la escuché por primera vez allá por 2008 de boca de Osvaldo Bayer. Fue una charla ante un mínimo auditorio de una decena de personas en el Centro Cultural de la Cooperación, en avenida Corrientes, y aunque tiene otras versiones (incluso en Youtube), me referiré a esta.
Durante el gobierno de Bernardino Rivadavia, allá por segunda década del siglo 19, el gobierno nacional contrató a un militar de origen alemán, que hizo su carrera en nuestro país, para que se haga cargo de lo que, cínicamente, se conoció como la primera Campaña del desierto, la cual consistía en ganar tierras a los indios (pueblos originarios allí residentes, por decirlo mejor), de la manera que sea posible.
En esta labor se asignó al ya coronel Friedrich (Federico) Rauch (1790-1829), quien hizo su trabajo con eficiencia; los indios que se rendían pasaban a ser esclavos y el que se negaba, pasado a degüello, sin importar si era guerrero, mujer, anciano o niño. Rauch y su horda de asesinos eran una máquina cuya capacidad era reconocida por las autoridades civilizadas (SIC), habiéndose ganado el mote de “El carnicero”, y cuyo mayor orgullo era ahorrar balas en los infieles y someterlos a cuchillo y sable, según consta de sus propios informes.
En eso andaba el prusiano, sembrando muerte a mansalva por la pampa bonaerense, cuando sus baqueanos (indios conversos y/o traidores) lo pusieron en alerta sobre un paisano que vigilaba (a prudente distancia, obvio) la poderosa columna armada. Según podían ver en sus catalejos, el indio los “bombeaba” (observaba, vigilaba) parado en el anca de su caballo y a la distancia, su flaca figura y sus crenchas lo convertían en algo parecido a un arbolito. Y allí le quedó el nombre.
Según la penosa historia oficial, el guerrero respondía al nombre “cristianizado” de Nicasio Maciel y era temido por sus pares agregados a las huestes de Rauch por su peligrosidad y fiereza en el combate. También se dijo que habría que ir a buscarlo, pero la soberbia del militar solamente dispuso vigilarlo, mientras ellos seguían eliminando a sus pares.
Durante varios días, el citado Arbolito se hizo visible hasta que un día dejaron de verlo y, quizás, dejaron de preocuparse. Todo hasta el 28 de marzo de 1829 cuando la cabeza de la tropa pasó por una hondonada en un paraje conocido como Las Vizcacheras, y desde uno de los costados surgió un guerrero, que con su lanza, atravesó el cuello de Rauch dejándolo sin vida, aunque siendo abatido por los soldados.
Tomando palabras de Bayer, este dejó en claro que “Rauch se convirtió en héroe y Arbolito en un asesino”. La historia oficial argentina grafica este momento con una escena propia de la bibliografía liberal mitrista, con el militar en el piso, con su caballo casi abatido y atacado por varios indígenas, quizás en un fallido intento por hacer más notable y honorable su final. Lo cierto, y menos poético porque ninguna muerte es tal, es que el vengador de la pampa fue solo uno: Arbolito.
El escritor (autodefinido como anarquista hasta el final de sus días) inició una campaña para cambiar alguna parte de la historia, y en 1963 se presentó en la ciudad de Rauch (provincia de Buenos Aires) para pedir a sus fuerzas vivas que le cambien el nombre por el de Arbolito. No sólo que lo sacaron a patadas sino que un general, descendiente del acusado, lo metió preso por….bueno, por ofender la memoria del pariente.
Sin embargo, Bayer – que murió en 2018, a los 91 años- algo consiguió, pero no contra Federico Rauch sino contra Julio Roca: una escuela de Azul y una calle de Vedia (ambas en Bs. As.) cambiaron el nombre del expresidente por el de Arbolito.
Aunque sin rendirse, ya en aquel encuentro con el escritor lo mostraba algo abatido: “espero que las nuevas generaciones tomen conciencia de estos hechos, ya que pareciese que en la querida Argentina los criminales de la sociedad originaria tienen calles y plazas y los que lucharon por la libertad de sus pueblos, apenas un conjunto de rock…”. (N. de la R.: “Arbolito”, formado en 1997).
Como aporte personal, pienso que no debe olvidarse otra curiosa referencia: también existe una marca famosa de cuchillos “Arbolito”, aunque – claro- alemana.


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