"Fue un pastor con olor a oveja", señaló monseñor Fernández

Información General 17 de febrero de 2020 Por REDACCION
CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE MONSEÑOR ZAZPE
El pasado sábado se cumplió el centenario del nacimiento de monseñor Vicente Faustino Zazpe, primer obispo de nuestra Diócesis, con tal motivo, en la celebración eucarística de la jornada, monseñor Luis Alberto Fernández, actual obispo, pronunció una homilía basada en la figura del primer pastor, resaltando  sus virtudes, y poniendo especial énfasis en su total entrega para ser un instrumento del Señor, estando muy cerca de la gente y cuyo texto reproducimos a continuación.
Es posible al hombre vivir en Dios, llevar una vida plena, que lo dignifica y hacer de lo cotidiano algo cordial, que lo lleve a sentirse sereno y en paz, con Dios, con los hermanos y con la creación toda, salida de las manos de Dios.
Hoy la Palabra de Dios, dice en la primera lectura, “ante nosotros está la vida y la muerte, el fuego y el agua…, a cada uno se le dará lo que prefiera, porque grande es la sabiduría de Dios”.
El Apóstol San Pablo en la segunda lectura dice que, “la de Dios es una sabiduría misteriosa y secreta, que Él preparó para nuestra gloria, antes que existiera el mundo; aquella que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzó a conocer, porque si la hubiesen conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Por eso anunciamos, como dice la Escritura, "lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman”.
Hoy queridos hermanos nos convoca también la Celebración del centenario del nacimiento del primer Obispo de nuestra diócesis de Rafaela, “profeta de estos tiempos”, como lo llamó el Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, a Mons. Vicente Faustino Zazpe.
Recuerdo que Mons. Zazpe en una de sus tantas reflexiones decía: “…dentro de nosotros llevamos la posibilidad de ser un 'gran santo o un gran pecador'”, y hasta ponía nombres concretos de la historia, algunos que ayudaron a elevar, a edificar la humanidad y otros hombres que solo destruían, aniquilaban toda esperanza. Zazpe fue uno de esos hombres que vivió fielmente lo que agradaba a Dios y hacía bien a la sociedad, prefirió a Cristo y por eso Dios tenía puesto sus ojos en él.
Su vida y sus enseñanzas eran las que había, recibido en su familia, en el seminario, en el ejercicio de su Ministerio como sacerdote en Buenos Aires, y como obispo en Santa Fe, fue un pastor con 'olor a oveja', cercano a la gente, preocupado por los más necesitados. Le dolía el dolor del pueblo, no transaba con la injusticia, la mentira, o la corrupción.
Era un hombre que inspiraba confianza, abierto a saberlo esperar todo de Dios, no de arreglos mezquinos o a escondidas con los dominadores de turno. De gran interioridad lograda en el gozo del silencio de su oración profunda originada en la intimidad con El Señor Jesús, a quien siempre ponía en el centro de sus predicaciones.
Tenía respeto por la dignidad que hay en cada ser humano, y construía la cultura del encuentro, no desde intereses personales, ni desde las modas del momento, ni de las ideologías, menos aún con tácticas de poder o para caer bien, sin esperar consensos populistas, o amparándose en ritualismos religiosos enfermizos y fanáticos, sino que se relacionaba, escuchando mucho, y con un discernimiento que llevaba a la verdad, fruto de reconocer la importancia de trabajar en grupo, dando participación sin prepotear o imponer, sino gozando de la belleza de poder descubrir la originalidad que aporta cada criatura, imagen de Dios, cuando aún la misma crítica no nace de los celos ni de la envidia, sino que buscan entre todos alcanzar la madurez de la vida, fundamentalmente afrontando la historia como desafío y no como problema, superando así realidades complejas, diversas y plurales que en nuevos tiempos, se empezaban a vivir.
Zazpe fue querido y escuchado, llamado a misiones eclesiales de gran trascendencia, donde la Iglesia en argentina tenía puesta sus ojos, por decisiones muy importantes, donde se jugaban los recientes pasos dados por el concilio Vaticano II, pero sobretodo se jugaba el verdadero "sentir de la Iglesia", que avalaron grandes Santos como el Papa San Pablo VI, como en la controvertida intervención del actuar, hoy Mártir Beato Mons Enrique Angelelli.
Cuando muchos callábamos, Zazpe habló, habló con su vida, que supo exponerla, como Cristo en la Cruz. Supo descubrir y ayudó a muchos a discernir los Signos de los Tiempos, a no quedar atrapados en “mesianismos antropológicos” (dijo el cardenal Bergoglio), que deslumbraban a las nacientes juventudes que salían del ostracismo en que vivió la Argentina una de sus épocas más vergonzantes de la historia con Guerrillas armadas y Terrorismo de Estado, en dictaduras militares.
Fue conmovedor escuchar la vos apasionada y llena de vida de Mons Zazpe, dirigiéndose a los jóvenes, en las ya reconocidas como “Las bienaventuranzas de Zazpe”, que en la Asamblea de la Acción Católica en la Provincia de Tucumán y luego en el Año Mariano Nacional en Mendoza, dejaron una huella imborrable de la Iglesia argentina, cuando el país cruzaba tiempos difíciles, Zazpe proclamo a viva vos que la “esperanza” es la verdadera vida, a la que estamos llamados a vivir en esta patria, y en el mundo entero, ella es mucho más que las cultura de la muerte, miedos y angustias que a veces parece o quiere, dominar la historia.
Decía el Cardenal Bergoglio, que Zazpe se 'aferró' “a las Bienaventuranzas”, nosotros jóvenes en aquellos tiempos, tuvimos la Gracia, de escuchar y ver a un "profeta de estos tiempos", que desde el espíritu de las Bienaventuranzas, actualizaba y nos orientaba poniéndonos en el ideal, posible y alcanzable para nuestras vidas, que Jesucristo entregó a la Iglesia y a la humanidad en la cima del Monte de las Bienaventuranzas, en la Alta Galilea, frente al lago de Tiberíades, hace dos mil años.
Así las proclamaba Zazpe: “Bienaventurados los muchachos y las chicas que hacen de la vida una ofrenda, un deber y una oblación. Bienaventurados los muchachos y las chicas que deciden su futuro orando, consultando y reflexionando… Bienaventurados los muchachos y las chicas que optan por una carrera o un oficio para servir mejor a la comunidad. Bienaventurada la juventud que se enamora de Cristo y quiere proclamar ese amor. Bienaventurada la juventud que sufre cuando la Iglesia y el país padecen y que se alegra cuando la Iglesia y el país triunfan. Bienaventurada la juventud que trabaja por la paz y la que tiene sed y hambre de justicia… Bienaventurada la juventud que es fría o caliente, porque la tibia será vomitada por el Señor…”
Damos gracias a Dios, por nuestro primer Obispo, por su servicio humilde y sencillo a la Iglesia y al país, por su espiritualidad que ayudó a acercar a tantas mujeres y hombres a Dios. Por su entrega comprometida, y su caridad haciendo la voluntad de Dios y el bien a todos los hermanos. Por su apertura a dialogar con las distintas culturas, a servirse de los medios e instrumentos que esta nueva época de la historia ofrecían.
La Virgen de Guadalupe, que lo acompañó a Mons. Zazpe, en esta tierra santafesina, nos ayude a todos a no dejarnos de sorprender siempre, por las maravillas de Dios, con las que acompaña y protege a su Pueblo.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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