SENSACIONES Y SENTIMIENTOS

Sociales 21 de enero de 2020 Por REDACCION
Leer mas ...

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ANIBAL OLMEDO
Es muy fácil encontrarlo. Más todavía conversar amablemente con él.
No necesita un farol ni ponerse un pañuelo al cuello para sentirlo protagonista de un tango; él, atravesando tiempos, modas, costumbres y orquestaciones variadas según las distintas estéticas, está en un hoy cabal, heredero de un dos por cuatro que rinde mucho más que ocho.
Cantor, conocedor del cuerpo y alma de los tangos, se formó artísticamente en la época dorada de las orquestas “típicas”. Es causa y consecuencia de que ese período se recuerde con respeto y valoración.
Pero su DNI no dice “Aníbal Olmedo”
Compañero ideal para compartir un café o una cena, origina permanentemente momentos gratos, con dichos incisivos, ingeniosos, inteligentes. Y da como para pensar que en los no tan lejanos orígenes arrabaleros no habría desentonado en las conversaciones intencionadas, pícaras y hasta poéticas de los creativos y cantores en las reuniones de creativos, músicos y cantores.
Su historia de canto es también la de orquestas y músicos reconocidos de aquí y consagrados en el orden nacional. Hay que hablar de los años cincuenta y mencionar respetuosamente a músicos como Mario Platini, las típicas Saione, Elvio Solari y la orquesta “Cetta-Pignoni” (después “Juan Carlos Cetta” cuando Remo Pignoni tomó otros caminos musicales). Protagonistas principales fueron sus cantores -como el clave clásico, bien temperado- Alberto Larrué y Aníbal Olmedo.
Ya está dicho que no se llama así.
Tenía veintitrés años cuando ingresó a “Cetta-Pignoni” y por doce pudo escucharse su voz en esa orquesta. Eran éxitos entonces “La cumparsita”, “El choclo”, “Derecho viejo”. También Discépolo aportaba lo suyo para el canto: era muy popular “Esta noche me emborracho”, que cantaba Alberto Larrué. Aníbal Olmedo hacía lucir a “No culpes al amor” y “Te llaman malevo”. Era fácil notar entonces la influencia del estilo troileano y del repertorio de temas de Alfredo De Angelis, consagrados todos por el emblemático Tango Club, y las rendidoras gotitas de Glostora.
¿Cómo era la actitud de los músicos nuestros? ¿Se divertían tocando?
Cuenta Aníbal Olmedo (ya se dirá cual es su nombre) que era un acto muy serio (“tocar no era ninguna broma”, dice) y que lo que se sentía al terminar una ejecución bien hecha era satisfacción. Reconoce también que “lo más difícil es transmitir”.
Dice que lo importante es cantar, que es bueno hacerlo hasta para uno mismo y que cuando no se lo puede hacer bien, es satisfactorio silbar como si estuviera cantando. Pero en cualquier situación, siempre es mejor apoyarse en las técnicas vocales.
Es un cantor romántico que gusta de los tangos con melodía, como los interpretados por Héctor de Rosas y Floreal Ruiz. Valora títulos como “Llámame amor mío”, “Cada vez que me recuerdes”, “Gricel”, “Quien tiene tu amor” o “Uno”. Señala que siempre eligió los tangos para cantar en la orquesta. Tuvo en cuenta que sus letras no incluyeran “golpes bajos” como, por ejemplo, aquéllas que hablan de niños con enfermedades incurables.
Se lo percibe de igual modo como Abdo Karim Alí, Aníbal Olmedo o por su apodo, que alude al habitante o nativo de Oriente. Transparente y sin dobleces, su modo es natural y auténtico.
Cabal como los sentimientos profundos, de complejidades simples y pensamientos elaborados, es tan compañero como la música. Y dicen que es amigo íntimo de las notas.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
Seguinos en Facebook y Twitter

Boletín de noticias