Un problema para la actividad

Suplemento Economía 19 de enero de 2020 Por REDACCION
Comenzó un nuevo año, se inició una nueva década. Hay nuevo gobierno, el de Alberto Fernández, que promete reactivación económica. En este marco, la consultora Economía & Regiones analizó el estado de situación heredado y las primeras medidas económicas para intentar anticipar si los objetivos serán alcanzados o si, por el contrario, las cosas saldrán mal.

El nivel de actividad viene derrapando hace años. Cuando se compara el PBI real de fines de 2019 con respecto a fines de 2015 y fines de 2011, se observan caídas punta a punta de -5,2% y -3,8%; respectivamente. En este marco y con una población que crece a un ritmo de anual de +1,1%, el PBI per cápita 2019 cerraría por debajo del cierre del 2015 (-8,9%); del 2011 (-12,6%) y 2007 (-4,4%), registrando una caída punta a punta a lo largo de los 12 años que engloban los dos gobiernos de CFK y la presidencia de Mauricio Macri.
Esta performance del PBI se agrava con el paso del tiempo, lo cual no puede sorprender a nadie. Hacer las cosas mal durante doce años, necesariamente debe tener mayores costos y peores consecuencias que hacerlas mal durante 8; 6 o 4 años, ya que los malos resultados se acumulan unos sobre otros, multiplicando los costos que el sector privado debe pagar. En este sentido, en el período 2012/2017 el PBI varió a una tasa promedio anual de +0,2% con años impares positivos que se compensaban con años pares negativos. Sin embargo, la macroeconomía ya ni siquiera pudo sostener está dinámica de estancamiento, y hubo caídas consecutivas en 2018 y 2019. 
La mala macro mata la micro, y la caída del nivel de actividad se traduce en ventas más bajas, menores ingresos, mayores costos y peores rentabilidades. Las firmas están cada vez más ahogadas y, al igual que la macroeconomía, también se achican.
En este contexto, hay que tener un buen diagnóstico del origen del problema. Diagnóstico en mano, hay que ver si las políticas diseñadas y aplicadas por el nuevo gobierno tienden a solucionar o agravar los problemas. En el primer caso, la economía dejará de caer, habrá un punto de inflexión y más tarde se rebotará, comenzando a salir de la dinámica de los últimos 10 años. Por el contrario, en el segundo caso, seguirá la actual tendencia.
De acuerdo con nuestro diagnóstico, la economía argentina no crece porque el sector privado, que es el sector que produce y genera riqueza, no puede hacer negocios, ni ganar dinero. El sector privado no puede hacer negocios ni ganar dinero, porque el Estado lo ahoga a impuestos y regulaciones. Al no poder hacer negocios, ni ganar dinero, no hay incentivos a aumentar la capacidad de producción. 
Las empresas, sobre todo, las micro pymes y las pymes, no invierten y no acumulan stock de capital, con lo cual no expanden su frontera de producción. Algunas ni siquiera amortizan todo su stock de capital, por lo cual su frontera de producción se achica. En este marco, no se toman trabajadores o se reduce la dotación, con lo cual el salario real cae. Como consecuencia, el consumo baja y la demanda agregada cae más, retroalimentándose un espiral negativo.
Argentina está totalmente descalzada de la realidad internacional y regional, enfrentando una presión tributaria entre dos y tres veces mayor que los países con el mismo nivel de ingreso per cápita. La cantidad de impuestos y de regulaciones también es récord mundial. Entre Nación, provincias y municipios, antes del Alberto Fernández el sistema tributario argentino contaba con 163 impuestos, que impactaban sobre casi todas las actividades económicas del país: 40 nacionales; 41 provinciales y 82 municipales. Paralelamente, las regulaciones ascendían aproximadamente 69.000. Ahora son más.
¿Qué resultados generarán las medidas económicas de Alberto Fernández? La pregunta clave a contestar es una sola: ¿Las medidas del nuevo gobierno de Alberto Fernández vienen a desarmar o agrandar esta problemática a partir de la cual la economía se achica, desahogan o ahogan más a los privados?
De acuerdo con nuestro análisis, el paquete de medidas económicas de Alberto Fernández es más de lo mismo, lo cual agrava los problemas de fondo que le impiden hacer negocios y ganar dinero al sector privado, con lo cual lo más sensato es pensar y anticipar que la tendencia proseguirá, en lugar de parar y revertirse.
¿Qué efectos tienen las medidas económicas del paquete Fernández en materia de actividad? Las medidas atentan contra el ahorro, la inversión, la acumulación de capital, la producción y el crecimiento económico, porque no sólo agrandan el tamaño del Estado, aumentando el peso del gasto público, la cantidad de impuestos, la presión tributaria y el stock de regulaciones, sino porque potencian el intervencionismo estatal a lo largo y a lo ancho de todo el sistema económico, paralizando y ahogando cada vez más al sector privado, a quien cada vez se le hace más difícil hacer negocios y ganar dinero.
La (buena) teoría económica austríaca, que siempre usamos en E&R para analizar y anticipar la coyuntura económica, es muy clara y contundente en cuanto los efectos económicos de las principales medidas económicas de Alberto Fernández: más allá de lo que se comunique en los medios, lo más lógico sería esperar y anticipar una profundización de todos los problemas macroeconómicos en materia de nivel de actividad, monetarios, cambiarios e inflacionarios en el mediano y largo plazo.
En este contexto en el cual se termina dando irremediablemente la lógica por medio de la cual, “más de lo mismo, pero más intenso y arrancando de pisos cada vez más bajos, conduce inexorablemente a peores resultados”, las firmas y los agentes económicos individuales deben tomar decisiones económicas y financieras defensivas.
No es hora de inversiones, de planes de negocios ambiciosos, ni expansivos, porque sus probabilidades de éxito son muy reducidas. Y si por algún milagro, nuestra empresa, negocio o sector son un cisne negro que gana más dinero, también hay que ser defensivo y no dudar en armar un “colchón”. La lógica de este gobierno es ir tras las rentabilidades y perseguir los beneficios privados. Si un determinado año el negocio es rentable, al siguiente año es (casi) seguro que la voracidad fiscal se viene “encima”.
Lo que sigue es una serie de tips resumiendo las consecuencias de cobrar más impuestos, elevar el gasto, otorgar aumentos de subsidios, intervenir en el mercado laboral y decretar incrementos salariales, poner controles de precios, establecer precios máximos, intervenir en el mercado cambiario con tipos de cambio controlados y segmentados, bajar artificialmente la tasa de interés y pisar los beneficios empresariales.


• El proceso de recaudación y gasto distorsiona inevitablemente el destino dado a los factores productivos. La asignación de recursos se hace más ineficiente cuanto más impuesto y más recaudación haya. Más ineficiencia es menos producción y crecimiento.
• Cuanto mayor sea el presupuesto del gobierno en relación con la actividad del mercado, mayor será la carga que soportará el sector privado y la economía, consecuentemente más pesada serán las distorsiones y la pérdida de utilidad.
• En su proceso presupuestario de cobrar cada vez más impuestos para financiar cada vez más gasto, el gobierno lo único que está hace es quitarles a unos para darles a otros, es decir; no genera, ni crea valor, por ende no impulsa ningún
crecimiento. Por el contrario, destruye riqueza, ya que le saca recursos a los que más eficientes y que producen, para dárselos a los ineficientes que no producen.
• Cuando se cobran cada vez más impuestos al ahorro, al capital y al trabajo para subsidiar más desempleo y consumo, se atenta contra el crecimiento. Los subsidios y los gastos de transferencia distorsionan el mercado por que penalizan
coercitivamente a los eficientes en beneficio de quienes no lo son. Mientras mayor sea este proceso de transferencia de recursos de los que producen a los que no producen, más recursos quedan asignados en formas ineficientes, ergo, menos producción, menos crecimiento y más bajo nivel de vida de todos. 
• Cuanto más difundido esté el proceso de gravamen y subsidio, habrá más firmas propensas a abandonar la producción, con lo cual habrá más gente sin empleo y pasando a ingresar en las filas de los que viven a costa de otros.
• El objetivo declarado de la intervención en el mercado laboral es “mejorar los ingresos de los trabajadores más vulnerables”, pero el efecto real final de mediano y largo plazo es justamente el contrario: los hace incontratables por los
salarios legales. Cuanto más alto sea la intervención, mayor será el desempleo resultante. La contrapartida menor empleo y peores salarios. Peor calidad de vida.
• Los controles de precios o precios máximos habitualmente se implantan con el anunciado propósito «de impedir o controlar la inflación», mientras el gobierno continúa inflando la oferta de dinero generando más inflación. La consecuencia principal de un precio máximo es la cola para adquirir bienes que no son suficientes. En este marco, aparece la consecuencia derivada, la inflación de precio de los bienes no controlados que compiten con los bienes controlados se acelera dada la escasez de los primeros.
• Los controles del tipo de cambio control del tipo de cambio no son otra cosa que un precio mínimo para el peso y un precio máximo para el dólar. El Peso está sobrevalorado y el dólar está subvalorado. La gente correrá a sacarse los pesos de encima que están artificialmente sobrevalorados e intentará cambiarlos denodadamente por dólares al oficial que irremediablemente terminará siendo más barato.
• Con control de cantidades además de control de precios, habrá creciente escasez de dólares. El dólar paralelo estará condenado subir y la brecha a ensancharse con un dólar oficial que se mueve menos que el paralelo y la inflación. Aumentará la demanda de dólares. Este exceso de demanda de dólares se transformará en exceso de oferta en la economía real, o sea creciente recesión. Este efecto negativo sobre el nivel de actividad será mayor cuanto más intervención cambiaria haya, más tipos de cambio se establezcan y más segmentado este el mercado de divisas. Si el Central emite, la caída de la demanda de dinero se potenciará, con lo cual la caída de la actividad y la inflación serán mayores, es decir; la estanflación recrudecerá.
• El manejo artificial de la tasa de interés se “vende” como una medida que ayuda al prestatario más riesgoso y de menores recursos, quien siempre es “forzado” a pagar altos tipos de interés usureros. Esta medida en realidad disminuye el ahorro disponible para crédito e inversión, generando escasez de crédito. La tasa baja artificialmente por un tiempo acotado, luego termina volviendo a subir. En materia de crédito y de nivel de actividad, termina generando exactamente los efectos contrarios a los buscados.
• Los precios máximos son una condena del beneficio empresarial. Esta condena genera daños tanto en el corto como en el largo plazo. En el presente, la idea de abolir el beneficio en favor de los consumidores implica que el empresario
debería verse obligado a vender los productos a precios que no excedan los costes de producción incurridos. Obviamente, dado que la cantidad producida está en línea con precios de mercado mayores, la oferta disponible no basta para hacer posible que todos los que quieran comprar a estos precios adquieran los artículos. El mercado se paraliza por la fijación de los precios máximos, es decir, nadie va a producir más bienes de los que se demandan en mayor cantidad por el control de precios. Aparece el racionamiento. Del otro lado, habrá productores que dejarán de producir y quebrarán. La producción total caerá y el nivel de actividad se contraerá.
• La persecución del beneficio conduce a que los beneficios agregados se tornen negativos y la economía entre o profundice su sendero decadente. En este contexto, ahora ya no habría capital disponible para la creación de nuevos
sectores de producción ni tampoco para la reasignación de capital de sectores que deberían disminuir frente a los nuevos sectores que deberían expandirse. Por lo tanto, al dañarse el mecanismo de acumulación de capital, ello penaliza a la
productividad de los trabajadores con la consecuente caída del salario real.
• Si el ataque a los beneficios empresariales es extremadamente agudo, se puede llegar a la situación en la cual disminuye el stock de capital existente que, frente a rigideces del mercado laboral, terminaría en mayor desempleo y/o a la presencia de crisis monetarias que deriven en una licuación del salario real tal. Esta última posibilidad crece en escenarios con altos costos de despidos. 

CONCLUSION
El panorama descripto puede parecer duro, pero es real y su análisis está basado en buena teoría económica austríaca. La economía argentina “viene” en picada hace años. En términos generales y en promedio, más allá de algunas circunstanciales excepciones, tanto las firmas como los agentes económicos individuales nos venimos achicando hace muchos años. 
Hay cansancio y hastío en el sector privado. Pero sería un grave error permitir que este cansancio y hastío nos hiciera pensar: “la economía va a dejar de caer y va a rebotar, porque ya hace mucho tiempo que vienen cayendo, y no se puede caer indefinidamente; por el contrario, ya hemos tocado fondo”.
Por el contrario, la economía no dejará de tener tendencia negativa ni por arte de magia, ni porque ya cayó durante mucho tiempo. La economía dejará de caer si y sólo si se corrigen los problemas de fondo que hacen que para las empresas y los agentes económicos sea cada vez más difícil hacer negocios y ganar dinero.
Desgraciadamente y como ya hemos mostrado, las medidas económicas del gobierno de Alberto Fernández tienden a agravar todos los problemas más graves. Peor aún, los agravan con una potencia, velocidad y homogeneidad nunca anteriormente vista. Nadie se salva. 
En este contexto, lo más lógico es esperar un agravamiento de la situación macro en el mediano y largo plazo. Por otra parte, hay que tener en claro que mientras no se desahogue al sector privado achicando al Estado, bajando el gasto, los impuestos, las regulaciones y todo el intervencionismo en materia de precios y cantidades, Argentina seguirá achicándose, y cada vez será más difícil hacer negocios y ganar dinero.




REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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