En busca de… Marianela Abat, nutricionista

La Palabra 04 de enero de 2020 Por Raúl Vigini
Nutrirse de lo mejor Su juventud no limitó el crecimiento profesional, sino es un incentivo permanente para desarrollar sus conocimientos que transmite a quienes se muestran interesados por mejorar la salud personal. Inquieta y consecuente con un proyecto que ella misma diseñó, se ocupa de llegar a destino para acompañar las conductas deseables en nutrición.
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archivo Marianela Abat Información: Marianela Abat difunde y promueve la buena alimentación

LP - ¿Cómo comenzar a incluir hábitos de alimentación saludable?

M.A. - El mundo de la alimentación saludable es tan amplio y dinámico como lo son las personas en el mundo. Quiere decir que hay para todos los gustos, así que tranquilo/a, que de seguro podremos encontrar la que es óptima para vos. Es importante que sepas que no existe una alimentación ideal ni receta milagrosa. El Secreto Maestro está en cubrir los requerimientos de nutrientes. Y para los que no tienen idea que significa, les cuento. Las RDA -requerimiento diario alimenticio- son las ingestas mínimas de nutrientes que necesita una persona para no enfermarse. Sí, ¡mínimas!. Y aún así el mayor caudal de la población no las cubre pero ni cerca. ¿Por qué? Es simple, porque en Argentina no estamos acostumbrados a variar nuestra alimentación. Nos ajustamos a la monotonía de no pensar en lo que comemos. Sino que automatizamos el acto de comer como el simple y peligroso hecho de llenar la panza. Sin tener conciencia lo que peligra nuestra salud al no estar aportándole al cuerpo lo que verdaderamente necesita, ocultamos deficiencias, no nos escuchamos, tapamos y así la vamos zafando. El mejor consejo que puedo darte es que agarres una hoja y lápiz, y te tomes el trabajo de escribir lo que consumís un día típico. Anotá lo más detallado posible. Autoevalúate,  si el ochenta a noventa por ciento de los alimentos son saludables te merecés un aplauso. ¿Y no es así? Pedí una consulta con un profesional en nutrición urgente, que de seguro tenés algún déficit o exceso de algún nutriente. Para eso te dejo una ayuda. Los alimentos fundamentales para los niños no difieren de los que necesita un adulto, por lo que este test que te dejo a continuación, te ayudará a identificar si vos y tu familia están cerca de cubrir los requerimientos. Se le llaman “alimentos protectores”, ya que por sus propiedades y nutrientes esenciales no pueden faltar en la alimentación diaria, su objetivo es prevenir la malnutrición, enfermedades por carencia -como anemia o hipocalcemia-, desnutrición oculta y enfermedades crónicas multifactoriales como ser, diabetes mellitus, obesidad, hipertensión arterial, hipercolesterolemia, síndrome metabólico, entre otras. Los diez Alimentos Protectores son: Leche animal o vegetal, Quesos blandos, Huevo sobre todo claras, Carnes de todo tipo, Frutas de varios colores diferentes, Vegetales variedad en crudos, cocidos, en textura y color, Legumbres en variedad, Cereales integrales, Aceites en crudo, oliva, canola, coco y  Frutos secos y semillas en variedad.

LP - Una historia que vale la pena contar.

M.A. - En 2014, a pocos meses de recibirme, pasó algo en mi vida que me devastó, haciéndome caer en un cuadro depresivo tremendo, no podía dormir, no podía comer, y lloraba sin consuelo. Me sentía totalmente perdida, mareada y llena de ansiedad, pues todos mis proyectos se habían deshecho. Tengo la particular forma de ser que necesita solucionar los problemas lo antes posible. Y así fue que pedí ayuda profesional a un exprofesor de la facultad, Emilio Hidalgo -aprovecho para saludarlo-, psiquiatra, de la ciudad de Corrientes. Quien me dio uno de los consejos más importantes de mi vida, y no solo eso, me orientó hacia un camino distinto al que conocía, me explicó cómo funcionaba mi cerebro, lo que me permitió comprenderme y aceptarme. El consejo que me dio fue simple pero contundente, un ejercicio que debía hacer consciente para que funcione el tratamiento. Me dijo que debía hacer el esfuerzo ¡de vivir el presente! Sin pensar en el pasado ni en el futuro. Al menos por ese lapso. Me dijo “Haz algo que, siendo la de antes, nunca hubieras hecho. Decir sí a las oportunidades que se te presenten y no pienses tanto”. Me aconsejó viajar. En ese momento, estaba recién recibida, sin trabajo, y por primera vez, sin ningún proyecto para mi vida. Pasan unos días y da la casualidad de que una de mis mejores amigas me invita a ir a visitarla a Rosario. Recuerdo el mensaje textual, al que respondo: Mirá, la verdad no tengo ni cinco centavos en el bolsillo, y aunque todavía no sé cómo, ¡yo voy a ir! Firme y sólido. Lo declaré y desde ese momento lo hice inevitable. A la semana de este hecho, me preparaba para ir a una consulta al médico con mi mamá en Resistencia, mientras desayunábamos temprano le comento un sueño que tuve. Soñé que la consulta al médico de ese día salía tres mil doscientos pesos, a lo que ella ríe y contesta: “el médico me recetó unas inyecciones que cuestan lo mismo”. Al ver la coincidencia le digo, ¡mamá tenemos que jugar ese número a la quiniela!, a lo que ella riendo responde “Sí sí”, como siguiéndome la corriente. Salimos de casa y cruzamos por una quiniela, me metí directamente y como no tenía dinero le pedí prestado a mi mamá para jugar. Ella resaltaba que íbamos a llegar tarde al médico y que juegue a la vuelta. A lo que yo me puse firme. Era la primera vez que entraba a una quiniela, no sabía ni cómo se jugaba. Delante de mí había una señora con un papelito lleno de números y eligió más de diez para jugar. Cuando es mi turno, le digo que quería jugar un peso al tres mil doscientos. Nada más. Me dio el ticket, y me fui. Cuando volvemos del centro a la tarde, pasamos por la misma quiniela, y le digo a mi mamá, voy a ir a ver si saqué algo. A lo que mi mamá se ríe nuevamente. Cuando entro, la chica que me atendió me mira y pregunta, “¿vos sos la chica que le jugó al tres mil doscientos?. Sí, contesto. A lo que responde con una sonrisa: “¡agarrate fuerte mamita Ganaste!!!” Imagínense mi sorpresa, no sabía ni qué había ganado. ¿Cómo que gané? ¿Qué gané? preguntaba riendo. “¡Le pegaste a las cuatro cifras a la cabeza en la Nacional!”, yo no tenía idea que significaba pero por su alegría se notaba que era algo bueno. Ante esto, vuelvo a casa saltando de alegría y diciendo: Mamá gané ganéee. Pero esto no es todo… a la semana siguiente, mi mamá me sugiere revisar en el cajero automático, una cuenta que creía la tenía inactiva de los años que no la usaba. Y adivinen qué, tenía depositado tres mil doscientos pesos. Ja, ja. Así como leen. Que en aquellos tiempos esa suma significaba mucho dinero. Así que de un día para el otro me llovió dinero en las manos como por arte de magia y me fui sin pensar a visitar a mi amiga a Rosario, pero lo más emocionante es lo que sigue. Inmediatamente volví, otra amiga me invita a Salta. Ibamos a viajar unas siete chicas. Yo todavía tenía muy presente el consejo de vivir solo el presente y decir que sí a las oportunidades. En Salta viví el día más emocionante de mi vida, y ahora les cuento porqué. Este psiquiatra me hacía hacer ejercicios que yo en su momento no entendía, como por ejemplo, me decía que me pinte las uñas pero que no me saque el esmalte hasta que se saliera por sí solo. O me decía: “qué pasaría si un día no te arreglas y salís a la calle sin maquillaje”. Me decía: “cuando alguien te habla, mirala a los ojos y escuchá cada palabra como si te la tuvieras que aprender de memoria, poné una música que te guste, apréndete la letra, y cantala fuerte”. Lo que con el tiempo comprendí a la perfección la enseñanza que quería transmitirme. Así es que, en Salta, fuimos a un recital de folklore y estuvimos entre las primeras filas. Llegamos a la cabaña muy tarde, y al otro día me levanta a la mañana una de mis amigas para ir a tomar mates a una pileta en el medio de la montaña. Había dormido dos horas con suerte. Todavía con el recital encima de la noche anterior, y fue mi primer sí del día. Llegamos a la pileta. El agua era hielo, recuerdo las palabras, “haz algo que nunca hubieras hecho”. Y sin pensar me tiré de bombita al agua helada en medio de la montaña. De ahí mismo nos pasaron a buscar para acompañar a una amiga a tirarse en Salto Bungee, en Dique Cabra Corral. Para los que no lo conocen es un deporte extremo que consiste en saltar al vacío desde una rampa metálica montada en el puente a cuarenta metros de altura, de cabeza, y sostenido por los pies. Ese río pasa entre dos magníficas montañas y el paisaje es un sueño. En el camino, fui un trayecto en el auto de mi amiga, el techo se corría, sacaba el cuerpo por arriba y extendía las manos como en las películas, con la música a todo lo que daba, cantaba casi gritando. Y apreciando un paisaje increíble, con campos en medio de las montañas, sol y viento en la cara. La otra mitad del camino fui en motocross. Otra experiencia maravillosa. Antes de llegar al dique, debo decir que doblando una curva, casi nos choca un colectivo y casi caemos por el precipicio. Luego, un auto antiguo choca un poste justo frente de nosotros. A lo que paramos para acudir por ayuda. Y en la espera, siento un pinchazo muy doloroso en la mano. Era una abeja. Sin pensar que todo esto me preparaba ¡para una experiencia mayor! Llegamos por fin al dique, y mi forma de alentar a mi amiga para que se lance del puente era decirle: Imaginá que estás saltando a una pileta… es una pileta, mentalizate y tirate. A lo que un compañero me escucha, se ríe y dice, viva, si es tan fácil ¿por qué no te tirás vos? Se nos ocurrió hacer una apuesta. Me preparaba para tirarme, si llegaba ahí y no me animaba me pagaba yo el salto, y si lograba tirarme, me lo pagaba él. Recuerdo estar parada y mirar el sol poniéndose en medio de las montañas y el río. Un atardecer soñado, y cuando llegó el momento, ¡sentí uno de los miedos más profundos de mi vida! Y recordé las palabras: No pienses en el futuro, en lo que pueda pasar. Y me dejé caer. A diferencia de la experiencia de mi amiga, yo abrí los ojos como nunca antes, y visualicé por completo la experiencia de soltarme y dejarme caer. En ese momento, ¡sentí que volví a nacer! Me fueron a buscar en una lancha. Recuerdo reírme a carcajadas, como si alguien me hiciera muchas cosquillas en la panza. Nunca había sentido tanta felicidad junta. Diría que fue el momento más intenso y gratificante que viví. Después de ese suceso pasaron otros que también han quedado para la historia, y que después de años, lo recordamos con mis amigas a carcajadas. Conté esta anécdota porque creo que está llena de drama, aventura, esperanza, valentía y felicidad. Y porque fue el inicio de un cambio rotundo, del cual rescato varias moralejas que las llevo arraigadas hasta hoy día. Si tuviera que darte un consejo te diría, vive el presente por lo que es, un regalo. Disfrútalo. Y no pienses tanto en las cosas que te pasaron o en lo que está por venir. Cosas increíblemente buenas, también pueden pasarte a vos. Aunque pienses que solo pasan en las películas. Aprendí que lo más difícil es tomar la decisión de hacer algo. Y que si dices sí y te das la oportunidad de hacer lo que realmente deseas, aunque no salga como lo esperabas, sentirás que habrá valido la pena. Recuerda, estar a un paso de sentir la mayor felicidad, dá miedo, así que cierra los ojos, o como yo, ábrelos más, y solo hazlo. Sé que lo desconocido asusta, pero, el no salir de tu zona de confort, el no probar cosas nuevas, el no aprender, eso sí, que te mata por dentro. La vida está esperando ahí afuera, solo tienes que salir. La vida no es perfecta, y no existe tal cosa, pero aunque seas consciente de la imperfección en tus manos, nada puede impedirte llevar una vida feliz. Descubrí que el día que no estaba súper prolija me podía sentar en el pasto, que si andaba cómoda podía disfrutar más de las cosas y que si miraba a los ojos a las personas y los escuchaba de verdad aprendía un montón. Te espero para enseñarte a tener una nutrición balanceada y aprender juntos a transitar este hermoso camino. Anímate a tener un estilo de vida saludable, a ser quien vos quieras ser. Se puede, y vale la pena. 

por Raúl Vigini

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