En busca de… Aniko Villalba, protagonista

La Palabra 09 de noviembre de 2019 Por Raúl Vigini
La curiosidad como brújula Estudió comunicación social, escribía en las redes sociales como aficionada, desarrolló un emprendimiento personal desde esos antecedentes y comenzó a viajar por el mundo detallando todo lo sucedido en su diario. Tuvo la necesidad de editar sus propios libros físicos pero que se ofrecen mediante el mundo virtual. Le dedicó una década a la experiencia y hoy desde la capital de los Países Bajos sigue pensando en nuevas empresas. De sus vivencias nos cuenta en este encuentro con LA PALABRA.
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archivo Aniko Villalba Mano a mano: El encuentro con Aniko Villalba permitió repasar su vida

LP - ¿Cómo resolvés el tema del idioma?

A.V. - Con el inglés podés comunicarte en todo el mundo prácticamente. Menos en China, donde no me servía el inglés. Porque hablan el de ellos, entonces era como buscar otras maneras de comunicarte. Eran señas, apuntar, conocer a alguien que hablara inglés y me pueda ayudar.

LP - ¿Siguieron los viajes, volvías al país?

A.V. - En general aprovechaba el pasaje, como sucedió con Asia. No recuerdo cuánto había pasado, pero me quedé sin ahorros. Entonces dije, tengo que buscar la forma de generar ingresos mientras viajo para no volver a Buenos Aires. Empecé a escribir mucho para revistas, si bien no me pagaban mucho, me alcanzaba porque gastaba poco. Estando en Asia viajaba por ciudades, tenía amigos que me fui haciendo, me quedaba en sus casas, ayudaba en la limpieza, cocinaba, hacer algo para no ser un estorbo. Y trabajaba generando contenido y con fotos también. Y todo con el blog, porque si bien no ganaba plata directamente, sí era gracias al blog porque ahí me conocían.

LP - ¿Cuándo tuviste la necesidad de escribir el primer libro?

A.V. - Llevaba cinco años viajando y sentía que tenía material suficiente para un libro. Porque a mí el blog me gustaba, pero siempre me incentivaron los libros. El blog era una práctica, un paso intermedio. Y en dos mil trece lo publiqué por mi cuenta, además. Fue de manera independiente. Se llama Días de viaje, relatos en primera persona.

LP - Pero después había que darlo a conocer… 

A.V. - En dos mil trece, volví, me quedé un tiempo largo acá, lo presenté. Empecé a ir a ferias del libro, dar charlas, talleres. 

LP - Seguiste viajando y seguiste escribiendo…

A.V. - Sí. Ahí empecé a vivir del libro también, porque me generaba un ingreso fijo. Todo es por redes sociales, se envían los ejemplares por correo postal. Al principio desde Buenos Aires, después por los costos del flete, empecé a mandar afuera para que se envíen desde otros países. La gente hace el pedido en la tienda que tengo en mi página virtual.

LP - ¿Qué seguiste escribiendo y publicando en formato de libro después del primero?

A.V. - El segundo fue El síndrome de París que también es de narrativa y lo publiqué en dos mil dieciséis. Y en este quise contar un poco como la contracara de vivir viajando. Porque el primero es inspirador, que cuenta todas las cosas maravillosas que me pasaron viajando, y éste es un poco como… pero esto tampoco es la vida perfecta vivir así. Es algo que empezaba a darme cuenta. Es un libro más realista, con otro tono, pero que necesitaba contar. Porque la gente que me veía de lejos decía: pero qué vida perfecta que tiene esta chica, vive viajando, feliz, de vacaciones. Porque todo el mundo piensa que vivir viajando es ir de vacaciones. Y no es tan fácil, y en lo emocional tampoco es tan fácil.

LP - ¿Te movilizaron las partidas sabiendo que no ibas a ver más a esa gente que te dio albergue y afecto sin conocerte antes?

A.V. - Creo que eso es lo difícil, y en algún punto hay que aceptarlo que va a ser así. Siempre igualmente fui un poco desarraigada, pero en un momento me empezó a costar mucho despedirme todo el tiempo de la gente. Hay gente que conocés, te reciben en su casa, te dan de comer, se dan charlas muy profundas, parece que te conocés de toda la vida, y en pocos días, chau… Y en un punto me cansé de esto, porque no lo iba a sobrevivir todo el tiempo despidiéndome, es muy duro. Esa fue una de las cosas que hizo querer frenar un poco, tener como un grupo de amigos, algo más estable.

LP - ¿Decidiste radicarte temporariamente en alguna parte del mundo?

A.V. - Sí, además en general viajaba lento. Me gustaba mucho bajar la velocidad, porque si no te cansa ir de un lugar a otro todo el tiempo. Estuve nueve meses en América Latina, me hice amigas, después en Asia, el sudoeste asiático, hice base en Indonesia, estuve en Yakarta. Había conocido gente, tenía un grupo. Después en Europa, conocí a mi pareja, que es un francés nos quedamos un tiempo en Francia, vinimos a la Argentina y ahora estamos radicados en Amsterdam. Ya no viajo tanto. Me quiero quedar quieta. A veces hago viajes, o viajamos los dos, pero de vacaciones o a visitar amigos.

LP - ¿Te quedaron lugares por conocer?

A.V. - Sí, me quedaron un montón, pero tal vez en algunos años. No sé si viajes tan largos pero tal vez ir un mes a algún lugar lo haría. Y sería Oceanía.

LP - Hablemos de un nuevo libro.

A.V. - Se llama Usted está aquí y resume mis diez años de viaje. En realidad, es un libro que necesita el lector para darle sentido, porque lo completa el lector. La mitad son relatos míos y la otra mitad son consignas, preguntas, para que el lector complete mientras está viajando. Es para salirse de lo típico. A veces uno se va de viaje en una excursión. Y es apropiarse del viaje, a ver, qué quiero hacer, a mí personalmente qué me gusta ver… también hay que salir sabiendo qué quiere uno. Es como para estar en contacto con uno mismo, de lo que querés hacer, de lo que te gusta. Con tus miedos, con tus preguntas, con tus emociones, para revisar tus historias, te invita como a observar, a viajar con un poco más de tranquilidad, no ir corriendo de un lado a otro para ver todo, sino a ver lo que te interesa. Y también alejarse de la pantalla, porque a veces estamos viajando y con el teléfono sacándole foto a todo. Frená, dejá el teléfono, registralo en papel. Además, te queda el objeto lleno, que para mí es el mejor recuerdo el viaje. El libro es como una celebración de viajar.

LP - ¿Cómo te resultó la salud física y mental estando de viaje? 

A.V. - Los primeros años me alimentaba muy mal. Era muy básico, porque tampoco tenía plata, y era arroz, pastas, pollo. Igualmente tengo bastante resistencia física. Pero comía mucha fruta, mucha verdura, siempre lo mantuve eso. Pero a la vez estaba mucho al aire libre, en el mar, en la naturaleza. Tal vez la alimentación no era la más adecuada, pero se compensaba con eso. Me gustaba nadar y lo hacía en todo lugar que podía. Lo que te cansa es lo de armar y desarmar la mochila, buscar hospedajes, al principio te encanta, pero después terminás agotada. Y mentalmente después te sentís un poco desilusionada porque ves que vivir viajando al final no era tan perfecto porque pensaba que iba a ser feliz para siempre. Y me sentía culpable porque estaba teniendo esa vida con la que siempre soñaba, y al final me daban tristeza las despedidas, estar siempre lejos de mi gente.

LP - ¿Y la soledad?

A.V. - Soy muy solitaria igual. Me gusta la soledad. Soy introvertida, además. Es como que me nutro estando sola. También me gusta mucho el contacto humano, obviamente. En general cuando viajaba sola nunca estaba sola. Siempre estaba conociendo gente, siempre hay alguien que te habla. Tal vez sí me sentí más sola cuando estaba pasando por momentos de duelo por varias personas muy cercanas. Me sentí sola, aunque estuviera rodeada de gente. Y el consuelo no lo encontraba en ningún lugar del mundo. No me gustaban las rutinas, y en un momento dije: no puedo más sin rutinas. 

LP - ¿Qué te queda por hacer?

A.V. - Ahora lo que me gustaría es abrir un negocio en Amsterdam. Una papelería, un espacio cultural para hacer talleres, como dedicado a la escritura. Hablan mucho inglés ellos, pero voy a estudiar holandés. Se pueden comunicar conmigo en Instagram @anikovillalba; el blog de viajes es viajandoporahi.com y el blog de escritura y creatividad es escribir.me.

LP - ¿Qué aprendiste con todo esto?

A.V. - Te respondo con un texto que escribí al final de  mi nuevo libro Usted está aquí. “En 10 años de viaje aprendí: que no era la única loca que soñaba con viajar (y que se puede vivir así), que muchos de nuestros miedos son ajenos (y hay que reconocerlos como tales para desprendernos de ellos), que perderme fue lo mejor que me pudo pasar, que el mundo es mucho más amable de lo que nos cuentan (en general todos queremos vivir tranquilos y ser felices), que la suerte no existe, que las sincronicidades sí existen, que los viajes también tienen su lado oscuro, que los viajes no curan todo ni son el camino al nirvana, pero ayudan a poner las cosas en perspectiva, que se puede combinar viajes con amor,

que la manera de viajar que más me gusta es la que se amolda a quién soy yo en cada momento, que me puedo cansar de viajar, y también está bien, que para viajar no hay que ganarse la lotería ni renunciar a todo, que no hace falta irse al otro lado del mundo para asombrarse, que lo cotidiano es extraordinario y estar quieto también es una forma de moverse, que, si se lo permitimos, el viaje siempre nos dará lo que estábamos buscando”. 

por Raúl Vigini

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