Mi infancia en aromas, sabores, paisajes…*

La Palabra 09 de noviembre de 2019 Por None
por Aniko Villalba - escritora y comunicadora (Amsterdam, Holanda)
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archivo Aniko Villalba Un lugar de referencia: Aniko Villalba en el porteño Paseo de la Historieta de San Telmo

Nací en Buenos Aires, soy hija única, y nos íbamos bastante de viaje con mis papás. Siempre los tres. Viajábamos de una manera muy independiente, tal vez para lo que era la época porque nací en los ochenta. En general nos íbamos, ellos alquilaban un auto, nos íbamos a recorrer por donde quisiéramos, solíamos quedarnos en hoteles, pero siempre con mucho contacto con la gente local. Creo que eso me marcó un montón. Fuimos por Argentina, y afuera también. Nunca a Europa, pero sí por el Caribe, nos encantaba ir a la playa. Conocimos muchos lugares del país, pero siempre recuerdo eso de ir los tres, pero a nuestro ritmo. Nunca fuimos en excursión, jamás. Y también me pasaba que conocía a chicas de otros lugares del mundo, cuando era niña, y nos carteábamos. Eso durante años. Para mí recibir una carta por correo con las estampillas, todo escrito a mano, con fotos... Que me llegue eso a mi casa era como que me estaba mandando un pedacito de su país. Y eso nunca me dejó de gustar. Amo las cartas, todo lo que es a mano, ya verás por el tipo de libro que estoy haciendo. Todo lo que es el papel. Tuve una infancia que al ser hija única leía mucho, me la pasaba leyendo. Creo que lo que más hizo durante toda mi infancia, durante toda mi vida, fue leer. También escribir, tenía mis cuadernos, con lapiceritas de colores, stickers, siempre me encantó todo ese universo del papel. Mi mamá siendo artista, yo la veía pintar sus cuadros, mi papá como periodista escribiendo, mis abuelos también eran artistas, tuve una familia muy artística entonces supongo que me nutrí de todo eso sin saberlo.

Cómo fui definiendo lo que sucedió después como proyecto de vida

Cuando estaba en el secundario que me tocaba elegir qué carrera seguir no tenía ni idea. Sabía que me gustaba la filosofía, me gustaba el diseño, las letras también, pero no tenía mucha idea. Entonces fui a hacer orientación vocacional y recuerdo que hicieron una pregunta que no me olvido nunca que era: “Si yo tuviese toda la plata y todo el tiempo del mundo. ¿qué haría?”. Me iría de viaje y la otra opción era me armaría una biblioteca con un cuarto todo lleno de libros y espacio para leer. Eran esas dos cosas. Y me mandaron a estudiar comunicación social. Es una carrera amplia, tiene de todo un poco. Empecé a investigar, me gustó, porque tenía todas las cosas que me interesaban. Me metí a estudiar comunicación, que me gustó muchísimo, me puse muy en contacto con la escritura gracias a la carrera, si bien ya escribía desde antes como pasatiempo, pero me reforzó la escritura. Y cuando estaba en el último año de los cuatro hice un viaje de mochilera por primera vez con unos amigos al norte argentino y a Bolivia. Para mí era la primera vez sin tanto rumbo, con la libertad. Y dentro de ese viaje, fuimos hasta la Isla del sol en Bolivia, y yo quería conocer el Salar de Uyuni, que es impresionante y decía no sé cuándo voy a volver a Bolivia, quiero conocer el Salar. Ellos no querían, entonces me separé de ellos por dos días y me fui sola. Para mí ese día fue espectacular, yo quería seguir haciendo eso. Y ahí tuve una experiencia que conté muchas veces. Me fui al Salar sola, hice un recorrido de un día en un vehículo, conocí un montón de gente, lo pasé bárbaro, y cuando tenía que volver para Argentina, el único transporte era el tren, pero no había más pasajes. Conseguí uno de casualidad en la clase económica, era un viaje de toda la noche con mucho frío porque era el altiplano donde baja mucho la temperatura. Estaba tapada con todo, pero igual tenía frío y me acuerdo que me desperté a la mañana todavía en el tren, y vi que alguien me había tapado con una frazada. Y era la chica que estaba sentada en frente de mí, que tenía un bebé recién nacido y una nena, y me había cubierto con la frazada de su bebé. Nos había cubierto a los dos. Y dije: quiero viajar para estas cosas, para mí esto es viajar. Que me pasen estas cosas, ver que en el mundo la gente es amable, que no es lo que te cuentan las noticias, esos horrores, quiero viajar para esto, porque además quiero contar todo esto, no solo que me pase, sino que lo pueda contar, que esto se sepa, y que no crean a los medios todo lo que dicen. Me faltaba un año de facultad, pero yo dije quiero hacer esto, de alguna forma lo tengo que hacer, no sé cómo, con qué plata, pero no quiero irme dos semanas al año, quería vivir viajando. Volví de ese viaje, terminé el año, terminé todo. 

Elegir lo primero de tantas ideas que tenía en mente para concretar  

Fue América Latina. Me fui de Buenos Aires hasta Honduras, todo por tierra, empecé con una amiga los primeros meses. No tenía demasiada plata, y fue a mis veintidós años.

Elaborar el hecho de salir sola de viaje 

Miedo siempre hay porque somos humanos y es normal. Sucede que cuando dije que iba sola, me metieron todos los miedos que no tenía. Como que estás loca, sos mujer, viajando sola, todo lo que te puede pasar… Y en esa época no se conocían historias de chicas viajando sola. No se usaban todavía redes sociales, para llamar tenía que ir a un locutorio desde un teléfono fijo. Era otra época. Los miedos esos no los tenía, pero uno siempre tiene miedo a lo desconocido y es lógico. Pero no me parecía que el mundo era un lugar tan horrible como me decían. Si escuchaba a toda la gente que me decía era como no salgas de tu casa nunca porque salís y te matan en la esquina. Dije confío en que el mundo tenga su hospitalidad a pesar de todo y vivo con esa confianza. Y cuando empecé a viajar me di cuenta que la gente te ayuda, había muchos viajeros que eso también me sorprendió. Pensé que iba a ser la única viajera del continente. Me quedaba en hostels, la verdad es que siempre tenía compañía, la gente siempre me ayudaba, había mucha curiosidad por saber de dónde era, que hacía ahí. Creo que en un sentido se derriban cuando uno está viajando y se da cuenta de que el mundo no es tan malo. El diez años, me estafaron, alguna vez me asaltaron, pero nunca me pasó nada grave.

Volví a la Argentina después del viaje iniciático

Sí. Viajé nueve meses y volví a Buenos Aires. En ese momento escribía un blog para La Nación. Porque antes de salir de viaje tenía esa idea de escribir un blog, y como había trabajado en El Cronista Comercial en una pasantía, y tenía contactos en el medio, entonces empecé a mandar mensajes a los que conocía para saber si les interesaba tener una corresponsal. A La Nación les interesó por ser una chica viajando sola por América Latina. Y ahí empecé a escribir. Volví porque ya no tenía ahorros, estaba cansada.

Cómo administrar los recursos

Tenía mis ahorros y viajaba muy barato, extremadamente barato. No gastaba porque me quedaba en casa de gente, para comer me cocinaba arroz y fideos. No hacía ninguna excursión nunca. Era lo mínimo indispensable para poder seguir viajando, entonces era muy bajo presupuesto. Volví en dos mil nueve, me dieron el título de la facultad, me quedé un año y medio viviendo en Buenos Aires, porque empecé a ahorrar otra vez para poder seguir viajando, en ese lapso, me escribió el dueño de una agencia de viajes que había leído mi blog de La Nación, le había gustado mucho, y me dijo que quería ayudarme a viajar. Me dieron un pasaje para ir a Asia, y fueron mi primer auspiciante. En ese viaje abrí mi blog el actual, que es Viajando por ahí y empecé a escribir sola.

Por qué Asia fue el primer destino

Porque era mi sueño, pero muy lejano, pero no tenía recursos para el pasaje, pero teniendo eso resuelto ya está. Me encanta y creo que sigue siendo de mis lugares preferidos.

Qué sucede cuando uno llega al lugar deseado, tan lejos, tan diferente, y no tiene a nadie como referencia. Te bajás del avión ¿y a dónde vas después?  

Tenía reservado un hostel por dos días. Era un vuelo muy largo, había que tomar varios aviones. Iba a llegar cansada. Me acuerdo que llegué y dormí como quince horas con el cambio de hora y todo estaba agotada… Y te da como un vértigo eso de llegar y que nadie te conoce, pero le podés buscar la vuelta y decir acá soy libre… Aunque conozca o no lo conozca, cada vez que voy a un lugar sin un plan, me encanta eso…

*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Aniko Villalba

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