Así se fue gestando la primera carrera organizada por Atlético

SUPLEMENTO TC 2019 25 de mayo de 2019 Por Orlando Pérez Manassero
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Han pasado cien años de aquella carrera de automóviles creada y organizada por el Club Atlético de Rafaela, iniciadora de un ciclo que culminaría siete años después, dando paso a las épicas ediciones de las 500 Millas Argentinas.
Porque aquel 25 de mayo de 1919 se largaba por primera vez una prueba reglamentada y cronometrada que, con partida y llegada en nuestra ciudad, ponía a prueba la habilidad de noveles pilotos y mecánicos, pero también la resistencia de aquellas frágiles máquinas para sortear con sus finas ruedas con rayos de madera tantos kilómetros de tortuosas huellas de tierra.
Pero ¿cómo se originó en Rafaela ese deseo de devorar los caminos buscando llegar antes que el rival a una meta determinada? Quizás, todo tuvo comienzo allá por 1905, cuando los asombrados vecinos veían pasar el auto Renault Frères de Alfonso Lefèvre en camino al pueblo Ramona, del cual era administrador.
Quizás fue en 1906, al arribar el primer auto que habría de radicarse en Rafaela, el De Dión Bouton que comprara don Carlos Desani y manejara hábilmente don Angel Gallé por las calles del pueblo.
Pudo haberse originado cuando Eduardo Ripamonti comenzó, alrededor de 1910, a participar con su itálico Brixia-Züst 18 Hp en carreras "cuadreras", retando al único oponente existente por entonces, el Cadillac 10Cv de Luis Bonazzola.
Seguramente, todos esos chispazos comenzaron a querer ser fuego el 28 de Mayo de 1912, cuando llegaron aquellos coches NSU 8/15PS de cuatro cilindros y 1308cc a nuestra plaza principal, cumpliendo la primera etapa de la "Doble Carlos Pellegrini", carrera pergeñada por don Luis Berch y organizada por el Club Atlético de esa localidad.
Los rafaelinos solo tuvieron en aquel momento ojos para admirar a unos automóviles "preparados" para correr. Preparados porque tenían sus escapes libres, les habían quitado la capota de lona, el parabrisas, los guardabarros, los faros y le habían pintado un número.
Pero pasar a la acción aún le costaría a la recién nombrada ciudad esperar hasta 1914, año en el que al fin se animaron a realizar una especie de primitiva carrera desde Rafaela hasta el pueblo de Ataliva y regreso (66Kms), con un premio de 150 pesos al ganador donados por el joven Eduardo Ripamonti, quien, por entonces, ya formaba parte de la comisión directiva del Club Atlético de Rafaela.
Participaron Gallé, Piovano, Bisel, Valenti y Pesce, pero después de cinco horas de espera ningún coche apareció para cruzar la línea de llegada… el que más cerca de ella estuvo fue Juan Piovano y se llevó el premio. Y así siguieron las cosas, con tímidos intentos que se resolvían casi siempre con desafíos tipo "picadas" entre dos automovilistas; eso, hasta 1918, año en el que sucedió aquello que podríamos llamar como "el último desafío", hecho que llegó a convertirse en una verdadera carrera, aunque sin reglamentos ni controles.
Corrían los días de un frío agosto cuando en el taller de la segunda cuadra de calle Lavalle, donde un cartel anunciaba "Perucca y Cagliero - Taller Mecánico - Automóviles Overland - Neumáticos United States", sus dueños estaban comentando el desafío que había lanzado el conocido "Manco" Ercole, quien proclamaba, al parecer, que su flamante coche Maxwell de 30Hp era el más veloz de Rafaela y sus alrededores… y estaba dispuesto a probarlo.
Contaba el citado taller con dos jóvenes mecánicos; Juan Piovano y Juan Colombetti, quienes entusiasmaron a sus patrones de aceptar el desafío y enfrentarlo con uno de sus Overland Country-Club. Después de algunas vacilaciones y dudas, don Juan Perucca aceptaba la propuesta cuando le hicieron ver que, de ganar, seguramente se incrementarían las ventas de los autos de la marca que allí representaban.
Cuando la ciudad se enteró del posible evento mecánico se desató un hervidero de comentarios, donde los vecinos comenzaron a barajar las posibilidades técnicas del Overland sobre el Maxwell y seguramente en ese momento fue que nacieron los aficionados al deporte motor, los futuros "tuercas" rafaelinos.
Se pactó correr por callejones rurales hasta la población de Sunchales y regresar (80Kms) fijando una fecha: 24 de octubre de 1918, día del Santo Patrono, San Rafael.
La gente del Overland se avocó a "preparar" con tranquilidad la máquina, con el clásico desmontaje de los accesorios considerados superfluos para tal evento, pero cargándole dos ruedas armadas completas como auxiliares. Se dispuso que fuese su piloto Juan Piovano, hombre ya con alguna experiencia en el tema. Por su parte, la firma E. y J. Martegani, representante en Rafaela de Maxwell, prestaba todo su apoyo al coche de la marca, que aún no tenía un piloto oficial.
Tal fue el entusiasmo despertado que nuevos competidores se adhirieron al desafío; Angel Marelli y Santiago Pregliasco. Pero sucedió un imprevisto; pocas semanas antes de la disputa, Juan Piovano renunciaba a su trabajo en el local de calle Lavalle y abría su propio taller mecánico en calle Maipú, al que bautiza "El Invencible".
Los disparos de bombas anunciando el sol naciente y la reunión de emperifolladas autoridades y vecinos en la plaza 25 de Mayo, indicaban que en esa mañana del 24 de octubre de 1918 se iniciaban los actos del trigésimo séptimo aniversario de la formación del pueblo, ya convertido en una joven ciudad.
Con la presencia del Intendente don Juan Candiotti y el Jefe de Policía Adolfo Pujato, se realiza el acto protocolar que culmina con la misa en la iglesia San Rafael, oficiada por el presbítero Dimas Mateos.
Y luego sí… ¡el desafío! En la esquina de Bulevar Lehmann y Maipú ya esperaban alineados los coches: el Ford T de Pregliasco, el Studebacker de Marelli y el Overland Country-Club, ahora conducido por Juan Colombetti. Solo faltaba el auto desafiante y su desconocido piloto. Al fin, por calle Maipú, aparecía el rugiente Maxwell y se colocaba en la línea. Asombro entre los aficionados y más en Colombetti, Cagliero y Perucca… aferrado al volante estaba nada menos que el propio Juan Piovano.
Una decisión sorprendente la de Piovano, que nadie hubiese imaginado; de desafiado había pasado a ser el desafiante. Con el estruendo de una bomba se daba inicio a la prueba y allá se fueron los participantes envueltos en la polvareda del largo callejón. Como no se registraron los tiempos, se desconocen datos de la competencia, pero sí se sabe que la disputa, ya retornando desde Sunchales, fue bastante reñida, puesto que cruzó primero la línea de meta Juan Piovano con el Maxwell, seguido a menos de ciento cincuenta metros por su excompañero Juan Colombetti y su Overland. Más atrás arribaron el Ford T de Santiago Pregliasco y el Studebacker de Angel Marelli. El ganador embolsó 500 pesos y 200 fueron para el segundo.
Entre los espectadores, seguramente se encontraban los dirigentes atletiquenses Reinaldo Ripamonti, Francisco Soldano y Emilio Picasso, quienes captaron el entusiasmo de los participantes y del público aficionado, pero además, vislumbraron un futuro para ese deporte motor y comenzaron a trabajar sobre el tema.
La consecuencia fue que, según acta del 24 de febrero de 1919, en el Club Atlético de Rafaela se forma la primera Subcomisión de Carreras presidida por Reinaldo Ripamonti, la secretaría de Soldano, la tesorería a cargo de Picasso y las vocalías de José Simonetta, Adolfo Bircher, Federico Bollinger y Eduardo Ripamonti.
Fueron ellos los que decidieron hacer disputar una carrera reglamentada y perfectamente controlada el 25 de mayo de 1919. Eligieron para ello caminos rurales para trazar un circuito donde los automóviles, partiendo de Rafaela, pasarían (en una sola vuelta) por las localidades de Lehmann, Ataliva, Sunchales, Colonia Tacurales, Morteros, Brinkmann, Porteña, Freyre, San Francisco, Clucellas, Saguier y Susana, hasta llegar al punto de partida, sumando 320 Kms de recorrido y obligando, por primera vez, a que cada una de estas poblaciones pusieran manos a la obra con entusiasmo para mejorar sus caminos allanando huellas, tapando pozos, señalando alcantarillas y peligrosos "lomos de burro".
Se exigió una inscripción previa, adjudicándoles el número según su orden de presentación, siendo el 1 para el coche Bianchi del piloto Angel Gallé, el 2 para el Chalmer de Antonio Valenti, el 3 para el Studebacker de Juan Colombetti, el 4 correspondió al Overland de Pedro Vittori, el 5 al Dodge de Jorge Cohen, el 6 fue para el auto Chevrolet de Juan Macchi y el número 7 se pintó en el Overland de Oberdan Piovano.
El día pactado, jornada de Fiesta Patria, muy tempranito comenzaron a juntarse aficionados en la confluencia del Bulevar Guillermo Lehmann con las calles Leandro Alem y Carlos Pellegrini, la conocida esquina del Almacén de Soratti. Muy pronto arribaron los competidores, quienes formaron una línea de cara al norte; el último en llegar y acomodarse fue el Overland de Pedro Vittori. Rugieron los escapes libres de las siete máquinas cuando se les ordenó la partida con una bomba de estruendo y allá se fueron rumbo al pueblo de Lehmann entre los aplausos y agitar de sombreros de la gente que los siguió observando hasta perderlos de vista cuando cruzaron las vías del Central Argentino.
Volvió entonces el silencio al pueblo nombrado ciudad apenas seis años atrás y que tenía al fin lanzada su primera competencia oficial, importante origen de las cientos que vendrían en adelante. Mientras los autos devoraban los kilómetros levantando polvaredas por los callejones de las provincias de Santa Fe y Córdoba, en Rafaela se realizaban los actos correspondientes al 25 de Mayo en la plaza principal y el tedéum en la Iglesia Parroquial, con la presencia de las autoridades de la ciudad. Ya había concluido el acto religioso cuando se recibió el aviso telegráfico anunciando el paso de los autos por el pueblo de Susana. Una bomba de estruendo alertó a los vecinos y los diez kilómetros faltantes para el final de la competencia les dio el tiempo necesario para agolparse a los costados del Bulevar Centenario, la plaza y en torno a la meta, donde, cronómetros en mano, los responsables de la carrera esperaban el arribo del auto que sería ganador. Cerca del mediodía se oyó el grito de ¡allá viene! y la polvareda lo certificaba; cruzaba las vías del Central Córdoba y se dirigía rugiente hacía la meta el coche número 7, el Overland de Oberdan Piovano, que exactamente 4 horas y 9 minutos después de su partida cruzaba la raya de cal trazada en la tierra del Bulevar Lehmann para dar por terminada la primera prueba automovilística oficial en la ciudad de Rafaela. Siete minutos después, pisaba esa línea el Studebacker número 3 de Juan Colombetti y diecisiete minutos más tarde lo hacía el Chevrolet número 6 de Juan Macchi.
Luego de las efusivas felicitaciones y de la fotografía rodeado por aficionados, Piovano recibía de manos del Comisario Pablo Demarchi los 500 pesos donados por la Jefatura de Policía local como premio para quien triunfase. Colombetti, a su vez, embolsaba 250 pesos puestos en sus manos por el Intendente Francisco Sáenz Díaz más una copa de la Cooperativa de Consumo y una medalla de oro donada por Atilio Ripamonti, mientras que el tercero, Juan Macchi, era premiado con una medalla de oro, una plaqueta y dos artísticos jarrones.
Mientras eso sucedía, Eduardo Ripamonti, lápiz en mano, sacaba cuentas y proclamaba a viva voz el espectacular promedio de 77,349 kilómetros por hora obtenido por el ganador. Así dio comienzo la historia oficial del automovilismo deportivo en la Ciudad de Rafaela, hace exactamente cien años. Después vinieron las 500 Millas Argentinas donde pasaron la Fuerza Libre, la Fuerza Limitada y la Mecánica Argentina Fórmula 1, el Turismo Carretera, la pista pavimentada, los Prototipos, el TC 2000, y un día aquellos 77 Km/h de Oberdan Piovano se transformaron en los 278,861 Km/h alcanzados por avezados pilotos norteamericanos con las mismas máquinas con que participaban en el legendario Indianápolis Motor Speedway de Estados Unidos.
Vinieron por primera y única vez a Rafaela para correr las recordadas 300 Indy, competencia que ganara Al Unser y su Colt Ford Turbo. Los aficionados lo saben; la historia de la velocidad se seguirá escribiendo en el autódromo rafaelino y en los próximos cien años, dado el avance de la tecnología, la genialidad de los mecánicos y la audacia de los pilotos, esos rugientes "fierros" continuarán elevando en cada carrera los kilómetros por hora de promedio, nada más que por estar transitando sobre el pavimento del circuito más veloz de Sudamérica, el mítico ovalo del Club Atlético de Rafaela.

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