PROHIBIDO

5to Comunicación 15 de septiembre de 2017 Por Aiassa - Campanini - Farias
Desde la niñez estamos obligados a respetar ciertas normas, que con el tiempo fueron cambiando, agarrando menos importancia y demanda por parte de quienes las deben acatar. Esto se ve en instituciones, principalmente en escuelas, donde los alumnos no cumplen correctamente con el reglamento debido a la falta de sentido común de tales normas.

Por Aiassa - Campanini - Farias 

”¡No los quiero ver desayunando!”- Dice la voz de un preceptor. Son las 7:30, los alumnos han atravesado una ciudad fría y oscura y llegan a la escuela con apenas el inicio de la mañana y el deseo de querer desayunar en el aula porque no llegaron a hacerlo en sus casas y que la institución te lo prohíba por el simple hecho de querer poner más orden, resulta una disciplina ridícula para los estudiantes.

Son ochenta minutos que tienen que esperar para tener diez minutos de descanso y poder ir al baño o ingerir algo, lo que parece contradictorio que viniendo de profesores, quienes quieren que estén estimulados y recomiendan tener un buen desayuno, quiten el poder hacerlo.

 “¡No pueden venir a la escuela con el jean roto!”- Suena la voz de una profe de Ciencias Sociales en el recreo, casi de manera automática y sin detenerse a pensar si esa persona tiene los recursos para una vestimenta acorde al reglamento.

Parece irónico que quienes imponen y transmiten las normas sean quienes nos las cumplan, cuando son ellos los que deberían dar el ejemplo. Diariamente se ve asistir profesores con indumentaria que la institución considera inadecuada.

“En este colegio deben venir a cara lavada...” -Reitera la directora recorriendo los cursos- “...y sin colores llamativos en el pelo.” deteniéndose en una alumna a la que le hace un llamado de atención por su cabello rosado.

Hace unos años se conoció el caso de un estudiante que fue obligado a cortarse sus rastas después de dos días de haberlas hecho, cortando también con su personalidad. Sale de lo común y supuestamente correcto, y les molesta que alumnos con esa estética, que hace referencia a vagos y chicos desprolijos, concurran al colegio. 

Se dice que de alguna forma los quieren preparar para lo que se viene, ya sea la facultad o el trabajo, implementando normas ridículas. Lo mismo pasa con la barba en los chicos, quienes se sienten forzados y continuamente presionados a mantenerla corta, como también el cabello suelto en las chicas, que insisten en mantenerlo recogido por la “higiene”. Siendo cuestiones que evidentemente no influyen en el estudio o en un próximo futuro.

 “Profe ¿puedo ir al baño?” -Se oye una voz en el fondo del aula- “Cuando toque el timbre del recreo” le responde sin considerar la necesidad.

Ellos piensan que perder unos minutos de clase influye en el aprendizaje, favoreciendo al dispersamiento o distracción del contenido que se está dando, cuando en realidad no afecta como se cree. Si los alumnos no prestan atención o usan el celular, es porque no tienen la autoridad y el control necesario que demandan.

 Las instituciones educativas deberían adaptarse más a los cambios que van surgiendo en la sociedad, modificando las normas ineficaces y sin sentido que no concuerdan con la actualidad y la realidad en la que viven los jóvenes.

Boletín de noticias