Por REDACCION
A la Santísima Virgen María.
Sr. Director:
Querida Madre, sabés lo que siento por Vos, pero deseo expresártelo nuevamente. Me llena de admiración y asombro, como a la edad de 14, 15 años, tuviste la madurez y la mansedumbre, cuando cierto día el Ángel se apareció para anunciarte que ”Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás como nombre Jesús. Él será grande y se lo llamará, Hijo del Altísimo”. Evangelio según San Lucas, capítulo 1, versículos del 31 al 32.
¡Qué momento!. Sólo atinaste a preguntar: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?”. Evangelio según San Lucas, capítulo 1 versículo 34. Sólo la respuesta del Ángel, fue suficiente para Tu “SI”; transformándose ese SI, en la respuesta más poderosa y ejemplar; una respuesta que debería habitar en la mente y corazón de los hijos de Dios. Un SI que transformó al mundo, un SI, fecundo, sinónimo de amor, valor y entrega.
Admiro, Madre, tu solidaridad, cuando al enterarte que tu prima Isabel esperaba un hijo tan ansiado durante largos años, fuiste sin demora a visitarla y a compartir la gran alegría. Admiro, Madre, como ibas creciendo en sabiduría, fortaleza y entrega, cuando con José, Tu esposo, se trasladaron de Nazaret a Belén, para cumplir con el decreto del emperador Augusto, ordenando que se hiciera un censo en todo el mundo. Cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. Evangelio, según San Lucas, capítulo 2 versículos 1 y 3. Embarazada de 9 meses, emprendiste el camino con Tu fiel y buen esposo José. 150 km, separaban a Nazaret de Belén, días y noches, transitando caminos montañosos, montados en un asno o camello, días de lluvia, muy frecuente en esa época del año, y al llegar la noche descansar bajo las estrellas, o en alguna posada.
Pienso y me maravillo. Pienso y sufro. Pienso y más te adoro y venero. En Belén te llegó la hora de ser Madre y sola con José a tu lado, diste a luz en un pesebre, a Tu hijo Jesús; y así sabiéndote Madre del Salvador del Mundo, conservabas estas cosas y las meditabas en Tu corazón. Evangelio según San Lucas, capítulo 2 versículo 19. “Hágase”, Es Tu respuesta y deseo a los designios de Dios.
Tus Virtudes, más el fruto del Espíritu Santo: Amor, Paz, Paciencia, Bondad, Diligencia, Fe, Mansedumbre, Humildad, Templanza, Fortaleza, Caridad, Piedad, y cuántas más, hacen de Ti, a la más dulce y a la más grande de las madres siendo, un ejemplo a seguir.
Acompañaste a Tu amado HIJO, en cada instante de su Santa vida. Viviste su Pasión y a los pies de la cruz te desgarrabas de dolor, mientras lágrimas silenciosas caían de tus bellos ojos; y en ese mismo momento, cuando creías que se había terminado Tu misión en el mundo, JESÚS te da una nueva misión ¡Ser la Madre de todos!. Una misión que no termina en la vida terrenal, sino que es eterna y celestial. A su discípulo Juan, le encargó cuidarte; cuidados que nosotros también siendo Tus hijos te debemos brindar.
Querida Madre: sabes que te amo.
Homenaje a la Santísima Virgen María en la solemnidad de la asunción en cuerpo y alma al cielo.
Ana María Abuh Arias de Abeillé
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.