Por REDACCION
En el último Salón del Automóvil de Francfort, la mayoría de las marcas presentó modelos impulsados por motores eléctricos y también híbridos, que combinan motores eléctricos con los de combustión interna. El recorrido por los stands dejó muy en claro cuál es el camino que siguen los fabricantes, desarrollando vehículos (que ya se producen en serie) de bajas emisiones contaminantes.
Sin embargo, aunque la industria lanza al mercado más y más unidades con esas tecnologías, los usuarios de todo el mundo parecen darle la espalda, especialmente a los que sólo utilizan motores eléctricos. Según La Nación, la principal razón del poco interés de los conductores hay que buscarla en el elevado precio de venta. Aún en aquellos países que ofrecen incentivos para la compra, el valor de un modelo eléctrico suele ser mucho más elevado que el de uno de categoría similar impulsado por un motor convencional, sea diésel o naftero.
La otra contra importante en este tipo de vehículos es su limitada autonomía, que en el mejor de los casos araña los 150 kilómetros con una carga de batería. Una vez agotadas, con un tomacorriente común tarda unas 8 horas en cargarse, mientras que con un alimentador especial puede cargarse el 80% de la capacidad en media hora.
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