Por REDACCION
Vivimos en un país pendular. Los vaivenes están en casi todos los aspectos: política, economía, educación y, claro, en el tránsito.
Esto viene a cuento por el uso del cinturón de seguridad. De no ser utilizado por casi nadie, pasó a ser un hábito bastante extendido, gracias a dos factores: campañas de concientización y controles. Pero, en cuanto estos dejaron de ser rigurosos, un gran porcentaje de los conductores prescindieron de este vital elemento (en general, entre 2004 y 2017, su uso cayó un 41,5%).
Tanto particulares (-27,9%) como profesionales, choferes de colectivos (no usan), taxis (-21,7%) y camiones (-50%), parecen creer que están exceptuados de esta norma. Dicho sea de paso, son contados los taxis y remises que tienen en perfectas condiciones y facilidad de uso los cinturones de los asientos posteriores. Muchos los tienen escondidos detrás del respaldo, las hebillas no funcionan o no se pueden ajustar.
¿Y qué pasa con las autoridades? Esta semana, la asociación Luchemos por la Vida informó sobre la muerte de dos efectivos de la Policía de la provincia de Buenos Aires al estrellarse con su auto contra un semirremolque estacionado en Pablo Podestá. No tenían abrochados los cinturones. La misma institución refleja una estadística pavorosa: en la CABA, solo el 2% de los policías usan el cinturón de seguridad en sus móviles...
Los autos actuales tienen bolsas de aire (airbags), que pueden salvarnos la vida si vamos correctamente sujetos por los cinturones; de lo contrario, el airbag es más un arma que una salvación. Hay quienes dicen que el cinturón les molesta en el cuello o los hombros, que aprieta y que son un fastidio. Pero lo cierto, es que mejor que lo tengan abrochado si sufren un incidente de tránsito: puede significar la diferencia entre vivir o morir.
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