La triste imagen, futbolística y anímica, y también dirigencial, ofrecida por Atlético de Rafaela a lo largo de la temporada 2024 deja algo más cercano a la certeza que a la presunción: que la Crema depende más de los otros que de sí mismo para evitar el descenso o la Promoción. Resulta que en reiteradas oportunidades, incluso el pasado sábado, dejó pasar muchas de esas ocasiones y ahora, al borde del abismo, ya se quedó sin margen, no tiene otra opción: es ganar o ganar. Empatar, sumar o especular ya no serán “alternativas”, si es que pretende quedarse en la Primera Nacional. Claro está.

Y resulta bien nítido que el plantel no está en condiciones de esgrimir como bandera el remanido concepto de ‘lo bueno es que lograr el objetivo depende de nosotros’. Quedó demostrado, a lo largo de las 38 fechas que tuvo la fase regular que le costó, le cuesta.

Aquellas bravuconadas de micrófono o rumores de pasillo asegurando, temerariamente que “Atlético no va a descender porque desde AFA no lo van a permitir. Se eliminan los descensos”, ven diluirse el crédito que tenían en el imaginario colectivo. No necesariamente porque el fútbol sea inmaculado, sino porque se las devora la realidad.

Si la pregunta hoy pasa por “¿puede Atlético de Rafaela descender al Federal A?”, la respuesta será clara: absolutamente.

Por parte de AFA no recibió “beneficios” que le permitieran esquivar el partido que se le viene, el de “mayor importancia” (por el prestigio de no descender) en su vida profesional, este sábado en San Nicolás. Se podría considerar alguna “vista gorda” en las sanciones recibidas a Julián Fuyana y Mayco Bergia cuando fueron expulsados en la fecha 20. Sí, pero no mucho más.

A nivel referatos, no recibió ayudas marcadas. Hasta hubo quejas por perjuicios. Rojas que generaron debate. Expulsiones discutidas a Rodrigo Colombo (vs Colón en Santa Fe) o Kevin Jappert (vs Brown en Adrogué). Sólo tuvo dos penales a favor y la misma cantidad en contra.

Si desde la AFA se hubiera querido poner “un poco el hombro”, chances hubo...No se advirtieron, del mismo modo que tampoco las hubo globalmente con Brown de Adrogué, pese a todas las especulaciones que se generan. El Tricolor se ganó a puro empuje y amor propio jugar el desempate ante el conjunto rafaelino.

En rigor, a lo largo de los últimos años, Atlético de Rafaela encadenó desaciertos para que hoy sea difícil rescatarlo del calvario. Las diferencias entre sus dirigentes, las últimas elecciones y las pésimas decisiones son lapidarias. Un barco que hacía agua por babor y ya afronta filtraciones por proa.

Han descendido equipos grandes como Talleres de Córdoba, San Martín de Tucumán, por nombrar algunos... con provincias completas de respaldo. ¿Quién dijo que no puede descender Atlético de Rafaela cuando, a las claras, desde hace rato viene haciendo todo para descender? Como le ocurrió a la “T” en su momento o al propio “Ciruja” se refugian en el respaldo incondicional de sus hinchas. Pero la gente no engrosa los puntos en la tabla, ni hacen goles ni toman decisiones. Tampoco arman planteles ni echan técnicos.

Lo peor que podía pasarle a la Crema pasó. Fue ante Estudiantes de Río Cuarto, que no jugaba más que por su orgullo de regalarle una última alegría a su gente, y no pudo ni supo cómo ganarle. Y no lo perdió por Bilbao... El punto le "sentía bien". Lo festejó. Claro, Brown perdía con Nueva Chicago y se daba la ‘lógica’. Pero esto es fútbol y cuando especulas... Pasó que el Tricolor, que con todas sus limitaciones deja el corazón y más para quedarse en la PN, buscó el empate y a los 95 minutos lo consiguió. Baldazo de agua ‘helada’ para todos.

Por caudal propio, y si bien se encuentra en su mejor racha del año con siete partidos sin perder (2 triunfos y 5 empates) se advierten limitaciones cada vez más pronunciadas y peligrosas por todo lo que hay en juego. Capaces de dejar en ridículo aquellas aseveraciones de “estamos a 12 puntos de la promoción” “eso nunca va a ocurrir...” Hoy, ya con la fase regular terminada la única verdad es que esa PROMOCIÓN será la última esperanza de salvación. Los 35 años de profesionalismo están al borde del abismo.