El
Gobierno apeló a recetas ortodoxas para contener el dólar y logró
enfriar la corrida cambiaria, mientras busca bajar expectativas
inflacionarias, algo complicado si no reduce la emisión monetaria
y achica el gasto público, para retomar la senda del superávit
fiscal extraviada hace dos años.
El Banco Central sorprendió a los bancos con una circular que
los obliga a desprenderse de buena parte de los dólares que tenían
cómo respaldo, una receta de manual aplicada en la Argentina en el
2003, y que ahora Juan Carlos Fábrega desempolvó en medio de
la corrida cambiaria.
En paralelo subió las tasas de interés, una decisión que no
será gratuita, ya que pondrá en el freezer muchas decisiones
económicas y puede llevar a que en el 2014 la economía
prácticamente no crezca.
El cimbronazo se sintió y el dólar bajó, aunque todavía el
paralelo se mantenga por encima de los 12 pesos, un nivel que el
gobierno considera elevado.
El Banco Central volvió a comprar dólares, bajó 15 centavos la
cotización del oficial a $7,90 y fue fuerte la caída de precios de
los bonos que se usan para comprar dólares en la Bolsa, lo que
también derrumbó el precio de acciones.
El panorama se calmó también al trascender que las cerealeras
liquidarán este mes 2.000 millones de dólares, más del doble de lo
que entraron en enero.
Lo hicieron tras recibir señales inequívocas de la Casa Rosada
de que hay margen para mantener el dólar oficial en 8 pesos.
El gobierno necesita pasar el verano hasta que fluyan las
liquidaciones de divisas por exportaciones agropecuarias, en
especial de la soja, a partir de mediados de marzo.
Esto tendrá un doble beneficio: permitirá robustecer las
alicaídas reservas monetarias y le dará más fondos al Fisco por la
recaudación por retenciones.
Además esto aliviará el frente fiscal, pero no alcanzará a solucionar
el principal problema que afronta la economía argentina: las
expectativas inflacionarias generadas por la emisión monetaria, el
aumento del gasto público y el déficit fiscal, que volvió para
quedarse a partir del 2012.
La necesidad de aquietar los bríos inflacionarios que desató la
devaluación del peso en diciembre y enero demandó ahora volver a
un dólar calmo y tasas de interés mucho más altas.
A esto se sumó la apertura parcial del cepo cambiario para
permitir las compras de dólares a precio oficial para ahorro
mientras devaluaban.
La compra promedio de divisas arrancó en unos 30 millones de
dólares diarios, y ahora parece estar bajando, después de que la
Presidenta amenazó con quitarle a los compradores los subsidios a
la luz y el gas por tener "tanta capacidad de ahorro".
El problema para el que por ahora no se encuentra salida es la
escalada de precios.
Los "precios cuidados", la canasta escolar y otras medidas son
apenas paliativos, medidas de poco alcance más ligadas a la
propaganda, y de control confuso para los consumidores.
La falta de éxito de estos nuevos acuerdos de precios tal vez
explique que el ultrakirchnerismo haya impulsado un boicot de los
consumidores con aval oficial, y que haya recurrido otra vez a la
metodología del escrache en un momento difícil, con afiches que
apuntan contra los principales directivos de las cadenas de
supermercados y electrodomésticos.
La inflación en enero rondó el 5 por ciento, según datos
coincidentes de la exdirectora de Precios del INDEC, Graciela
Bevacqua, del estudio Bein y de Indecom, el instituto que releva
precios en comercios de proximidad.
Proyectado, este indicador eleva a 60 por ciento la inflación
anual, un nivel insostenible y que le meterá presión a las
paritarias.
No es casualidad que los docentes bonaerenses haya puesto ese
60 por ciento como meta de aumento.
Los maestros nacionales arrancaron ya las negociaciones con el
gobierno de Cristina Kirchner, y de su resultado dependerá la
oferta que el gobierno de Daniel Scioli hará a los de Suteba y a
los estatales, con quienes arrancará reuniones técnicas esta
semana, así como también el resto de los gobernadores (en Santa Fe las negociaciones por la cuestión salarial se inició la semana pasada).
Pero para que esta ecuación cierre el gobierno deberá bajar en
forma drástica las expectativas inflacionarias.
Necesita reducir la emisión monetaria, achicar los subsidios,
reducir las importaciones de energía y fijar un horizonte de
retorno al equilibrio fiscal para el segundo semestre del año.
Por ahora ha recorrido el camino inverso, ya que incluso
aumentó subsidios sociales y volvería a subirlos en las próximas
semanas para calmar el efecto erosionante que las remarcaciones
están teniendo en la base social de los barrios más postergados.
Es por eso que el gran interrogante ahora es si tras aplicarse
una devaluación ortodoxa, superior al 20%, el equipo económico se
animará a adoptar las otras decisiones de fondo que parece
demandar la Argentina, y asumir el costo político de aplicar más
remedios amargos.