Se trata de un modelo residencial de colaboración mutua entre personas que viven cerca. Se cimienta en los valores de la amistad, solidaridad y cooperación entre vecinos y ya se implementa en algunos países como una alternativa sustentable a la vida en la ciudad, sobre todo para las personas mayores.
Desde hace unos años en España y en Estados Unidos han surgido pueblos donde los adultos mayores poseen sus viviendas individuales, pero comparten servicios comunes y actividades recreativas y sociales. Esto surge como consecuencia del crecimiento de la expectativa de vida y, además, ante el elevado índice de personas mayores que viven solas.
Sin embargo, esta tendencia también se ve en comunidades de familias jóvenes, que, por causas económicas como costos de alquileres, imposibilidad de acceso a la vivienda propia o afinidades con el medioambiente o estilos de vida, también optan por estos formatos.
Este concepto ya viene sumando adeptos en Argentina. Tal es el caso de cuatro matrimonios misioneros que comenzaron hace años a construir sus casas en un terreno rural para irse a vivir ahí juntos al momento de jubilarse. Estos misioneros se sumaron a una tendencia que según explican algunos psicólogos tiene que ver con que la sociedad va a requerir cada vez más modos colaborativos por una cuestión demográfica, “la gente vive más años y sus principios de autonomía continúan intactos.”, afirman los especialistas.
De coworking al coliving
Para muchos, la nueva clave a la hora de planear cualquier cosa fuera de la oficina ya no es el "balance entre vida y trabajo", sino la "integración de vida y trabajo". Mientras las grandes empresas de Silicon Valley pasan de crear grandes campus a construir auténticas ciudades para sus empleados, en distintos puntos del mundo vienen proliferando modelos de vida comunal bajo parámetros capitalistas que imponen un modo de vivir ligado al trabajo: mientras tu compañero cocina para todos, tú desarrollas la app del futuro y viceversa.
El abanico de opciones va desde la "comunidad intencional" más o menos estable que comparte las comodidades de una gran casa victoriana reformada para la ocasión, a los más austeros y provisionales 'hacker hostels', esa suerte de fraternidades en las que programadores y emprendedores viven y trabajan de forma colectiva, a veces compartiendo una misma habitación con otras varias personas.
Por otro lado, surge WeLife, una propuesta que viene desarrollando la empresa WeWork. El concepto es simple: una empresa alquila una unidad multi-habitacional grande, crea espacios comunes y subarrienda habitaciones individuales a la gente sobre una base a corto plazo. Empresas co-vivir no son dueños de la propiedad, sino que actúan como administradores de la propiedad.
Abandonando contratos a largo plazo por arreglos de mes a mes con micro-renta apelan a la generación del milenio que son mucho más cómodos con las soluciones de alojamiento temporal que lo que son las generaciones mayores. Contratos a corto plazo son los más adecuados para los recién licenciados y profesionales que con frecuencia cambian de ubicación o no pueden permitirse comprar sus propios hogares. A medida que un número creciente de 25 a 34 años de edad están viviendo con compañeros y permanecen solteros durante más tiempo que las generaciones anteriores, la movilidad se convierte en el factor decisivo en la elección de vivienda adecuada.
Patio en una de las casas comunitarias en San Francisco, EEUU.
Cohousing en Austin -Texas-
Las casas fueron diseñadas en un formato sustentables. En los exteriores se colocó acero corrugado que permite reflejar la luz solar, y de esta manera, mantener fresco el interior en verano, y ventanas aislantes especiales. También poseen techos inclinados con barriles para contener hasta 20.000 litros de agua de lluvia.
Los interiores, en tanto, son de madera contrachapada, un acabado no es muy costoso y brinda mayor calidez y bienestar. Cada casa tiene una superficie de 37 metros cuadrados y posee un vestíbulo; un baño; un área para el descanso conformada por una cama matrimonial, un sofá y un escritorio con biblioteca; y una cocina integrada. Su costo es de alrededor de US$ 40.000.