Desde hace un tiempo a esta parte, vivir en estado de crisis permanente se ha transformado en lo normal para una Venezuela al borde de la ruina. Las tensiones políticas internas entre el Gobierno de Nicolás Maduro, sucesor en el poder de Hugo Chavez, y la oposición se renuevan cada día y si bien por momentos pareciera que el resultado inevitable es un estallido, lo cierto es que el país se mantiene a duras penas al borde del precipicio pero sin caer en él. La escena cotidiana de la patria del libertador Simón Bolivar muestra periódicas y masivas movilizaciones de militantes que apoyan al régimen chavista y contramarchas por parte de opositores forman parte.
Es que Venezuela no sólo atraviesa un conflicto político de enormes dimensiones sino también una crisis socioeconómica de magnitud que incluye entre otras aristas destacadas la inflación más elevada del mundo, la escasez de productos de la canasta básica y niveles de inseguridad alarmantes.
¿Es posible vivir en un contexto tan adverso como estancado? Porque Venezuela ya no puede estar peor y entonces sus días pasan sin que mejore ni que empeore. Pero es inadmisible e insostenible llevar una vida normal en ese marco.
Maduro ofrece hoy puntos en común con el célebre Don Quijote de la Mancha, aquel personaje de Cervantes que luchaba contra gigantes imaginarios representados por grandes molinos de viento. Es que el Presidente de Venezuela se inventa enemigos para adjudicar los problemas que su gobierno no asume como propios ni es capaz de solucionar. O es el mundo, o es la derecha opositora, o son los especuladores, todos tienen la culpa de la crítica situación de los venezolanos, pero la responsabilidad nunca es de Maduro.
Incapaz de poder modificar el estado de las cosas, Maduro es un piloto al que se le han acabado los recursos para conducir a su país en medio de una tormenta interminable que no ofrece respiro alguno. Difícil es imaginar el calvario de los venezolanos al enfrentar cada día si el billete de mayor valor que es el de 100 bolívares apenas alcanza para pagar un caramelo.
En este marco, el Gobierno chavista anunció que pondrá en marcha la impresión de billetes de mayor valor para combatir una inflación que en este 2016 concluirá en torno al 475 por ciento según las estimaciones de distintos organismos, entre ellos el Fondo Monetario Internacional aunque el Banco Central de Venezuela suprimió este año la divulgación del aumento del costo de vida (el año pasado se ubicó en 180%).
Mientras Chávez ya le había quitado tres ceros a la moneda por los estragos que la inflación causa en la economía, ahora Maduro no tuvo otro remedio que ordenar la impresión de billetes de bolívares, 500, 1.000, 2.000, 5.000, 10.000 y 20.000. Según un experto, el futuro billete de 10.000 bolívares igualará la capacidad de compra que tenía el de 100 en el año 2008.
El hundimiento de la moneda local -que se devaluó casi 75% frente al dólar paralelo en los últimos tres meses- ha impulsado la ya descomunal inflación: la gente se ve obligada a disponer cada vez de mayores sumas de dinero para adquirir productos y servicios, y las filas en los cajeros se alargan.
Asimismo, en las últimas semanas se profundizó la falta de dinero en efectivo, con largas colas en los bancos, principalmente porque el público tiene un montón de billetes en su poder que no le alcanzan para pagar casi nada. Esta situación se debe, según diversas consultoras, a que el Gobierno no pudo sostener el ritmo de emisión de billetes pues la inflación va más rápido. No obstante, la administración de Maduro prefirió acusar a "la derecha fascista" por lo que consideró "un ataque a la moneda" de Venezuela.
Recientemente el Papa Francisco había recibido en el Vaticano a Maduro, a quien le solicitó que realice máximos esfuerzos para reinstaurar el diálogo entre gobierno y oposición en busca de consensos para enfrentar las calamidades socioeconómicas. No fue sincero el gesto del presidente venezolano hacia la oposición y, más allá de que el pedido fue formulado nada más y nada menos que por el jefe de la Iglesia católica, los avances son escasos sino nulos.
Ni siquiera con el aporte de los facilitadores del Vaticano se registran acuerdos. De este modo, el diálogo para superar la crisis política venezolana está al borde de la ruptura ante la escasa posibilidad de que el gobierno acepte las exigencias de la oposición para no abandonar la mesa. Y si el país soporta la presión, Maduro permanecerá en su cargo hasta 2019 aunque en 2018 habrá elecciones para definir a su sucesor.
Venezuela atraviesa una aguda crisis económica que se intensificó tras la caída de los precios del petróleo, generador del 96% de las divisas en este país dependiente de las importaciones. Esto genera una severa escasez de todo tipo de productos, especialmente alimentos y medicinas. La pregunta es por cuánto tiempo más el país puede resistir esta situación.