Editorial

Vencerá el amor

El reciente Viernes Santo no fue uno más, todo lo contrario, pues por el poderoso contenido social que tuvo el sermón pronunciado por el papa Francisco al concluir el Vía Crucis, quedará grabado en la historia como uno de los más profundos y sentidos en defensa de los más débiles, víctimas de las injusticias sociales que siempre están presentes profusamente. Quedó la certeza, tras el mensaje papal, que "nunca se sufre en vano", pues todo en la vida tiene una razón y un sentido, incluso el sufrimiento.

"Era una cruz pesada, pero gloriosa, como el alba de una larga noche", fue una de las frases del Papa argentino, acabada síntesis de un momento muy especial que vive el mundo, enfrascado en graves situaciones. Aunque lo más contundente, y a la vez esperanzador, es aquello de "el mal no tendrá la última palabra sino el amor, la misericordia y el perdón".

En cierta forma resultaron sorpresivas estas apreciaciones del Papa, ya que todo indicaba que en una jornada como esa había preferido estar en silencio, pero una vez concluido el recorrido por la última de las estaciones del Vía Crucis, el argentino Bergoglio leyó un documento que había elaborado durante la tarde, diciendo "en la cruz vemos la monstruosidad del hombre cuando se deja guiar por el mal, pero vemos también la misericordia de Dios que nos trata no por nuestros pecados sino según su misericordia", para añadir luego que "a través de la cruz vemos cuánto somos eternamente amados por Dios. Frente a la cruz vemos que somos hijos y no cosas. El mal no tendrá la última palabra. Todos juntos recordamos a los enfermos, los abandonados bajo el peso de la cruz, para que encuentren bajo la cruz la fuerza del amor, la esperanza, la resurrección y el amor de Dios".

También el predicador pontificio formuló una dura requisitoria contra "el dios dinero" y la explotación social, manifestaciones que estuvieron a tono con el contenido del documento leído por Su Santidad.

La multitud que participó de la ceremonia, una de las más tradicionales liturgias del catolicismo, lo hizo con la mayor dimensión de sus sentimientos, en silencio y recogimiento cuando lo imponían las circunstancias, y luego vivando en alta voz al Papa durante su mensaje, constituyendo una presencia más de Bergoglio que sigue añadiendo volumen a esta verdadera resurrección que tuvo la Iglesia desde su aparición como jefe de la misma, convirtiéndose en uno de los líderes más respetados y creíbles del mundo de nuestros días, que avala sus palabras con la acción misma de sus actos.

La preocupación por la gente es algo permanente en el Papa, y así lo ha venido demostrando en cada una de sus apariciones, tal como volvió a ocurrir esta vez durante el Vía Crucis. Todo fue de muy fuerte contenido, pero sin dudas esa expresión "el mal no tendrá la última palabra sino el amor", resultó de un contenido realmente poderoso, que debe convertirse en un eslogan para tener siempre presente, en especial en aquellos momentos de la siempre latente debilidad humana.

Esta ceremonia que tuvo por marco el Coliseo romano, además del trascendente mensaje del Papa, estuvo extendida en todo su desarrollo al mismo enfoque, tal como sucedió con los comentarios realizados por monseñor Giancarlo Bragantini en cada una de las 14 estaciones, contenido que había tenido anteriormente la aprobación papal. Es que el tema excluyente fue el drama de la desocupación, la incertidumbre y la precariedad del trabajo que hoy se vive en Italia, padeciendo la peor crisis desde hace muchas décadas, habiendo desencadenado actos desesperados como el suicidio. Una de las definiciones del expositor fue que "delante del rostro del hombre que sufre, el perfil es siempre el rostro de Jesús".

Fue remarcado que hoy el hombre carga tantas cruces como las que llevó Cristo, identificadas como "la precariedad, la desocupación, los despidos fáciles, la corrupción, la usura" que pesan "sobre los hombres inertes e indefensos, que sólo con Jesús y su ayuda pueden encontrar la fuerza de crear puentes de solidaridad y esperanza".

Fue entonces un Viernes Santo muy especial, de fuerte contenido en defensa de los más débiles, de aquellos más expuestos a las injusticias por el efecto del "dios dinero" y las crisis sociales. Que siempre, indefectiblemente, castigan con más fuerza a los desposeídos.

Autor: REDACCION

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